Amordazar

Autor: Gabriel Sanz

Bienvenidos a De(s)generando el género.

DE(s)GENERANDO EL GÉNERO nace de la necesidad de aunar esfuerzos para lograr la Igualdad de género. El nombre no es casual, sino que se enraíza en el fin que perseguimos: degenerar los conceptos que inundan las consideraciones de género para llegar a deshacerlo, desgenerarlo, y despojarlo de todos estereotipos y mandatos que marcan “el deber ser”en función del sexo con el que nacimos. Nos definimos como feministas, porque creemos que la única forma de vivir en un mundo más justo se relaciona con la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres. Creemos que la educación e información, son la herramienta que nos permitirá vivir en la diversidad, la pluralidad y tolerancia humana. Tenemos la convicción de que esto es posible, y por eso armamos este BLOG , el cual dividimos en secciones que nos parecen de interés para quien quiera acercarse a la temática y estar actualizad@. Las sección “Reseñas”, haremos un breve análisis de distintos títulos de libros y películas que abordan la temática . En las “noticias destacadas”, exponemos los sucesos más relevantes e inauditos, con un pequeño análisis de las mismas. En la agenda, publicamos los eventos relacionados con la temática. En los links de interés, aquellos enlaces que creemos interesantes. Y en la página principal habrá una producción nuestra sobre diversos temas. Todas estas secciones, las vamos a actualizar semana a semana, ya que creemos que la Igualdad y la concientización, es un camino de todos los días.

lunes, 24 de junio de 2013

Acoso sexual y acoso por razón de sexo: formas de control del espacio público


La irrupción en el ámbito público
No es una novedad teórica que las mujeres estuvimos relegadas al espacio privado durante mucho tiempo, y cuando decimos mucho, estamos deciendo que recién a partir del siglo XX la situación empezó a revertirse, por lo menos del lado occidental del mundo. Nuestra irrupción en el mercado laboral fue, en un principio, tímida: sólo se nos era permitido trabajar en determinados espacios, que poco a poco fueron ampliándose, muy a pesar de algunos y algunas.
Esta realidad trajo aparejadas la aparición de nichos laborales para mujeres, trabajos feminizados, techo de cristal y un montón de otros conceptos más que están intimamente relacionados con el fenómeno del trabajo femenino. En este post nos dedicaremos a describir brevemente dos fenómenos que también aparecieron cuando la mujer irrumpe en el espacio público, tradicionalmente masculino: el acoso por razón de sexo y el acoso sexual, conductas ambas que no son otra cosa que formas de control de la circulación del espacio público por parte de los varones.

Acoso por razón de sexo
En el ámbito laboral, la ley 26.485, entre las conductas que constituyen violencia laboral, determina: “asimismo, (la violencia laboral) incluye el hostigamiento psicológico en forma sistemática sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral.”

¿Qué conductas pueden configurar este hostigamiento psicológico que describe la ley? Pues bien, enumeraremos algunos, de acuerdo a DIANA SCIALPI:
  • Se restringe la autonomía de la trabajadora
  • No se le transmiten informaciones útiles para la realización de su tarea
  • Se cuestionan sistemáticamente todas las decisiones.
  • Se le critica su trabajo injusta o exageradamente.
  • Se le retacea el acceso a útiles de trabajo.
  • Se le dan permanentemente tareas nuevas
  • Se le dejan de asignar tareas que le incumben normalmente
  • Se le asignan sistemáticamente tareas inferiores o superiores a su competencia
  • Se le presiona para que no haga valer sus derechos
  • Se le asignan contra su voluntad tareas peligrosas
  • Se le asignan tareas incompatibles con su salud.
  • Se le ocasionan daños en el puesto de trabajo
  • Se le asignan tareas que deliberadamente son imposibles de ejecutar
  • Sus superiores o colegas no le hablan
  • Se mantiene con la persona sólo comunicación por escrito
  • Se rehúye el contacto visual
  • Se la aparta físicamente de los demás
  • Se ignora su presencia.
  • Se le impide que hable con otr@s
  • Se utilizan frases despreciativas para descalificarla
  • Se apela a gestos para menospreciarla (suspiros, miradas)
  • Se hacen correr rumores
  • Se le atribuyen problemas psicológicos
  • Se burlan de alguna discapacidad o atributo físico, se la imita o caricaturiza
  • Se le critica su vida privada
  • Se la hace objeto de mofa relativa a sus orígenes o a su nacionalidad
  • Se atacan sus creencias religiosas o convicciones políticas
Téngase siempre presente que estas conductas tienen una única finalidad: lograr la exclusión de un espacio que, de acuerdo al criterio de algunos, no le pertenece.
Rita Segato define a la violencia moral como "todo aquello que envuelve agresión emocional, aunque no sea ni conciente ni deliberada. Entran aquí la ridiculización, la coacción moral, la sospecha, la intimidación, la condenación de la sexualidad, la desvalorización cotidiana de la mujer como persona, de su personalidad y trazos psicológicos, de su cuerpo, de sus capacidades intelectuales, de su trabajo, de su valor moral. Y es importante enfatizar que este tipo de violencia puede muchas veces ocurrir sin cualquier agresión verbal, manifestándose exclusivamente con gestos, actitudes, miradas.  La conducta opresiva es perpetrada en general por maridos, padres, hermanos, médicos, profesores, jefes o colegas de trabajo."

Nuestra legislación interna no tiene receptada la figura del acoso por razón de sexo como tal. Sí tenemos otras herramientas para combatir este flagelo: la ley 23.592 de 1988 penaliza los actos discriminatorios, y lo hace de esta manera: “Quien arbitrariamente impida, obstruya, restrinja de algún modo menoscabe el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución Nacional, será obligado, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto el acto discriminatorio o cesar en su realización y a reparar el daño moral y material ocasionados. A los efectos del presente artículo se considerarán particularmente los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos” (artículo 1º)
La ley 25.013 de 1998 introduce en su artículo 11 la figura del despido discriminatorio por razón de raza, sexo o religión: "Será considerado despido discriminatorio el originado en motivos de raza, nacionalidad, sexo, orientación sexual, religión, ideología, u opinión política o gremial". Aunque en la ley se establece que la prueba estará a cargo de quien invoque la causal, en un reciente fallo de la Sala Primera de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, aplicando el principio de prueba dinámica, se invirtió la carga de la prueba, dado que es muy difícil para una trabajadora demostrar que fue discriminada, y por este fallo, ahora le conrresponde al empleador demostrar que no fue discriminada. El fallo en cuestión es: “P.M.A. C/ S A L.N. S/ DESPIDO”, contra el diario La Nación del 18/02/2013, y es realmente recomendable su lectura, ya que es la primera vez que leemos que, aplicando la ley nacional 26.485 se condena por violencia de género en el ámbito laboral.

