Amordazar

Autor: Gabriel Sanz

Bienvenidos a De(s)generando el género.

DE(s)GENERANDO EL GÉNERO nace de la necesidad de aunar esfuerzos para lograr la Igualdad de género. El nombre no es casual, sino que se enraíza en el fin que perseguimos: degenerar los conceptos que inundan las consideraciones de género para llegar a deshacerlo, desgenerarlo, y despojarlo de todos estereotipos y mandatos que marcan “el deber ser”en función del sexo con el que nacimos. Nos definimos como feministas, porque creemos que la única forma de vivir en un mundo más justo se relaciona con la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres. Creemos que la educación e información, son la herramienta que nos permitirá vivir en la diversidad, la pluralidad y tolerancia humana. Tenemos la convicción de que esto es posible, y por eso armamos este BLOG , el cual dividimos en secciones que nos parecen de interés para quien quiera acercarse a la temática y estar actualizad@. Las sección “Reseñas”, haremos un breve análisis de distintos títulos de libros y películas que abordan la temática . En las “noticias destacadas”, exponemos los sucesos más relevantes e inauditos, con un pequeño análisis de las mismas. En la agenda, publicamos los eventos relacionados con la temática. En los links de interés, aquellos enlaces que creemos interesantes. Y en la página principal habrá una producción nuestra sobre diversos temas. Todas estas secciones, las vamos a actualizar semana a semana, ya que creemos que la Igualdad y la concientización, es un camino de todos los días.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El ser mujer, el devenir puta

En esta entrada no nos ocuparemos de las mujeres prostituídas. Nuestra posición al respecto es una, y es abolicionista, y no consideramos que la prostitución sea un trabajo sino una explotación sexual. Tampoco es nuestra intención cuestionar si es adecuado o no utilizar la palabra "puta" como reivindicación a fin de neutralizar ese insulto al tomar otro valor. Lo que nos proponemos es abordar qué prohibiciones y preceptos circulan cada vez que un varón o una mujer le dice a modo de broma o de insulto, “puta” a una mujer, es decir que otras cosas decimos cuando decimos PUTA.
En la página de “la marcha de las putas”, relatan que estando reunidas muchísimas mujeres pidieron que levante la mano aquellas a las que NUNCA le habían dicho “puta”. No hay que ser vidente (con ser mujer basta) para suponer que no hubo ninguna mano alzada.
La palabra “puta” en sus diversos significados funciona como regulador de las conductas y los cuerpos de las mujeres, generando en paralelo una división entre las “chicas bien” y “las otras, las putas”. Desde pequeñas nos enseñan cómo comportarnos para “no ser putas”, e imprime en el cuerpo de la mujer el miedo a ser adjetivadas como tales, estableciendo una doble moral en la que sentir placer por el sexo no sólo no está permitido sino que desvaloriza a la mujer, y sólo es posible vivirlo a escondidas y con culpa.
Marta Lamas sostiene que la expresión puta
se usa no sólo para nombrar a las trabajadoras sexuales; se usa para calificar a las mujeres que no se ajustan a los lineamientos de “decentes” (sea porque tienen relaciones sexuales libres o simplemente porque visten de manera llamativa) ; pero también ciertos hombres utilizan dicho apelativo como venganza cuando una mujer resiste sus avances indeseados. Por eso el calificativo de “puta” les sirve a ciertos hombres como insulto y socialmente se vuelve un arma para mantener a raya a las mujeres: el temor de ser calificadas de “putas” las predispone a aguantar malos tratos o restricciones a sus deseos. Así, la utilización arbitraria y sexista de “puta” cuando el comportamiento de las mujeres no es lo que se espera hace que en cualquier momento las mujeres puedan ser estigmatizadas como putas (Lamas, 2011)

Nos parece sumamente interesante lo que plantea Marta Lamas, y nos permite pensarlo desde el concepto de estigma. Erving Goffman (1963) lo define como un atributo personal negativo, que sitúa a una persona como inferior y diferente. De esta manera, cualquier comportamiento que realice el/la estigmatizadx, será fuente de vergüenza, humillación y rechazo. El autor hará una división entre sujetos desacreditables y sujetos desacreditados. Lxs primerxs buscarán manejar en las interacciones sociales, las informaciones que transmiten, a fin de ocultar el estigma; mientras que lxs segundxs, se enfrentarán a la burla y el rechazo, por presentar el estigma negativo conocido por los demás. Si bien el concepto de desacreditado/desacreditable es mucho más amplio que este recorte, podemos pensar que en este caso el “ser puta”, es un estigma que a unas las excluye y a otras las amenaza; que aquellas mujeres que se encuentran en una situación de prostitución llevan el peso de ser estigmatizadas como sujeto desacreditados, y aquellas que vivan su sexualidad con cierta libertad y muchísima culpa, llevarán consigo el estigma de ser sujetos desacreditables. ¿Y que es lo más grave de este estigma? Que a las mujeres nos violentan y nos matan por putas.
Cuando trabajamos con mujeres víctimas de violencia de género, es moneda corriente escuchar que las tratan de putas por ser infieles, por querer trabajar, por vestirse de determinada manera, por no querer tener relaciones sexuales, por querer ejercer su libertad. Pero no sólo las mujeres que están atravesando  situaciones de violencia de género con su pareja son tratadas como putas en tanto estigma. Esa palabra se usa como castigo a cualquier acto de libertad que una mujer tenga sobre su cuerpo y con el fin de juzgar la sexualidad de las mujeres: se dirige a la que se acuesta libremente con quien quiere y a la que no acepta una relación, a la rebelde, a la que no vincula como condición sine qua non el deseo sexual al amor, ni la sexualidad a la institución de la pareja (no hace falta más que pensar en que adjetivos se enuncian para hablar de la sexualidad libre de las mujeres -puta, zorra, gato, perra- y la de los varones -adjetivado de manera positiva-), a la que grita si la insultan, a la que no quiere recibir un piropo, a la que tiene una pollera corta, la que camina sola a las doce de la noche...y eso además de puta, la convierte en culpable si sufre algún tipo de abuso, porque se lo merece por puta..