Acoso sexual
Una vez más, y de manera inexplicable, tenemos que decir que nuestra país no cuenta con la figura penal del acoso sexual. Esto es grave no sólo por no penalizar la conducta, sino porque cada cual puede entender cosas distintas ante la expresión “acoso sexual” de mayor o menor gravedad, cayendo en el artículo 119 del código penal que establece una pena para quien "abusare sexualmente (actividad sexual sin consentimiento) de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción." El problema es determinar qué es abusar sexualmente de alguien, y qué conductas pueden integrar ese abuso.
Para evitar este divagaciones en cuanto a ello, es necesaria su tipificación penal. Nosotras, para definir el acoso sexual, vamos a referenciarnos con unas pautas que dictó la Organización Internacional del Trabajo: para que haya acoso sexual deben integrarse tres elementos:
1. un comportamiento de carácter sexual
2. que no sea deseado
3. y que la víctima lo perciba como un condicionante hostil para su trabajo, convirtiéndolo en algo humillante.
Según una investigación de la Secretaría de la Mujer de UPCN, desarrollada en 1994, se determinaron diferentes grados de acoso sexual:
Nivel 1) Acoso leve, verbal: chistes, piropos, conversaciones de contenido sexual.
Nivel 2) Acoso moderado, no verbal y sin contacto físico: Miradas, gestos lascivos, muecas.
Nivel 3) Acoso medio, fuerte verbal: Llamadas telefónicas y/o cartas, presiones para salir o invitaciones con intenciones sexuales.
Nivel 4) Acoso fuerte, con contacto físico: Manoseos, sujetar o acorralar.
Nivel 5) Acoso muy fuerte: Presiones tanto físicas como psíquicas para tener contactos íntimos.

A nivel de la provincia de Buenos Aires, existe la ley 12.764 que regula el acoso sexual pero sólo en el ámbito de la administración pública, y define el acoso sexual cómo:
"Se entiende por acoso sexual el accionar de los funcionarios y/o empleados públicos que valiéndose de su posesión jerárquica o de circunstancias vinculadas con su función, incurran en conductas que tengan por objeto cualquier tipo de acercamiento sexual no deseado por la persona a quien va dirigido, requerimiento de favores sexuales y cualquier otra conducta verbal o física de naturaleza sexual, cuando se da una o más de las siguientes circunstancias:
a) Cuando someterse a dicha conducta se convierta de forma implícita o explícita en un término o condición de empleo de una persona.
b) Cuando el sometimiento o rechazo a dicha conducta por parte de la persona se convierte en fundamento para la toma de decisiones en el empleo o respecto del empleo que afectan a esa persona.
c) Cuando esa conducta tiene el efecto o propósito de interferir de manera irrazonable con el desempeño del trabajo de esa persona o cuando crea un ambiente laboral de abuso, intimidante, hostil u ofensivo".
Quizá esta tipificación provincial pueda guiar a una tipíficación nacional de este conducta que afecta de manera particularmente grave a las mujeres en sus ámbitos laborales y/o académicos.

Consideraciones finales
El acoso sexual y el acoso por razón de sexo son dos formas de control del espacio público por parte de los varones. Desde el “piropo” que puede decirte cualquier varón con el que te cruzás por la calle, hasta el acoso sexual en el trabajo que podés sufrir por parte de tu jefe o de un compañero de, no son sino formas de mostrarnos que ellos tienen la prerrogativa de controlar quién circula por el espacio público que tradicionalmente les perteneció con exclusividad. Y de hecho, tenemos tan naturalizadas estas formas de control, que nos es difícil percibirlo como tal.
Si nos detenemos un minuto a pensar en que, si nuestro jefe nos alaba sistemáticamente la belleza de nuestras piernas y solicita que nos vistamos más con faldas, eso, señoras y señores, es acoso, y es control. Muchas de nosotras no lo llegamos a percibir así porque aún sentimos que estamos de prestado en un ámbito que no nos es propio: el ámbito público, y un halago a nuestras piernas es lo más leve que nos podría pasar, por eso lo toleramos. Llevándolo al extremo, sería algo así como una especie de síndrome de Estocolmo laboral, es decir,  agradecer que no se nos excluya del espacio, y por ello tolerar lo intolerable.
Creemos necesario no sólo la respuesta legislativa-estatal en relación con esta temática, sino la concientización para desnaturalizar lo que durante mucho tiempo fue un derecho masculino: decidir quién circula y por cuanto tiempo por el espacio público, espacio de prestigio que se reservaron sólo para si. La igualdad es más que tener el derecho formal de trabajar en nuestra profesión, en también el derecho a no ser molestadas por ello.

Bibliografía:
  • SEGATO, Rita  “La argamasa jerárquica: violencia moral, reproducción del mundo y la eficacia simbólica del derecho”, en Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires, Prometeo-UNQ, 2003.
  • SCIALPI, Diana, “violencia en el trabajo. La incorporación del fenómeno a la agenda académica y pública. Aportes para su construcción como problema público y objeto de políticas públicas” en CORSI Y PEYRÚ (Comp.) Violencias sociales, Barcelona, Edit. Ariel, 2003.
  • Investigación de la Secretaría Gremial de la Mujer de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN. 1997) sobre acoso sexual femenino en el ámbito de la Administración Pública Nacional.


Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

lunes, 17 de junio de 2013

“Son aquellas pequeñas cosas...” Micromachismos de la vida cotidiana




Probablemente ningunx de lxs que esté leyendo este post ponga en duda que un golpe físico contra una mujer en base a su condición de tal, es violencia de género. Sin embargo hay muchas expresiones de la violencia machista que son menos evidentes y no por eso menos importante. Hablamos aquí de la violencia simbólica y los micromachismos.
Luis Bonino (1999) define los micromachismos como “... actitudes de dominación suave o de bajísima intensidad, formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. Son, específicamente, hábiles artes de dominio, comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente. Son de tipo “micro”-tomando un término de Foucault-, del orden de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia”. Serían aquellos comportamientos de la vida cotidiana que se enmarcan en una naturalidad tal, que los convierte en incuestionables. Están en un nivel más allá de la conciencia funcionando como dispositivos mentales automatizados en el proceso de “ser hombres” , y en su acción se expresa y reafirma la supuesta superioridad masculina y su contracara: la debilidad femenina.
Para poder entender este entramado, creemos interesante servirnos de la teorización de Bourdieu sobre la violencia simbólica y los habitus. Estos últimos son esquemas de pensamiento -por ende de acción- incorporados por las personas -agentes- a lo largo de su vida, y que generan prácticas acorde a dichos esquemas. El habitus es entonces un principio generador de determinadas prácticas las cuales dan origen a esos mismos habitus, debido a la permanencia en las posiciones que ocupamos en la estructura social.
Cuando estos esquemas o habitus refieren a una visión del mundo donde la desigualdad de género es constitutiva, ambos actores -dominado y dominador- se ubican en la posición que esa realidad determina, expresado en lo que conocemos usualmente como “violencia simbólica”. Esta es la violencia esencial que se perpetúa por medio de diversos procedimientos (como los micromchismos) para sostener el modelo de Machismo Hegemónico configurando un espacio común en que los agentes sociales se encuentran en una relación de reconocimiento.
Creemos que este es el punto que hace que los micromachismos tengan esta cualidad de “micro”, de invisibles: al reconocernos varones y mujeres dentro del idioma de ese habitus, nada de estos pequeños comportamientos resultan ego-distónicos, y por lo tanto no aparece -al menos en una primera instancia- la posibilidad de interrogarse.
Es importante recalcar esto, ya que si bien ha habido muchos avances hacia la igualdad de género erradicar estas conductas es tremendamente complicado. Existen muchas resistencias que quieren disfrazarse de discursos políticamente correctos, pero que encubren esta desigualdad. Por ejemplo, no es exótico escuchar que alguien -el o ella- diga que “es muy compañero, porque la “ayuda” en todo”, como si ese todo que (se refiere a lo doméstico) sería patrimonio de la mujer.

Ahora bien, si son tan invisibles, ¿como darnos cuenta cuales son esas actitudes micromachistas que responden al sistema patriarcal?. Luis Bonino (1999) hace una clasificación de los micromachismos, la cual pasamos a reproducir:

  • MICROMACHISMOS UTILITARIOS: fuerzan la disponibilidad femenina usufructuando y aprovechándose de diversos aspectos "domésticos y cuidadores" del comportamiento femenino tradicional. Caracterizados por su índole utilitaria, su efectividad está dada no por lo que se hace, sino por lo que se deja de hacer y que se delega en la mujer, que así pierde energía vital para sí.
    Algunos ejemplos son: la no responsabilización sobre lo doméstico (ya sea ninguna, la ayuda, o el ventajismo),y el aprovechamiento y abuso de las capacidades "femeninas" de servicio (la naturalización y aprovechamiento del rol de cuidadora , la delegación del trabajo del cuidado de vínculos y personas, los requerimientos abusivos solapados o la negación de la reciprocidad).
  • MICROMACHISMOS ENCUBIERTOS: abusan de la confianza y credibilidad femenina ocultando su objetivo. Se caracterizan por su índole insidiosa, encubierta y sutil, razón por la que son muy efectivos. Aunque el objetivo del varón que los ejerce es claro -dominio, imposición de las “verdades” masculinas y forzamiento de disponibilidad de la mujer para mantener las cosas en la dirección elegida por él-, éstos son ocultados tras "otras razones".  Estos Micormachismos son los más manipulativos, y por sus características de encubiertos, la mujer no suele percibirlos, aunque es “golpeada” psicológicamente por ellos con diversas intensidades.
    Algunos ejemplos son: la creación de falta de intimidad (comportamientos activos de alejamiento, con los que el varón intenta controlar las reglas de juego de la relación a través de la distancia: silencio, aislamiento y malhumor manipulativo, avaricia de reconocimiento y disponibilidad ), la seudointimidad y seudocomunicación (la comunicación defensiva-ofensiva, los engaños y mentiras, la actitud seudonegociadora),el paternalismo, las inocentizaciones (consistentes en declararse sin responsabilidades –es decir inocente-, en cuanto a la producción de disfunciones y desigualdades en lo cotidiano, tales como la inocentización culpabilizadora/condenatoria de la mujer o diversas formas de autoindulgencia y autojustificación -hacerse el tonto o el bueno, impericias y olvidos selectivos, minusvaloración de los propios errores, echar balones fuera-)
  • MICROMACHISMOS DE CRISIS: fuerzan la permanencia en el statu quo desigualitario cuando éste se desequilibra, ya sea por aumento del poder personal de la mujer, o por disminución del varón. El empleo de estos comportamientos tiene por objetivo evitar el cambio de statu quo, retener o recuperar poder de dominio, eludir el propio cambio o sosegar los propios temores a sentirse impotente, inferiorizado, subordinado o abandonado (que son los temores con los que los varones, desde la socialización genérica, suelen reaccionar ante las relaciones igualitarias con las mujeres) .
    Ejemplos de estos micromachismos son: el hipercontrol, el seudoapoyo, la resistencia pasiva, el refugio en la crítica al estilo "femenino" de reclamo, el prometer y hacer méritos, el victimizarse, el dar pretextos, o "darse tiempo" para el cambio.
  • MICROMACHISMOS COERCITIVOS: Sirven para retener poder a través de utilizar la fuerza psicológica o moral masculina. Su característica particular es que en ellos el varón usa la fuerza (no la física sino la moral, la psíquica, la económica o la de la propia personalidad) de un modo “directo”, para intentar doblegar a la mujer, limitar su libertad, expoliar su pensamiento, su tiempo o su espacio, y restringir su capacidad de decisión.
    Algunos ejemplos de esta categoría son: las coacciones a la comunicación , el uso expansivo – abusivo del espacio y del tiempo para sí, la insistencia abusiva para lograr fines , la apelación a la “superioridad” de la lógica "masculina"

    En la bibliografía, pondremos los artículos en los que puede consultarse más extensamente ejemplos de micromachismos. Creemos que la importancia de nombrarlos, radica en romper con el insidioso y silencioso influjo que poseen y que producen resistencias a la instalación material y efectiva de la igualdad entre varones y mujeres.