Compartimos algunos fragmentos de lo que escribe Déborah Jael, Organizadora de La Marcha de las Putas Bs As:

Por qué Soy una Puta: “Usan esa palabra para intentar insultarme cuando me comporto de forma libre. Cuando disfruto de mi sexualidad. Cuando elijo con quién si y con quien no quiero. Cuando me defiendo de quien me ataca. Cuando le respondo a un hombre que espera que me quede callada. Cuando GRITO las injusticias que veo a mi alrededor. Cuando no me importa qué piensen de mi o de mi ropa. Cuando peleo por mis ideas, y por cambiar el mundo. Por ende, soy una puta. Soy re puta, y con orgullo. Porque soy una mujer libre, soy una puta. Porque amo a los hombres y a las mujeres y me interesa disfrutar CON ellos, soy una puta. Porque busco COMPAÑER@S y no dueñ@s, soy una puta. Por hacer de mi vida lo que quiero, por eso soy una puta. Por responderle a un tipo en la calle que me acosa, soy una puta. Por tener una pollera corta en el tren, me manosearon a los 17, porque iba vestida como Puta (claro, en verano la ropa cómoda y fresca es sólo para los hombres... o para las putas). Por haber denunciado a un tipo que me acosó en mi trabajo, fui una puta (para mi ex jefe, lo era por vestir una bermuda y un vestido que me tapaba incluso la cola... nuevamente, el verano es sólo para los hombres). Por vestirme sexy cuando quiero, soy una puta. Por tener actitud sexy, soy re puta. Por sentirme sexy, soy incluso más puta. Por gozar, soy una puta. Por tener sexo con varios hombres sin haberme casado ni ser la novia de ninguno, soy una puta. Por ser mujer, soy una puta (porque toda mujer es una puta escondida, y por eso a TODAS nos lo han dicho al menos una vez en la vida). Por haber sido una niña, fui abusada (andá a saber qué tenía de puta en ese momento que pudo 'provocar'). Luego, por ser una puta, fui forzada sexualmente. Y por sentirme una puta, me lo callé.
Pero eso se acabó.
Pasó mucho tiempo hasta que descubrí que el problema no era yo. Que no era la que estaba 'sucia' ni la que tenía que dejarme hacer. Y ahora, ya no duele la palabra puta, marcada a fuego en el alma. Me di cuenta de que lo que intentan insultar es MI LIBERTAD. (...) Nada más temeroso que una mujer que se sabe MUJER y no sumisa, como nos quieren hacer creer. (...)Las mujeres tenemos que aprender a ser mujeres libres, y los hombres, a ser hombres libres.”


Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía:
  • Jael, Deborah. https://www.facebook.com/notes/no-quiero-tu-piropo-quiero-tu-respeto/por-qu%C3%A9-puta-como-insulto/481418668554989
  • Lamas, Marta (2011) La Marcha de las Putas. Disponible en http://www.proceso.com.mx/?p=272467 (recuperado 2/12/14)
  • Lamas, Marta (2011) Las mujeres temen ser llamadas “putas”: Marta Lamas. Disponible en http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=5246 (Recuperado 2/12/14)
  • Yacovino, Maria Laura: Los Roles de Género en la Transexualidad, ¿Ser y parecer?. TFM, Universidad de Salamanca.





miércoles, 19 de noviembre de 2014

Grandes mujeres de la historia. Hoy: Alejandra Kollontai

Alejandra Kollontai es una feminista invaluable, que nos hizo pensar mucho en la distribución de poder desigual entre varones y mujeres, incluso en un marco de paridad como puede ser un sistema comunista. Alejandra da cuenta de las hondas raíces del patriarcado, y cómo éste se alía con los sistemas económicos para la opresión de la mujeres (entre otras cosas). Articula entonces, feminismo y marxismo.


Alejandra Kollontai (1872-1952) fue una feminista y militante bolchevique, la única mujer que integró el Comité Central de Lenin. Nacida dentro de una familia acomodada, no asistió a la escuela sino que fue educada por un instructor particular. Se casó (dos veces) y separó muy joven, ambas cosas en contra de la voluntad de sus padres.  Parte a Suiza para instruirse, dejando atrás su primer matrimonio y el hijo fruto del mismo. Cuando vuelve a Rusia en 1899 se afilia al partido Social Demócrata.

Luego de la Primera Guerra Mundial (a la que se opuso activamente), Alejandra colaboró con la revista Nase Slovo dirigida por Trotski, pero ya luego de la revolución de febrero que derrocó al imperio Zarista, adhirió a las "tesis de abril" (que empoderaba a los soviets) de Lenin, y formó parte del grupo de dirigentes de la insurrección armada: "En julio se celebró el VI Congreso del Partido donde se escogieron los miembros del Comité Central, entre ellos Kollontai. El 10 de octubre el Comité Central votó a favor de la insurrección y el 25 tuvo lugar la toma del Palacio de Invierno que instauró las bases para un estado obrero. En el nuevo gobierno, Kollontai fue elegida Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública"  (d'Armengol, 2003).

Alejandra era feminista, y tenía abiertos dos frentes de lucha: por un lado, luchaba en contra de un feminismo hegemónico o burgués (sufragista) que ignoraba las desigualdades de base entre las propias mujeres: "recalcando ideas como que la liberación de las mujeres no era posible en un contexto de explotación laboral, desempleo crónico, doble jornada, lo que hacía imposible la liberación de las obreras en el sistema capitalista"  (Sanfeliu, 2009, p.11). Alejandra entendía que el socialismo era la condición sine qua non para la emancipación, pero con eso solo no bastaba. Por otro lado, también se enfrentaba con sus camaradas, que consideraban la situación de las mujeres como un tema menor. Alejandra siempre denunció que no existía la paridad entre mujeres y varones dentro del Comunismo (habiendo un decreto sobre la igualdad entre los sexos), por la cual ella militaba y abogaba.

La Rusia Comunista fue el primer país en donde se decretó una igualdad política, económica y sexual entre mujeres y varones. Las mujeres, gracias a ello, accedieron a derechos civiles, laborales y políticos, e incluso a la propiedad de su propio cuerpo al establecer la legalidad del divorcio, y la gratuidad y libertad para el aborto. Además, y muy importante fue la intención de la transferencia del trabajo doméstico a la esfera pública, y colectivizarlo mediante "casas de maternidad, guarderías, parvularios, escuelas, comedores populares, lavanderías populares, centros de reparación de ropa, etc., que ayudaron a la mujer a librarse de las tareas tradicionalmente asignadas a ella" (d'Armengol, 2003).

Alejandra Kollontai fue una de las primeras activistas que dio cuenta de que la opresión que sufrían las mujeres dentro del hogar era una de las causas de su poca participación política.  Ella creía que la transformación social y la igualdad real, vendría de la mano de la transformación del orden económico que producía y se aprovechaba de las desigualdades, pero también de la transformación de  las relaciones que se daban entre varones y mujeres, "Alejándose políticamente de sus compañeros de partido, llamó a una revolución cultural que transformase las relaciones interpersonales" (d'Armengol, 2003). Alejandra entonces, fue un paso más allá.