    Julieta Evangelina Cano  y María Laura Yacovino

    Bibliografía:
    -BONINO, Luis: MIcromachismos: La violencia invisible en la pareja. Disponible en http://www.joaquimmontaner.net/Saco/dipity_mens/micromachismos_0.pdf 
    -BONINO, Luis: Los Micromachismos (2004). Artículo de Revista La Cibeles, Madrid. Disponible en http://www.luisbonino.com/pdf/Los%20Micromachismos%202004.pdf 
    -BONINO, Luis: Micromachismos, El poder masculino en la pareja moderna. Disponible en http://vocesdehombres.files.wordpress.com/2008/07/micromachismos-el-poder-masculino-en-la-pareja-moderna.pdf 
                              
    -BOURDIEU, Pierre: Meditaciones Pascalianas, Ed. Anagrama, 1999.
    -BOURDIEU, Pierre: La dominanción Masculina, Paris. 1994

    -HERNANDEZ MORALES, Cesar: El lugar de la violencia simbólica en la teoría de Pierre Bourdieu


jueves, 6 de junio de 2013

La violencia masculina ¿demasiada testosterona?

Es bien sabido que el género es una construcción sociocultural, por medio de la cual se asignan a hombres y mujeres determinados comportamientos, sentimientos y actitudes que deben interiorizarse e interpretarse a la perfección si es que quieren pertenecer a la sociedad que los dicta. Siguiendo a Chicano Jávega, el género se define como un “… conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un proceso histórico que se desarrolla a diferentes niveles …” (1)
Así como el género es una construcción social, hay muchas otras "verdades" que vienen siendo repetidas desde antaño- e incluso con pretensión científica-, que el última instancia no son otra cosa que construcciones sociales. Cualquiera de nosotr@s por ejemplo, habrá escuchado muchas veces sobre la insaciable apetencia sexual de los hombres: tal es la intensidad de este "impulso natural" que no pueden contenerse frente a una propuesta de este tipo o incluso frente a lo que les dicta el cuerpo, aún cuando no haya consentimiento de parte de la mujer. Esto que paradójicamente adjudica una actitud irracional a seres que son el paradigma de la racionalidad desde la Ilustración, no es otra cosa que un mito, una construcción social , una forma de justificar muchas conductas inapropiadas y otras aberrantes frente a sus propios ojos.

También hay pretensión de cientificidad en aquellos que pretenden justificar la violencia masculina en un componente biológico. ¿Puede la testosterona (2) condicionar las relaciones entre hombres y mujeres? Hay estudios científicos que revelaron que la mayor presencia de testosterona  puede estar asociada a mayor nivel de agresividad (3).  Pero también hay estudios que revelan la fuerza de las construcciones sociales al respecto. Margaret Mead (4) , a partir del estudio de tres sociedades de Nueva Guinea, llegó a la conclusión que el sexo no era condicionante del rol que asumían los hombres y las mujeres en la sociedad. El rol pasivo y hogareño de las mujeres, y el rol agresivo y belicoso de los hombres, no está determinado en nada por ser mujeres o por ser hombres, sino que era básicamente producto de la socialización.
Los resultados de sus estudios indicaron que los Arapesh (primera comunidad analizada), poseían tanto  hombres como mujeres un temperamento pacífico, y ambos desarrollan una personalidad que nosotros llamaríamos “maternal” en lo relativo al cuidado de los niños y “femenina” en los aspectos sexuales  y ninguno de los dos hacían la guerra; entre los Mundugumor, pasaba lo contrario: tanto hombres como mujeres eran de temperamento bélico, y por último entre los Tchambuli los hombres se acicalaban y usaban su tiempo en arreglarse mientras las mujeres trabajaban y eran prácticas: allí la mujer es la que domina, ordena y es fría emocionalmente, mientras que el hombre se muestra sometido y dependiente, exactamente lo contrario a las sociedades occidentales a las que estamos acostumbrados actualmente (5).

Por las conclusiones a las que llegó Mead, podríamos decir que el componente biológico es casi nulo a la hora de determinar las asignaciones de género, siendo éstas el resultado casi excluyente de una decisión racional sobre qué se espera de los hombres y de las mujeres en cuanto al rol que cumplen en la actualidad. No es posible fundar las respuestas agresivas en una constitución fisiológica-genética. A responder agresivamente se aprende, y a no hacerlo también. Este post es un pequeño nuevo aporte al debate sobre la violencia y pone a su disposición argumentos también científicos para desmitificar la naturaleza masculina como una naturaleza agresiva, partiendo de la base también que lo que se entiende por "naturaleza" también es una construcción social, pero eso es para otro debate. Lo importante es que si la respuesta agresiva es una construcción social, un mandato de la masculinidad hegemónica, se puede deconstruir.




Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino
Notas:
(1) CHICANO JÁVEGA, E. “Comparencia ante la comisión de Trabajo y Asuntos Sociales celebrada el día 19 de julio de 2004” en Diario de Sesiones del Congreso de Diputados, 64, 2004, pp. 35-49.
(2) “La testosterona es una hormona esteroide del grupo andrógeno y es encontrada en mamíferos, repitles, aves, y otros vertebrados. En los mamíferos, la testosterona es producida principalmente en los testículos de los machos y en los ovarios de las hembras, aunque pequeñas cantidades son secretadas por las glándulas suprarrenales. Es la hormona sexual principal masculina y esteroide anabólico.” Definición de wikipedia, recuperado el 10/10/2011.
(3) En esta línea Elena López García “La figura del agresor en la violencia de género: características personales e intervención” , http://www.papelesdelpsicologo.es/vernumero.asp?id=1160, recuperado el 10/10/2011.
(4) MEAD, Margaret, Sexo y Temperamento en Tres Sociedades Primitivas, Buenos Aires : Paidós, 1972.
(5) Ver: http://ranchitoborracho.wordpress.com/sexo-y-temperamento-en-tres-sociedades-primitivas/; http://es.wikipedia.org/wiki/Margaret_Mead.

jueves, 30 de mayo de 2013

Educación Sexual para decidir, Anticonceptivos para no Abortar, Aborto Legal para no Morir.