El Stanilismo significó un retroceso en los derechos de las mujeres. Se las convocaba nuevamente al rol tradicional, se ilegalizó el aborto en 1936 y se penalizó el divorcio, reforzándose el ideal de la familia y la mujer, dentro de ella, en su rol meramente reproductivo. Alejandra terminó siendo parte de la oposición dentro del partido "al que acusaba de excesivo centralismo y de limitar la libertad de discusión". Fue amenazada con la expulsión del Partido y como criticaba abiertamente a la dirección del mismo llevada a adelante por Stalin,  fue alejada del país convirtiéndose en la primera mujer embajadora (que fue lo que le salvó la vida, ya que Stalin luego asesinó al 70% de los miembros del Comité Central). Sin embargo, es indudable su "su aportación teórica y práctica a la lucha inseparable por el socialismo y la igualdad de la mujer" (d'Armengol, 2003).


"Lo más significativo de su discurso fue hacer suya la idea de Marx de que para construir un mundo mejor, además de cambiar la economía, tenía que surgir el hombre nuevo. Así, defendió el amor libre, igual salario para las mujeres, la legalización del aborto y la socialización del trabajo doméstico y del cuidado de los niños, pero, sobre todo, señaló la necesidad de cambiar la vida íntima y sexual de las mujeres. Era necesaria la mujer nueva que, además de independiente económicamente, también tenía que serlo psicológica y sentimentalmente" (Varela, 2005, pp. 77-78). Alejandra abogaba por el nacimiento de "la mujer nueva"

Entre sus trabajos destacan:
o         La mujer ante el desarrollo social (1909)
o         Sociedad y maternidad (1916)
o         La nueva moral y la clase obrera (1918)
o         Autobiografía de una comunista sexualmente emancipada (1926).

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino
Bibliografía

  •    Sanfeliu, L. (2009). "Historia de los movimientos feministas y políticas de género".
  •    Varela, N. (2005) Feminismo para principiantes, Barcelona, Ediciones B.
  •     http://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kollontai.htm (recuperado el 10/11/2014)
  •     http://mujeres-riot.webcindario.com/Alexandra_Kollontai.htm que recupera un artículo de Laia d'Armengol para el número de "En Lucha" de Septiembre del 2003. (recuperado el 10/11/2014)
  •     http://mujeresparapensar.wordpress.com/2009/06/28/alexandra-kollontai/  (recuperado el 10/11/2014)

domingo, 9 de noviembre de 2014

Encuentro Nacional de Mujeres: Una experiencia única

Vamos caminando
Aquí se respira lucha
Vamos caminando
Yo Canto por que se escucha
Vamos dibujando el camino
Estamos de pie
Vamos caminando
Aquí estamos de pie”

Latinoamérica, Calle 13.




Este año 40.000 mujeres se encontraron en Salta en el Encuentro Nacional de Mujeres. Desde hace 29 años que estos Encuentros tienen lugar en distintas partes del país. ¿De que se trata?¿Quiénes van? ¿Para qué?¿Por qué si hace tantos años que se realizan, mucha gente no sabe de su existencia?¿Qué las convoca? ¿Cómo vuelven a sus vidas cotidianas las mujeres que asisten?.
Si bien intentaremos compartir algunas cuestiones objetivas de los Encuentros, esas preguntas sólo se responden pasando por la experiencia de un encuentro. Compartiendo codo a codo con otras mujeres ese espacio autoconvocado. Viviendo la sororidad. Sintiendo en el cuerpo la liberación de la lucha colectiva.
Cada año, miles de mujeres llegan por primera vez a los Encuentros. Estuvimos entre ellas, y como a tantas nos dijeron que cuando regresemos “ya no seríamos la misma”. Y eso pasó.
El Encuentro es un fenómeno inaudito en el mundo: miles de mujeres de distintas clases, edades, gustos y colores se encuentran de forma autónoma y sin financiamiento alguno bajo la premisa de la horizontaildad y la pluralidad. El primero se gestó a poco tiempo de recuperada la democracia entre el 23 y el 25 de Mayo de 1986 en el Centro Cultural San Martín, “en ese tiempo se luchaba por la patria potestad compartida, cuando todavía los varones tenían en su poder –por sobre las madres– las decisiones legales sobre sus hijos. Y, en ese momento, ni siquiera estaba aprobada la ley de divorcio. De ese reclamo a la actualidad hay mucho camino recorrido. Los cambios sociales son abismales y, en muchos casos, fueron impulsados desde las marchas que cierran los Encuentros de Mujeres” (Peker, 2013). Un grupo de mujeres que habían asistido el 1985 a la III Conferencia Mundial de Mujeres de Nairobi, tuvieron la iniciativa de convocar a grupos de mujeres que tuviesen inquietudes por nuestros derechos a pensar juntas y debatir sobre la realidad de las mujeres en ese momento. Alrededor de mil mujeres, se reunieron esos días de Mayo en el Teatro San Martín, probablemente sin siquiera imaginarse que los encuentros se convertirían en una cita ineludible, federal y transformadora.
El Encuentro empieza con palabras de apertura y bienvenida de la Comisión Organizadora. Se entregan las carpetas donde hay una especie de mapa en la que se especifican que talleres hay y donde se encuentran. La manera de participar es muy singular, y acorde a la necesidad de cada mujer: se puede asistir a un solo taller durante todas las jornadas, o participar de varios. La diferencia radicará en que a la hora de elaborar las conclusiones, se privilegia la voz de las mujeres que han participado del debate durante todas las jornadas. La idea principal de los talleres, es que la palabra circule y que se pueda elaborar una síntesis de lo trabajado, razón por la cual la búsqueda de consenso es la única forma posible de plasmar lo trabajado: no se trata de votar y que “gane” la mayoría, sino de escuchar y consensuar siguiendo el espíritu horizontal, pluralista y democrático del Encuentro. Cada taller designa una lectora, y entrega las conclusiones a la Comisión Organizadora.
Terminado este segundo día de trabajo, tiene lugar la marcha en la que todas las mujeres recorren las calles de la ciudad. En lo personal fue una experiencia transformadora, en la que el cuerpo vibró al son de los cánticos colectivos. Todas esas mujeres, todas nosotras ahí, marchando, haciéndonos oír, encontrándonos, con la certeza de que la situación que atravesamos las mujeres cada día, es capaz de transformarse al volverse colectiva. Sintiendo la hermandad en cada paso, vibrando que sí se puede. Una marcha que a la vez, sorprendió a los lugareños al ver tantas mujeres unidas tras una misma lucha, la de los derechos de género. Una marcha que tiñó el aire salteño de lucha.
Esa misma noche, se organiza una peña donde reina la distensión, el baile, las risas. Al otro día, se cierra el Encuentro con la lectura de las conclusiones elaboradas en los mas de 70 talleres, y se elige la sede donde se hará el año próximo.
Como comentamos al inicio, no se vuelve igual del Encuentro de Mujeres. Estar ahí, es sentir todas las historias que trae cada mujer de manera singular, unidas en las experiencias de la desigualdad y en las resistencias cotidianas. Pasar por el Encuentro deja inevitablemente una huella. Hay mucho que se vive desde el cuerpo, territorio repleto de inhibiciones y prohibiciones. Espacio donde el patriarcado ha marcado la opresión. Cuerpo con historia, la propia y la de todas las mujeres que nos anteceden y acompañan. Cuerpo donde se experimenta el dolor y se vive el placer. Placer que se siente con mucha presencia en el encuentro, porque ese cuerpo oprimido se siente liberado, se siente propio: “Estar en los encuentros, participar de ellos genera una instancia de nueva significación, porque el encontrarse con otros cuerpos durante tres día, trasladarse, viajar, debatir, bailar, reír, vivir el encuentro “es” ser parte de ellos de manera colectiva.”  (Alma y Lorenzo, 2009, p 18)
Estando en el encuentro, se respira lucha y certeza de cambio. Y ¿después? ¿Cómo se sigue? Este después es muy reciente, por lo cual no podríamos responderlo. Sí sentimos que hay algo que cambia, hay una energía que emerge, y un caudal de ideas que gritar por ser llevadas a la práctica. Las resistencias culturales son las mismas, nosotras no.


Como comparte una mujer en el libro “Mujeres que se en Encuentran” en relación a esta idea del después: ¿Cómo sigue esto? ¿Qué se hace?... Y de a poco a medida que seguís participando en otros te das cuenta que los Encuentros de Mujeres son eso, son esos tres días donde te llevas toda esa experiencia con la que seguís trabajando aunque no te des cuenta, durante todo el año, durante toda la vida, ya está… estás marcada de alguna forma, algo pasó y ya nada vuelve a ser lo que era… y lo que te queda es ir al próximo, es ir al otro…” (Alma y Lorenzo, 2009, p. 54.).

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino



BIBLIOGRAFIA

Amanda Alma y Paula Lorenzo. (2009). Mujeres que se Encuentran. Una recuperación histórica de los Encuentros Nacionales de Mujeres en Argentina (1986 a 2005). Buenos Aires: Ed. Feminaria.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Feminicidio: las generalidades y particularidades de las mujeres víctimas

Claramente una de las contribuciones más importantes del feminismo al debate actual han sido las categorías de género y de patriarcado, y a ellas podemos sumarle actualmente una nueva categoría analítica que nos permite conceptualizar un tipo de violencia contra las mujeres en donde los Estados son actores por permitir u omitir la acción ante un patrón estructural de discriminación contra las mujeres que termina con sus vidas. Estamos hablando del concepto de feminicidio acuñado por Marcela Lagarde a partir de su participación en la Comisión Investigadora de los feminicidios ocurridos en Ciudad Juárez (México) y partiendo del concepto de femicide de Diana Russell. El término femicide, que es traducido como femicidio que involucra a todos los asesinatos sexistas de mujeres “realizados por varones motivados por un sentido de tener derecho a ello y/o superioridad sobre las mujeres, por el placer o deseos sádicos hacia ellas, y/o por la suposición de propiedad sobre las mujeres” (Russell, 2005:138). Al “feminicidio” Marcela Lagarde le dio otro contenido: “conjunto de delitos de lesa humanidad que contienen los crímenes, los secuestros y las desapariciones de niñas y mujeres en un cuadro de colapso institucional. Se trata de una fractura del Estado de derecho que favorece la impunidad. Por eso, el feminicidio es un crimen de Estado” (2005:155). Con esta categoría entonces, se pone de manifiesto que la violencia institucional se queda con la vida de las mujeres, colocando al Estado como el principal responsable de ello.

Vamos a utilizar como disparador de esta entrada la conferencia de Marcela Lagarde pronunciada en la Universidad de Oviedo en el año 2006. En ella, la autora hace hincapié en la conceptualización del feminicidio como un logro de la actuación política feminista. El feminicidio es una categoría teórica, que se transforma en un cambio de paradigma epistemológico. Aunque llevó tiempo, la Real Academia Española aceptó integrar el término al diccionario de la lengua castellana, visibilizando así este tipo de violencia porque sabemos que lo que se nombra, existe en el mundo.

Cuando hablamos de violencias contra las mujeres, estamos hablando también de la existencia de un patrón de desigualdad estructural que las habilita y legitima. Marcela Lagarde, en la conferencia que nos sirve de insumo para esta entrada, quiere poner de manifiesto que cualquier mujer puede ser víctima de violencia feminicida y que de hecho no hay un perfil de víctima de violencia, ella acciona en pos de desestereotipar a la mujer víctima: "hay un estereotipo que ha dado la vuelta al mundo y es que quienes han sido asesinadas son mujeres jóvenes, morenas, pobres, de pelo largo, trabajadoras de las maquilas y que han sido asesinadas después de una gran violencia sexual contra ellas; es un estereotipo porque no corresponde a la realidad (…) Además de esas trabajadoras pobres de las maquilas, hay un 85 % de mujeres que corresponden a distintas clases sociales, a distintas edades, algunas de ellas no recibieron en ese momento violencia sexual y fueron asesinadas en sus casas por sus parientes" (2006:4).

Por otro lado, las autoras Sciortino y Guerra, que abordan el feminicidio  de Sandra Ayala Gamboa, una mujer peruana que al ir a una entrevista de trabajo se encontró con la muerte en la ciudad de La Plata y su cuerpo fue encontrado en una dependencia del Estado provincial,  están muy interesadas en que se tome conciencia de que es verdad que cualquier mujer puede ser víctima de distintos tipos de violencia, pero que hay marcas que se suman en los cuerpos femeninos y que hacen a determinadas mujeres más pasibles de ser victimizadas. Ellas lo expresan: "Consideramos de mucha importancia que la diferencia sexual en la que se fundamenta la desigualdad se examine junto a otras disponibilidades o condicionamientos que la atraviesan (…)Es decir, las mujeres asesinadas a las que nos referimos en este trabajo, además de mujeres, están situadas según la clase, la etnia y la identidad cultural o nacional” (2009:102) (…)“¿La condición de mujeres nos pone a todas en un mismo plano de indistinción al momento de elegir el cuerpo a sacrificar?, ¿Los asesinatos son igualmente visibilizados en tanto que todas son muertes de mujeres?" (2009:106).