La temática es compleja, y suele despertar posturas que parecen irreconciliables. “Aborto si, aborto no”... Hablamos en abstracto de una situación que más allá de la ideología, es un grave problema de salud pública: en nuestro país se realizarían entre 486.000 y 522.000 abortos clandestinos al año y según estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación (2009), por año mueren más de 100 mujeres por causas relacionadas con abortos clandestinos. En su mayoría, son las mujeres pobres y de escasos recursos las que más mueren por esta causa. Paradoja de la vida, ya que son estos mismos sectores los más estigmatizados por las posiciones conservadoras por tener much@s hij@s.
Esto muestra que mientras en el Senado la cuestión se dirime ideologicamente, hay una necesidad que excede y que merece ser escuchada: la interrupción voluntaria del embarazo es la primer causa de muerte materna en nuestro país. Hasta el momento ni la condena moral ni punitiva han provocado una disminución de los abortos: esto es un problema de salud pública, de justicia social y de derechos humanos.
No hace falta ser demasiado iluminado para que surja la obvia pregunta: frente a una realidad tan dolorosamente evidente ¿cual es el impedimento que procrastina la despenalización y/o la acción de políticas tendientes a evitar estas muertes? La organización Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana) cita a la escritora y periodista española Nuria Varela quien refiere a la relación entre patriarcado y aborto: “Es el gran robo del patriarcado. La sociedad patriarcal, haciendo uso de todos los recursos a su alcance – desde las leyes, hasta las religiones; desde el control de los recursos económicos, hasta la violencia- nos ha negado a las mujeres nuestra propia sexualidad y el disfrute y el control de nuestro propio cuerpo, de sus capacidades y posibilidades.”
Incluso, el lenguaje claramente androcéntrico, refuerza esta idea donde la moral hace su entrada triunfal: la palabra aborto conlleva una significación muy negativa (es por eso que desde el feminismo, se intenta utilizar en su lugar “interrumpción voluntaria del embarazo”); a una mujer embarazada ya se la llama “madre” (y ya sabemos que para el señor sistema patriarcal, ser madre además es hacerse cargo de las tareas domestica, asumir un rol de cuidadora, abnegada, y muchos etc hartas veces dichos) cuando ser “una madre” es una función que excede el ser progenitora, y al feto se lo llama “hijo”...
Creemos que las personas que están en contra de la despenalización del aborto, sostienen (incluso a un nivel no conciente) un idea de responsabilidad (en tanto responsabilidad subjetiva) salpicada de gran carga moral. Esto se deja ver principalmente, cuando el tema no se focaliza en circunstancias particulares como una violación, o riesgo de vida, sino frente a la posibilidad de abortar por un mal uso o falla del meétodo anticonceptivo elegido.. En esas ocasiones hemos escuchado decir “bueno, si no se cuidan o lo hacen mal, que se hagan cargo”. Nose a ustedes, pero a nosotras nos suena familiar... nos resuena.. pecado... castigo... ¿de donde?... El Génesis. Cuando Eva y Adán comen del árbol prohibido, Dios le dice a ella: “tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás tus hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia y el te dominará”. ¿Similar no?. Y lo es aún más, si pensamos que la penalización del aborto (y sobre todo la condena social) recae sobre la mujer invisibilizando la amplitud de la trama que participan de la situación.
Evidentemente, hablar del aborto toca los cimientos sobre los que se ha sostenido nuestra cultura por mucho tiempo. Bajo la autoridad de la tradición, se afirman ideas construídas desde el prejuicio y la desinformación como si tuvieran rigor científico . Para desmitificar algunas de ellas, la organización Mumalá las expone, y nosotras las vamos a reproducir literal por el nivel de claridad que aporta a la discusión:

Mito: Si se legaliza el aborto, las mujeres se harán más abortos.
Realidad: El índice de abortos no depende de su legalización, sino de otras condiciones como la disponibilidad de servicios de anticoncepción, el acceso a educación sexual adecuada para toda la población y la eliminación de las asimetrías de poder entre hombres y mujeres. Países donde se han desarrollado programas respetuosos de los derechos sexuales y reproductivos que incluyen la legalización del aborto, tienen tasas mucho más bajas de aborto que las estimadas en países donde éste es ilegal. Por ejemplo, en dos países donde el aborto es legal como Holanda y Canadá se realizan 0.53 y 1.20 abortos por cada 100 mujeres en edad reproductiva, respectivamente. En Argentina, donde está penalizado, se estima que se practican 5.35 abortos cada 100 mujeres en edad reproductiva.

Mito: Penalizar el aborto sirve para eliminar su práctica
Realidad: La penalización del aborto lleva a las mujeres a realizarlo clandestinamente en condiciones inseguras, provocando daños para su salud y su vida, pero no disminuye su práctica, tal como lo demuestran las siguientes cifras del ministerio de salud de Argentina: cada año son hospitalizadas alrededor de 70.000 mujeres por complicaciones en sus abortos (hemorragias e infecciones) y más del 30% de las muertes relacionadas con el proceso de gestación son resultado de complicaciones por abortos inseguros.

Mito: El aborto es siempre peligroso para la mujer
Realidad: El aborto integrado a un buen sistema de atención en salud, realizado por expert@s dentro de los primeros meses de embarazo es un procedimiento sencillo y seguro. En los países donde el aborto es legal, la probabilidad que una mujer muera a consecuencia del mismo no es mayor a 1 de cada 100.000 abortos practicados, mientras que, en los países donde es ilegal, esa cifra se eleva a 70 por cada 100.000. En estos países las mujeres que no quieren continuar su embarazo recurren a abortos inseguros, que son aquellos abortos practicados por personas no calificadas y/o realizados en un ambiente carente de los estándares médicos mínimos necesarios, siendo esta situación la que genera riesgos para su vida y su salud.

Mito: El aborto causa trastornos psicológicos a las mujeres que recurren a él.
Realidad: Negarle la realización de un aborto a una mujer cuando ella lo requiere por propia decisión le produce consecuencias negativas en su salud mental y agrava la condición de aquellas que padecen enfermedades mentales. La condición de ilegalidad, la clandestinidad consecuente, la soledad y el silencio en que se practican los abortos en Argentina son las causas principales de sufrimiento y/o de sentimientos de culpa para algunas mujeres. Aún en estas circunstancias otras muchas sienten un gran alivio cuando realizan un aborto de un embarazo no buscado o no planeado o producto de la violencia.
También las decisiones de una mujer cuando queda embarazada sin desearlo o en circunstancias difíciles, son traumáticas y en ocasiones no se resuelven en mucho tiempo. Tal es caso del casamiento forzado, dar el hijo/a en adopción, o tener un hijo/a que en realidad no se puede criar. Esto genera, en la mayor parte de los casos, problemas psicológicos tanto para la mujer como para el/la niño/a, afectando, en consecuencia, negativamente a la sociedad.