Es importante destacar que así como la categoría género debe atravesar los análisis para relevar las diferentes implicancias que puede tener un mismo hecho en los cuerpos y subjetividades femeninas, también es verdad que no existe una sola mujer, sino que las mujeres en plural, estamos atravesadas por distintas categorías que nos hacen, o no, más vulnerables a la violencia machista, más invisibles, o no, ante la sociedad en un hecho de violencia feminicida. Nuestras particularidades pueden constituirse, o no, en marcas de subalternidad.

En la tolerancia estatal a la violencia contra las mujeres se puede leer que las mujeres son consideradas como sujetos devaluados, no importantes y sacrificables por ello. Cuando hay un Estado que actúa más firmemente contra los delitos contra la propiedad que contra las violencias contra las mujeres, es transparente el mensaje sobre las prioridades y sobre las problemáticas que se consideran relevantes socialmente. De acuerdo al informe de la Casa del Encuentro (2013), entre el 1 º de Enero de 2008 y el 31 de Diciembre de 2012, se han producido en Argentina  1.223 femicidios y femicidios “vinculados” de mujeres y niñas (p.63), y habría qué pensar al respecto, cómo opera la tolerancia estatal que se traduce en impunidad para los agresores, evidenciando, a nuestro criterio, el pacto juramentado de caballeros al que hace referencia Cellia Amorós. En esta línea, Lagarde evidencia que: “en la sociedad se acepta que haya violencia contra las mujeres, la sociedad ignora, silencia, invisibiliza, desvaloriza, le quita importancia a la violencia contra las mujeres y a veces las comunidades (familia, barrios, cualquier forma de organización social) minimizan la violencia y tienen mecanismos violentos de relación y trato con las mujeres” (2006:3). 

A pesar de que entendemos que Marcela Lagarde pretende (en este trabajo específicamente) una identificación estratégica con el ser mujer (todas podemos ser víctimas) también es verdad que no puede faltar del análisis las otras categorías que nos constituyen. Esto no debe servir para diferenciarnos y separarnos como mujeres, sino para entender que no hay UNA mujer, y que no resulta lo mismo ser blanca, de clase media y heterosexual que indígena, desocupada e inmigrante. La complejización de la categoría mujeres nos debe servir para plantear políticas más eficaces que prevengan, sancionen y erradiquen las violencias contra las mujeres. es necesario entonces, abordar la compleja trama de las violencias contra las mujeres desde la interseccionalidad.

Bibliografía consultada

  • Lagarde y de los Ríos, Marcela (2005) El feminicidio, delito contra la humanidad” en  Feminicidio, justicia y derecho. Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada. México.
  • Lagarde, M. (2006) Feminicidio , Disponible en: www.ciudaddemujeres.com/
  • Russell, Diana, (2005) “Definición de feminicidio y conceptos relacionados” en Feminicidio, justicia y derecho. Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada. México.
  • Rico, Ada Beatriz ; Tuñez. Fabiana [et.al] (2013) Por Ellas... 5 años de Informes de Femicidios. Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano” de La Asociación Civil La Casa del Encuentro / 1era edición Buenos Aires: La Casa del Encuentro
  • Sciortino, S. y Guerra, L. (2009) “Un abordaje del feminicidio desde la convergencia entre teoría y activismo” en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, CEM de la Universidad Central, 14.32, pp. 99-124. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

Ablación/mutilación genital femenina: cortando la libertad

En esta entrada hablaremos sobre la mutilación genital femenina, o ablación, que consiste en la extirpación total o parcial de los genitales externos femeninos. Este tema genera debate porque pone en juego cierto relativismo cultural que invisibiliza una realidad: que es una costumbre que viola el derecho a la salud y a la integridad física, y que refleja una profunda desigualdad entre varones y mujeres.

Para comenzar, compartimos un texto escrito en primera persona de la modelo Waris Dirie, embajadora de las Naciones Unidas en su campaña contra la mutilación genital femenina:

Me hallaba en Los Ángeles para dar una charla sobre la mutilación genital femenina. Accedí a hablar, aun cuando me resultaba difícil. En 1995 violé un fuerte tabú tradicional y hablé públicamente de mi propia circuncisión. Me había convertido en portavoz de Naciones Unidas para este asunto, pero cada vez que hablaba de ello despertaba en mí dolorosos recuerdos emocionales y físicos. Lo cierto es que cuando era pequeña le suplicaba a mi madre que me lo hicieran, pues había oído que me haría limpia y pura. Cuando no era más alta que una cabra, mi madre me sujetó mientras una anciana me seccionaba el clítoris y la parte interna de la vagina y cosía la herida. No dejó más que una minúscula abertura, del tamaño de la cabeza de una cerilla, para orinar y menstruar. En su momento yo no tenía idea de lo que estaba ocurriendo, ya que nosotros jamás hablábamos de ello. Era un tema tabú. Mi hermosa hermana Halimo murió a consecuencia de aquello. Aunque nadie de mi familia me lo dijo, estoy segura de que se desangró o murió de una infección. La mujeres midgaan que practican la circuncisión utilizan una cuchilla o un cuchillo afilado en una piedra para hacer el corte. En la sociedad somalí se las considera intocables, ya que proceden de una tribu que no es descendiente del profeta Mahoma. Usan una pasta de mirra para detener la hemorragia, pero cuando las cosas van mal no tenemos penicilina. Más adelante, cuando una chica se casa, en la noche de bodas, el novio intenta abrir a la fuerza la infibulación de la novia. Si la abertura es demasiado pequeña, se abre con un cuchillo. Después de años de lucha, me di cuenta de que en realidad es una mutilación, pero así y todo me sentía angustiada cuando hablaba del tema: temía que algo malo pudiera pasarme por violar el código de silencio”. Waris Dirie, Amanecer en el desierto. 2002.