Mito: Las mujeres que abortan son irresponsables y egoístas
Realidad: Tener un embarazo no es lo mismo que ser madre. Las mujeres que debido a cualquier tipo de razones deciden interrumpir un embarazo, lo hacen después de sopesar sus capacidades, sus deseos, sus posibilidades y concluir que en ese momento no pueden llevarlo adelante. Muchas de las razones por las cuales las mujeres recurren al aborto no son razones exclusivamente personales, sino más bien circunstancias sociales, culturales o económicas, como por ejemplo: cuando el embarazo es consecuencia de una violación, por falla, mal uso o falta de acceso a métodos anticonceptivos seguros, por falta de información sobre los anticonceptivos, debido a desconocimiento acerca del funcionamiento del propio cuerpo o porque no pueden alimentar a un hijo más debido a la falta de trabajo.

Mito: El aborto desaparecería si todas las personas utilizan anticoncepción.
Realidad: En la medida en que no hay un método anticonceptivo ciento por ciento eficaz - cada método tiene un porcentaje de falla aún correctamente utilizado - habrá embarazos no deseados o no planificados o inoportunos o no buscados. Debemos tener en cuenta también que muchos embarazos no deseados son producto de violaciones, incluidas las violaciones dentro del matrimonio.

Mito: La educación sexual incrementa los embarazos y el aborto en la adolescencia
Realidad: La educación sexual para los y las adolescentes es una buena estrategia de prevención de los embarazos no deseados y de las enfermedades de transmisión sexual (ETS). En 1997 de la revisión de 53 estudios que evaluaban programas específicos de educación sexual implementados alrededor del mundo se concluyó que dichos cursos ayudaban a retrasar el inicio de la actividad sexual, reducían el número de parejas sexuales y disminuyen los porcentajes esperados de embarazos no planeados y de ETS.
El negar información sobre sexualidad a los adolescentes no sólo es discriminatorio sino que los coloca en desventaja cuando llega el momento de manejar su vida sexual y reproductiva.

Mito: Las mujeres que abortan son jóvenes y solteras
Realidad: Diversas investigaciones realizadas en la mayoría de los países de la región han concluido que no existe un perfil de las mujeres que interrumpen un embarazo, pues pertenecen a todos los sectores socioeconómicos, niveles educativos, edades, religiones y situaciones de pareja. En Colombia el 54.5% de las mujeres que han abortado estaban casadas o unidas. En Santiago de Chile, la gran mayoría de las mujeres que abortan tienen entre 20 y 30 años, con uno o más hijos, sólo el 10% corresponde a mujeres entre 10 y 19 años. En Santo Domingo, República Dominicana, se encontró que el 79% de las mujeres que abortan están unidas o casadas, mientras que el 84% tiene hijos.

Por lo expuesto es que nuestra postura es a favor de la libertad de elección de la interrupción voluntaria del embarazo. Y creemos que el debate es mucho más productivo si se corre del eje “a favor/en contra del aborto”, ya que si solo se mueve en esa línea la discusión queda circunscripta a los términos tradicionales. Dado que este tema presta a discusión tanto en ámbitos cotidianos como de decisiones políticas, sostenemos que el debate debemos plantearlo en términos de libertad de elección. Como expone Marta Lamas, “si bien el movimiento feminista ha formulado la demanda de despenalización como parte esencial de la ciudadanía democrática, para que tenga repercusión hay que hacer más explícito el asunto de que se trata de un derecho a la integridad física, vinculándolo a la condición sexuada, pero inscribiéndose dentro del principio más amplio de la autonomía personal”.´




Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía:

-Abracinskas, L. y López Gómez, A: ANALISIS FEMINISTA DEL DEBATE SOCIAL SOBRE EL ABORTO EN URUGUAY. UN TEMA DE LA AGENDA DEMOCRATICA. Disponible en http://www.hacelosvaler.org/2008/esp/publicaciones/articulo2.pdf 29/05/2013
-Cuestión de Derechos. Revista Electrónica. http://derechoyaborto.files.wordpress.com/2012/05/cuestionderechos.pdf 28/05/2013
-Despenalización del aborto temprano: Posición de la Asociación por los derechos civiles.
-Donda, Victoria: Fundamentos del Proyecto de Ley para la despenalización del aborto. Organización Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana.
-Lamas, Marta: “Género, desarrollo y feminismo en América Latina”. 2007. Disponible en http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2872536 .28/05/2013
Lau, Ana: Feminismo y Aborto una historia compartido. UAM-X (2010)
-Petracci, M: Opinión pública sobre interrunpción voluntaria del embarazo y despenalización en Argentina y América Latina” (2007). Disponible en http://xa.yimg.com/kq/groups/23009980/216934312/name/opinion+publica.pdf 28/05/2013

viernes, 24 de mayo de 2013

Una respuesta a “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” de Ignacio Bosque.

Ignacio Bosque (1)  realiza una reflexión crítica sobre las recomendaciones de uso de lenguaje no sexista que, mediante guías, realizaron distintos organismos públicos en todo el mundo occidental al menos. Su conclusión al respecto fue:
El propósito último de las guías de lenguaje no sexista no puede ser más loable: contribuir a la emancipación de la mujer y a que alcance su igualdad con el hombre en todos los ámbitos del mundo profesional y laboral. Intuyo que somos muchos —y muchas— los que pensamos que la verdadera lucha por la igualdad consiste en tratar de que esta se extienda por completo en las prácticas sociales y en la mentalidad de los ciudadanos. No creemos que tenga sentido forzar las estructuras lingüísticas para que constituyan un espejo de la realidad, impulsar políticas normativas que separen el lenguaje oficial del real, ahondar en las etimologías para descartar el uso actual de expresiones ya fosilizadas o pensar que las convenciones gramaticales nos impiden expresar en libertad nuestros pensamientos o interpretar los de los demás. (2)