Las palabras de esta mujer abre a la siguiente pregunta, ¿puede la tradición justificar una acto que tiene graves consecuencias en la salud, que genera un inmenso dolor físicopsíquico, que despierta temor y, todo por el simple hecho de ser mujer? Y acá no se trata de juzgar una cultura, sino de ver qué implica esta costumbre.
Creemos que la diferencia entre cultura y costumbre, puede ser el inicio para pensar que tipo de intervenciones es posible realizar, a fin de desarraigar esta práctica. En este sentido tomamos las palabras de Bénédicte LUCAS: “en efecto, la ablación/mutilación genital femenina no corresponde a una cultura - entendida como proceso, expresión de la vida humana, forma de comunicación y respuesta a unas necesidades básicas - sino a una costumbre, es decir a la fijación de una norma. Ahora bien, ¿cómo se puede valorar una costumbre? Desde el punto de vista filosófico-jurídico, el criterio de apreciación más pertinente es la confrontación de esa costumbre con los derechos humanos”.
La mutilación genital femenina está reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las niñas y las mujeres que refleja la desigualdad entre los géneros. Es considerada como una violación de derechos humanos basada en la pertenencia al genero femenino y al rol social que se les asigna en cuanto tales. Además, como la mutilación genital femenina casi siempre se practica en menores, constituye también una violación de los derechos de las niñas.

El “por qué” de la Ablación.

La ablación es parte de un ritual de iniciación a la edad adulta practicado en África y Oriente Medio. En estas comunidades se aducen diferentes motivos para hacerlo:

Sexuales: a fin de controlar o mitigar la sexualidad femenina.
Sociológicos: se practica, por ejemplo, como rito de iniciación de las niñas a la edad adulta o en aras de la integración social y el mantenimiento de la cohesión social.
De higiene y estéticos: porque se cree que los genitales femeninos son sucios y anti-estéticos.
De salud: porque se cree que aumenta la fertilidad y hace el parto más seguro.
Religiosos: debido a la creencia errónea de que la ablación genital femenina es un precepto religioso. La ablación se practica principalmente a niñas y jóvenes de entre 4 y 14 años. 

Sin embargo, la mayoría de estudios antropológicos coinciden en que la motivación principal es que la práctica garantiza que la niña acate normas sociales claves, como las relacionadas con la restricción de la actividad sexual, el sometimiento al marido, la reducción de las relaciones extramatrimoniales, la feminidad, la respetabilidad y la madurez. Es decir, es el control del cuerpo y de la sexualidad femenina, enmascarada en razones de higiene, estética o de pureza.

Tipos de ablación o mutilación genital femenina
Existen varios tipos de ablación en función de la amplitud de la extirpación. Según la OMS:

Tipo 1 – Clitoridectomía: resección parcial o total del clítoris (órgano pequeño, sensible y eréctil de los genitales femeninos) y, solo en casos muy raros, del prepucio (pliegue de piel que rodea el clítoris).
Tipo 2 – Escisión: resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de los labios mayores (labios vulvares que rodean la vagina).
Tipo 3 – Infibulación o circuncición faraónica: reducción de la abertura vaginal mediante una cobertura a modo de sello formada cortando y recolocando los labios menores o mayores, con o sin resección del clítoris. Es decir sutura de los costados de la vagina dejando tan sólo un orificio diminuto para el paso de la orina y de la sangre menstrual. Es la forma más radical de la mutilación genital femenina.
Tipo 4 – Otros: todo otro procedimiento lesivo de los genitales femeninos realizado con fines no médicos, como pinchazos, perforaciones, incisiones, raspados o cauterizaciones de la zona genital.

Nosotras estamos convencidas que esta situación dolorosa ligada a la condición de mujer, solo es posible erradicarla si se piensa desde la perspectiva de género. Es fundamental entender cuando una práctica cultural responde a la amplitud de la libertad y la igualdad, y cuando está al servicio de sistemas de dominación que vulneran los derechos de las personas. Nosotras creemos que para generar estrategias eficaces de erradicación, es necesario analizar la Mutilación Genital Femenina en el marco del sistema de dominación patriarcal.

Compartimos el siguiente video:

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino




Bibliografía:

  • Bénédicte LUCAS: Aproximacion antropológica a la práctica de la ablación o mutilación genital femenina.
  • Maglione, Miguel Angel (1998): La mutilaión genital femenina.
  • Informe OMS: Comprender y abordar la violencia contra las mujeres. Mutilación genital femenina
  • Informe de Amnistia Internacional (1998): La mutilación genital femenina y los derechos humanos: Infibulación, excisión y otras prácticas cruentas de iniciación.
  • Waris Dirie (2002): Amanecer en el desierto
  • http://www.prensalibre.com/internacional/Mujeres-luchan_0_1132086805.html




domingo, 31 de agosto de 2014

Violencia contra las mujeres y el rol del/la acompañante

El artículo 10 de la ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar las violencias contra las mujeres, dispone: 

"El Estado nacional deberá promover y fortalecer interinstitucionalmente a las distintas jurisdicciones para la creación e implementación de servicios integrales de asistencia a las mujeres que padecen violencia y a las personas que la ejercen, debiendo garantizar (...) Programas de acompañantes comunitarios para el sostenimiento de la estrategia de autovalimiento de la mujer."

La ley es clara y parece rescatar algo que las investigaciones del campo de la violencia contras las mujeres vienen señalando hace tiempo: que la mejor forma de garantizar que una mujer que denuncia un acto de violencia, sostenga esa denuncia, es el trabajo en red, es el abordaje interinstitucional, es la presencia de un/una alguien que acompañe en el largo proceso de empoderamiento que se necesita para sostener un proceso judicial.

Ya hemos abordado en post anteriores la compleja trama de la violencia institucional que dificulta el acceso a la Justicia para mujeres en situación de violencia. Las organizaciones sociales relevaron también que la existencia de un/una acompañante en lo que se denomina la "ruta crítica" hace que la misma sea menos crítica y que la mujer pueda sostener más fácilmente el largo recorrido institucional que debe afrontar para que se le reconozca su derecho a una vida libre de violencia.



En los hechos, existen muchísimos acompañantes como los que prevee la ley: son lxs amigxs, lxs hermanxs, lxs parientes, lxs hijxs, lxs compañerxs de la organización que no dejan sola a la mujer en este difícil recorrido. Lo que se intenta a partir de la legislación es que esxs acompañantes tengan las herramientas para efectivamente hacer más fácil el trayecto, que sepan cuáles derechos y garantías asisten a las mujeres, cómo es la forma de abordaje de las distintas instituciones, etcétera.

La ley nacional, también dice en su artículo 25: "En toda instancia del proceso (judicial) se admitirá la presencia de un/a acompañante como ayuda protectora ad honórem, siempre que la mujer que padece violencia lo solicite y con el único objeto de preservar la salud física y psicológica de la misma". Este artículo de corte procedimental es también aplicable en la provincia de Buenos Aires a partir de la reforma de la ley 12.569 (por la ley 14.509). 