Su crítica más elocuente a las recomendaciones realizadas por estas guías de lenguaje no sexista tiene que ver con que en ellas se entienda que el uso generalizado del masculino para pretender la inclusión de ambos sexos sea tildado de expresión sexista, y se recomiende su evitación, o su reemplazo por otras fórmulas que visibilicen a la mujer (3).  Y además, entiende que mínimamente, quien pretenda hacer una guía de uso correcto del lenguaje, debería al menos contar con la opinión de las personas idóneas en el tema, como lo son en este caso, lxs lingüistas.
Consideramos que la intención del autor es buena y acertada, si él pretende que estas guías de uso no sexista del lenguaje tengan intervención las personas especializadas, como son lxs lingüistas. El tema es que no se amparen en tecnicismos para mantener el statu quo de la invisibilidad femenina que es real, y que la lengua se ha construido, como toda manifestación cultural, de acuerdo a una escala de valores androcéntricos.
Las diferentes lenguas, a nuestro modo de ver, son dinámicas, van necesariamente cambiando, incorporando palabras nuevas, nuevas expresiones. Hoy estamos ante la necesidad de visibilizar a las mujeres, a lo que ellas hacen y a lo que ellas son. Lxs expertxs deben encontrar la forma de que esto suceda sin excusarse en que la lengua no lo permite porque las lenguas pueden permitirse casi todo, es cuestión de encontrar la forma.

Al respecto podemos citar una nota periodística escrita por Sandra Ruso en la prensa argentina, titulada “Sobre todos y todas” en la que se expresa así: “Luis Martín Cabrera –profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de San Diego–, en un artículo titulado “Me he vuelto loca, sólo puedo escribir en femenino”, afirma que rasgarse las vestiduras porque las guías no han sido elaboradas por lingüistas es un argumento disciplinario y autoritario. “Es el mismo argumento que utilizan historiadores como Santos Juliá, que piensan que la memoria es un asalto a su disciplina; ni la historia les pertenece exclusivamente a los historiadores ni el lenguaje es patrimonio de los lingüistas, no son sus minifundios ideológicos. Por otro lado, no es sorprendente que no les hayan pedido ayuda, pues la RAE es históricamente una de las instituciones más sexistas y misóginas del mundo. Todavía recuerdo al anterior director de la RAE, don Víctor García de la Concha, que por desgracia fue mi profesor, diciendo que ‘la literatura no tiene la regla’, provocando carcajadas generales y reproduciendo esa nefasta complicidad entre hombrecitos. Se puede discutir si existe una literatura femenina, pero no con argumentos sexistas.”
Quizá haya gente, como el autor, que no le dé demasiada importancia a la visibilización femenina, sosteniendo que el masculino nos representa a todxs. Esta situación nos hizo recordar y reflexionar sobre la importancia del lenguaje. Por ejemplo, en la obra 1984 de George Orwell se ve claramente la necesidad del Gran Hermano de reducir las palabras que contenía el lenguaje, para de esta forma reducir la capacidad de pensar. Si no tenemos palabras para expresar lo que pensamos, dejamos de pensarlo.  Si la mujer no es reflejada en el lenguaje, otra vez y antes de lo que pensamos, vamos a dejar de pensar en la mujer como protagonista social.

“La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras (...) La finalidad de la neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable.” (5)
Consideramos que es imprescindible ahora que la lengua se adecúe a la nueva realidad, una realidad que implica que las mujeres formamos parte de la esfera pública de la vida social, y que allí nos vamos a quedar.  Sólo cuando la mujer se incorpore al lenguaje de manera natural, a lo que hablamos todos los días, vamos a haber conseguido dar otro paso en pos de la igualdad. Y si la estructura de nuestro lenguaje no lo permite, bueno, pues deberíamos buscar la forma de que lo permita. Las guías a las que se refiere el autor al menos hacen el intento.
Todxs sabemos que el uso de la lengua no es neutral. Durante mucho tiempo (siglos enteros) la mujer fue recluida a la esfera doméstica. Durante todo ese tiempo se construyó un lenguaje que no la incluía, que la ignoraba. Es tiempo de que las cosas cambien, y no usar las viejas estructuras para mantenerlas igual. Hoy la lengua castellana debe dejar de pretender de neutralidad (que no lo es) y adecuarse a esta exigencia social de que las mujeres queremos ser parte, y queremos vernos reflejadas en la lengua que usamos todos los días.
Les dejamos en la sección de documentos, el artículo escrito por Bosque y respaldado por toda la Real Academia Española para que Uds. mismos puedan hacer un análisis crítico de sus opiniones.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía:

(1) Catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid y Ponente de la Nueva gramática de la lengua española.
(2)  BOSQUE, Ignacio, “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, Boletín de Información lingüística de la RAE, Página 16.
(3)  “Pero lo que en estas guías se entiende, de manera poco justificada, es que hay siempre discriminación en las expresiones nominales construidas en masculino con la intención de abarcar los dos sexos.” BOSQUE, Ignacio, Op. Cit., Página 8.
(4) Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-189263-2012-03-10.html (Recuperada el 19/03/2012)
(5) ORWELL, George, 1984, Ed. P/L @, 2000, página 328.