Ello significa que nadie puede privar del derecho que tiene una mujer a ser acompañada por alguien de su confianza, en todo momento del proceso, y ante las diferentes instituciones: poder judicial, centros de salud, dependencias del poder ejecutivo, etcétera. ¿Y esto por qué? Porque la mujer que intenta salir de la espiral de violencia tiene un sistema patricarcal en contra, en donde es necesario reforzar su derecho a tener derechos, y también neutralizar las voces poco amigables que le pregunten si está segura de denunciar, que le dicen que en realidad es su culpa, o que seguro que ella le hizo algo.

Todxs en algun momento podemos vernos en la situación de tener que acompañar a una mujer que está atravesando una situación de violencia, entonces, vamos a retomar lo aconsejado por el "Protocolo para Organizaciones Sociales. Violencia contra las mujeres en relaciones de pareja" (POP) confeccionado por Aquelarre  (el que recomendamos):
  • Hay que lograr un ambiente distendido y de confianza, generar el espacio en donde la mujer pueda contar lo que le pasa y lo que siente, y ESCUCHARLA. Lo recomendable es que a la mujer no la aborden de a muchas personas, precisamente para generar el ambiente de intimidad necesario.
  • No juzgar, y entender las contradicciones que la propia mujer puede sentir.
  • Salvo en casos de riesgo vital, a la mujer no debe ser "rescatada", ella tiene que tomar la decisión de denunciar, porque si ella decide, es más fácil que pueda sostener la decisión a lo largo del proceso judicial. Y porque ella es una persona autónoma que no debe ser subestimada.
  • Para hacer la denuncia, no hace falta que la acompañe un/a abogadx.
  • Las denuncias por violencia pueden hacerse en cualquier comisaría, pero es resomendable que si existe en la zona una Comisaría de la Mujer, acudir a esta última, porque se presupone que cuentan con personal sensibilizado. De todas maneras todas las comisarías tienen la OBLIGACIÓN de tomar la denuncia, que también puede hacerse en los Juzgados competentes.
  • Esta prohibido por ley cualquier tipo de audiencia de mediación o conciliación, por lo que si se cita al agresor y a la mujer en el misma hora y en el mismo lugar, puede hacerse un descargo, o incluso una denuncia por violencia institucional.
Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino



martes, 12 de agosto de 2014

Ni locos, ni provocadoras: la violación al desnudo

La semana pasada, una chica de 19 años denunció haber sufrido un abuso sexual por parte de cuatro hombres en el boliche Le Clikc. El caso desató una ola de comentarios machistas, culpabilización de la víctima, gordofobia y racismo”: Así comienza el artículo de opinión, publicado en marcha.org.ar (el cual recomendamos), donde se analizan las representaciones sociales que circularon a partir de un hecho concreto de violación ocurrido recientemente. Quisiéramos sumarnos a este análisis, utilizando esta situación como disparadora para pensar que es lo que se pone en juego cuando una mujer sufre una violación sexual.
Como primer punto, no podemos dejar de remarcar que cuando hablamos de violencia sexual y violación, no solo nos referimos a la que ocurre en la vía pública, o en un boliche perpetuada por desconocidos. La violencia sexual ocurre en un gran porcentaje en las parejas, en las familias y en todas aquellas ocasiones en las cuales una mujer se siente obligada a tener relaciones sexuales de algún tipo sea esto por la fuerza explícita, intimidación, manipulación, indefensión o miedo. No olvidemos que la Violencia sexual, es una de las formas que adopta la violencia de género o violencia contra la mujer y que se define como “Cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.”
La violencia sexual dentro de la pareja, suele ser difícil de registrar ya que se sostiene en la creencia de la “obligación marital” de satisfacción del otro. La violencia sexual perpetrada por desconocidos se justifica en la creencia de buscar culpables singulares: o las mujeres por “provocar”, o ciertos varones que tienen alguna desviación. Todas estas argumentaciones imposibilitan ver el telón de fondo -el para qué- de estas prácticas de poder.
¿Que le pasa a estos varones para ejercer este acto casi vampírico contra la mujer? Coincidimos con las posturas que plantean que el violador, lejos de ser un ser solitario, loco, y con un desvío psicopataológico, es el más moral de todxs los seres. La mujer violada es para él, amoral, y por tanto se merece ser violada. La violación tiende a ser un acto punitivo y disciplinador hacia la mujer: el ataque no es propiamente del orden sexual, aunque sea ésta el arma que utilice para perpetrar la agresión. Rita Segato en este sentido refiere que la violación “expresa el precepto social de que ese hombre debe ser capaz de demostrar su virilidad, en cuanto compuesto indiscernible de masculinidad y subjetividad, mediante la extracción de la dádiva de lo femenino (…) En otras palabras, el sujeto no viola porque tiene poder o para demostrar que lo tiene. Sino porque debe obtenerlo” (2010: 40). .
Una de las sentencias más efectivas del patriarcado ha sido convencernos que no podemos hacer nada más que “cuidarnos”: de la ropa que usamos, de como la usamos, de los lugares por los que caminamos, de con quien caminamos, a quien miramos, de no andar solas, de con quien tomamos algo, de con quien charlamos, de las horas en las que andamos por la calle, de los barrios, de con quien nos acostamos, a quien le damos nuestro numero, quienes son nuestros amigos, de decir que nos espera alguien en casa si vamos en un taxi, de mostrarnos o insinuar que estamos acompañadas de un varón, de estar siempre alertas, de camiar cerca de la calle, de siempre ver quien camina detrás nuestro, de llevar gas pimienta, de usar pelo suelto porque el pelo atado es más fácil de tomar, de usar calzado cómodo para poder salir corriendo... Y si no hacemos estas cosas, la culpa de ser atacadas sexualmente es nuestra.
El caso de Camila da cuenta de como se cambia el foco de lo sucedido: la violación de una chica de 19 años por 4 varones queda desdibujada entre las características físicas del violador, la contextura física de Camila y principalmente, las características de estas fiestas Alternativas. Como un castigo divino, haber ido a una fiesta es razón suficiente para que un varón viole a una mujer.
De esta manera, todas las Camilas pasan a ser responsables de un hecho que las vulnera: son juzgadas, culpabilizadas, avergonzadas y cuestionadas. Nosotras nos preguntamos, que pasaría si fuese al revés, si un grupo de mujeres abusaría de un varón... seguramente nadie pensaría que ese varón se “la buscó” por ir a determinada fiesta, o que tiene responsabilidad porque usó una camisa ajustada, o no nos asombraríamos porque no cumple con los estereotipos de belleza. 
Es necesario cambiar la óptica desde la cual suelen mirarse estas situaciones. Dejar de pensar que una mujer es violentada sexualmente porque es linda, provocativa y porque los varones tienen un deseo sexual irrefrenable. Es necesario empezar a ver que la agresión ES sexual, pero la motivación NO ES la sexualidad -que es mucho mas amplia y a la que es posible acceder sin mediar la violencia-, sino la satisfacción en el orden del poder y la dominación. Al pensarlo como cuestiones aisladas y con causas que pueden circunscribirse a una ropa, a un espacio, a una psicopatología, se evita llamar a las cosas por su nombre y se minimiza la causa subyacente que es la desigualdad de poder entre varones y mujeres en esta cultura patriarcal. En la medida que todxs como sociedad no podamos pensarlo desde esta óptica y sigamos siendo las mujeres las que tengamos que aprender a cuidarnos, vos, yo, tu hermana, tu hija, tu prima, tu amiga, tu vecina y cualquier mujer, es una potencial víctima de violación ya que el factor de riesgo es ser mujer.


Compartimos con ustedes una reflexión (que no es de nuestra autoría) y una gráfica donde es posible repensar de manera gráfica la manera naturalizada que pensamos las violaciones:



Que sería exactamente evitar ser violada?
No salir de noche? No andar en bondi? No andar en taxi? Cuál de los dos será más peligroso? Esperar sola en la parada o subirte a un auto conducido por un chabón? No estar sola? No salir de casa sin la compañía de un hombre? De eso se trata?
No tomar alcohol? No ir a fiestas? No usar vestidos? No mostrar tus piernas? No usar escote? No mostrar nada? Ir a la pile ni ahí, cierto?
No confiar nunca en tus amigos? No tener amigos? Y tu pareja?
No quedarte a solas con tu pareja? Nunca? Y si te casaste tampoco? Que raro...
Cuidarte es desconfiar, con 5 años, de la persona que te cuida todos los días cuando tus padres no están? Ese abuelo, tío, niñera, vecina que a tus padres les parece tan confiable?
Cuidarte es acaso cuidar tu belleza social, para que por lo menos el violador no se burle de lo fea que sos? Cuidarte es no decir nada después, para que nadie te haga preguntas sobre lo que llevabas puesto? Cuidarte es no ir a denunciar, para que tu familia no sienta vergüenza de lo puta que fuiste confiando en tu novio? Cuidarte es tener más fuerza que el agresor, para que después tus amigos no digan que sos puto y te dejaste? Cuidarse es acceder por las buenas antes de que te fuercen? Cuidarte es encerrarte en un frasco y no interactuar con nadie, nunca, porque todos a tu alrededor son potenciales violadores o que carajo es cuidarte?
Cuidarte no existe! Cuidarte es lo que te van a exigir algunos, para seguir negando que el único culpable de una violación es el violador.




Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

BIBLIO:
Segato, Rita. Las estructuras elementales de la violencia
Vargas, Roxana. Violencia estructural de genero, una categoria necesaria de análisis para los Derechos HUmanos de la Mujer.
http://www.jus.gob.ar/areas-tematicas/violencia-de-genero/tipos-y-modalidades-de-violencia.aspx
http://www.larevuelta.com.ar/articulos/VM_2010_04_07.html
http://www.comunicarigualdad.com.ar/rita-segato-el-estado-no-totaliza-la-realidad/
http://www.lavanguardia.com/internacional/20140401/54405344601/no-merezco-ser-violada-mujeres-brasilenas-basta.html

jueves, 24 de julio de 2014

Sororidad y falsas antinomias dentro del feminismo


La frase “divide y reinarás” nos resuena en la cabeza, sobre todo por su aplicabilidad. Cuando se recorre la historia del feminismo, se pueden ver las disputas al interior del movimiento. Al feminismo se lo ha acusado de ser blanco, de clase media, heterosexual, convirtiéndose en hegemónico, y quienes denuncian tienen razón. El movimiento feminista debe reconocer las particularidades de todas las mujeres a las que representa: no es lo mismo ser blanca de clase media y heterosexual, que negra, lesbiana y pobre. Tampoco es lo mismo ser una mujer urbana que ser indígena y vivir en el campo. Y no es lo mismo ser joven que vieja, ni es indiferente tener o no alguna discapacidad, mucho menos ser una mujer trans. Si no estamos todas incluidas en el movimiento se producen escisiones, la búsqueda de espacios propios que enriquecen al movimiento, pero en algún aspecto creemos que debilitan la lucha, y esto es porque creemos que podemos construir un movimiento que nos incluya a todas.
Esto no es una acusación a las mujeres que necesitan que se reconozcan sus particularidades y, en función de ellas, sus demandas, sino todo lo contrario: abogamos por un feminismo inclusivo, que reconozca las diferencias al interior, pero que articule al exterior para que no estén las mujeres indígenas reclamando solas, las lesbianas reclamando solas, las transgénero reclamando solas, sino todas juntas. El creer que esto que planteamos es una utopía es olvidar que, el propio feminismo ha conceptualizado al “enemigo principal” y este no es otro que el patriarcado instaurado por el sistema sexo-género.
El patriarcado nos oprime a todas, aunque no a todas por igual. El movimiento feminista debe tener siempre presente las marcas de subalternidad que nos cruzan a cada una de nosotras y solidarizarse con la situación particular que atravesamos, para así tener presente que todos los medios son válidos para luchar contra la opresión, presión que es distinta si se conjuga el "ser mujer" con categorías como la clase, etnia, nacionalidad, marginalidad, pobreza, etcétera.
Otro tema se relaciona con los modos que tenemos de demandar y construir. Si decidimos hacerlo a través del trabajo en las instituciones, esta bien. Si decidimos hacerlo a través de marchas callejeras y escraches, también está bien. Esto no se trata de ser las institucionalizadas, las autónomas o “ni las unas ni las otras”, se trata de darse cuenta que todos los medios son complementarios, no tienen por qué excluirse entre si. Si luchamos por lo mismo: los derechos humanos de todas las mujeres. También planteamos lo mismo acerca de la lucha feminista desde la academia o desde las calles: no tiene por qué presentarse como antinomias sino como diferentes formas de abordar una problemática que se enriquecen mutuamente, y que se necesitan mutuamente: la praxis y la reflexión pragmática.
No hay que olvidar que lo más hermoso del feminismo es rebelar que aquello que nos enseñaron cuando nos empujan a desconfiar