viernes, 17 de mayo de 2013

La inferioridad femenina, una construcción social

Como ya sabemos, existió y aún existe una desigualdad estructural entre mujeres y hombres. Esta desigualdad que es la causa y consecuencia de la violencia que sufren las mujeres por el solo hecho de ser mujeres, siendo una forma de perpetuar la dominación masculina, está fundada por una construcción cultural que determinó que la mujer era inferior al hombre, y por ello debía ser “naturalmente” dominada.
En el largo recorrido que hicieron los teóricos para justificar esta “inferioridad femenina”, nos encontramos a expositores muy reconocidos. Por ejemplo, en la edad antigua, Aristóteles, padre de innumerables disciplinas científicas, estaba convencido, y así lo señalaba, que el ser mujer era ser un hombre disminuido, un varón imperfecto. El cuerpo femenino era algo inacabado, débil, frio. La mujer era, según su perspectiva, “el defecto, la imperfección sistemática respecto a un modelo”, el masculino. Además, justificaba explícitamente la dominación de la mujer por parte del hombre: “...como hemos visto, la ciencia de la administración doméstica tiene tres partes: una la relación del dueño al esclavo... otra, la relación paterno-filial, y la tercera, la relación conyugal... pues es una parte de la ciencia doméstica el gobernar a la esposa y a los hijos - a unos y a otra como a hombres libres, aunque no con el mismo sistema de gobierno, sino ejerciendo sobre la esposa un gobierno de tipo “político” y sobre los hijos un gobierno de tipo monárquico-; el varón, en efecto, es, por naturaleza, más apto para el mando que la mujer...”
Si seguimos recorriendo a grandes autores que se han dedicado a fundamentar “científica y teóricamente” la consabida inferioridad “natural” femenina, nos encontramos en la edad media con Santo Tomas de Aquino, quien era de la opinión que “la mujer no responde a la primera intención de la naturaleza, que apunta a la perfección, sino a la intención secundaria de la naturaleza, como putrefacción, malformación y debilidad de la edad”.
Fiel expositor y reproductor de una doctrina que dejó sin voz ni voto a las mujeres en el rito católico, creyente de que la mujer poseía una mente defectuosa y por ello necesitaba una especie de tutor, llegó a decir que: “la mujer necesita al marido no sólo para la procreación y la educación de los hijos, sino también como su propio amo y señor, pues el varón es de inteligencia más perfecta y de fuerza más robusta, es decir, más virtuosa”
Cualquiera hubiera pensado que esos pensamientos hubieran quedado atrás con la llegada de la Ilustración y la fe que el hombre puso en la razón humana para construir y deconstruir el mundo conocido y por conocer. Pero, nos volvemos a sorprender (¿?) al encontrarnos con un autor del tamaño de Rousseau, que aún hoy se sigue leyendo gracias a su construcción sobre el contrato social, y que en su obra “El Emilio o De la Educación” escrita en  1762, dividía el espacio público (naturalmente destinado para el hombre) del espacio privado (naturalmente destinado para la mujer), fundamentando la división sexual del trabajo en detrimento de la mujer. También era de la idea de que las mujeres no tienen la misma capacidad de uso de la razón que el hombre, por ello debe dedicarse, casi exclusivamente, a complacerlo.
Lo anteriormente expuesto, que sólo son algunos de los innumerables exponentes que dedicaron páginas y páginas, litros de tinta para justificar una inferioridad construida por ellos mismos, tiene la finalidad de reflexionar sobre el gran daño que han hecho al mundo femenino, autores que siguen legitimados hasta el día de hoy. Lo que queremos poner de relieve, es que es necesario saber que estos autores tan importantes en la historia del pensamiento occidental, pensaban de esta manera en relación con la mujer, y hay que marcar que este pensamiento mantiene la desigualdad que fundamenta la violencia. Decir que Rousseu fue un gran exponente de la racionalidad moderna, sin hacer la salvedad de lo que él pensaba de las mujeres, estaríamos legitimando todo su discurso, como si todo fuera igual de constructivo.

Si pensamos que era un mal de la época (un mal de todas las épocas, parece ser), la existencia de pensadores como el Marques de Condorcet, o John Stuart Mill, quienes abogabas por la igualdad entre mujeres y hombres, realmente pone de manifiesto que se podía pensar distinto, al igual que la existencia de Olimpe de Gouges, Mary Wollstonecraft y tantas otras, que pudieron trascender la dominación simbólica, en términos de Pierre Bourdieu, que se ejercía sobre ellas. En otro post recorreremos el pensamiento de aquell@s que creían en la igualdad, porque l@s hubo, simplemente no tuvieron tanta publicidad.



Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

sábado, 11 de mayo de 2013

Violencia simbólica, una figurita repertida en la TV argentina

Mucho se habló la semana pasada sobre el sketch de Francella. Y celebramos que esto suceda ya que más allá de las opiniones encontradas, pone el tema en escena. Creemos que es una invitación a pensar  en contenidos televisivos que respeten, contemplen y fomenten la igualdad.

Sobre esta polémica habló mucha gente: opinólog@s, machistas, feministas, panelistas, profesionales que ostentaron saber más que lo que realmente sabían. Expert@s fueron los menos, y no creemos (y nos consta) que haya sido por falta de voluntad de gente idónea. Creemos que el debate no permitió más que un  desarrollo en un nivel discursivo bastante elemental que se redujo a si el sketch “incitaba o no a la pedofilia”… Y el tema es mucho más que eso.

 Hace diez años no gozábamos de una ley que defina la violencia de género en su tipo simbólica y en su modalidad mediática. En la actualidad, la ley 26485 define:

-Art. 5:5: (violencia) Simbólica: La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y  reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la  subordinación de la mujer en la sociedad.

-Art. 6:f: Violencia mediática contra las mujeres: aquella  publicación o difusión de mensajes e imágenes  estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta  promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente  contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.

Nuestra apuesta, es poder mirar éste y tantos otros contenidos de tv desde esta perspectiva sin perder de vista estas definiciones. Visto así, el sketch de “La nena”, no tiene particularmente algo mucho más sexista que otros, lo que no implica que lo legitimemos. Al contrario, este como otros contenidos esta plagado de estereotipos: la esposa que no se da cuenta de nada, el hombre en su lucha por “sus incontrolables impulsos sexuales” y la hipersexualización de “la nena” impostada como bebota, todo esto contado desde la perspectiva del personaje de Francella, el que nunca termina haciendo nad aporque siempre alguien lo interrumpe y no porque no deba (lo cual no deja de ser un dato menor).

Si podemos pensar la violencia desde esta perspectiva más amplia en la que se incluyen la reproducción de estereotipos que denigran, claramente estamos en presencia de un sketch que infligiría el artículo 6 de la Ley anteriormente nombrada. Pero si llevamos este debate a un terreno en el que la violencia solo se manifieste en su expresión más evidente como la pedofilia y la violencia física, dejamos por fuera una gran cantidad de contenidos que hacen al verdadero quid de la cuestión: desde dónde se ha construido y legitimado el lugar de la mujer a tal punto que en el 2013 estemos debatiendo si un programa con estos contenidos tiene o no que estar al aire. Llevando el debate a la causalidad “el sketch provoca pedofilia”, quedó invisibilizado la legitimación y naturalización que se hace sobre el lugar de la mujer en tanto seductora pasiva y la reacción “natural” del hombre como “macho” de la especie. Lo que queda por fuera, es la posibilidad de tener un pensamiento crítico que permita reflexionar sobre aquello que estamos mirando.

Por eso queremos salirnos de ese debate e invitemos a nuestros pares a pensar sobre qué contenidos vemos, cuáles queremos ver y cuáles nos representan. A preguntarnos, a reflexionar, a pensar nuevas posibilidades que no caigan en un lugar común que no podemos seguir legitimando.


Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino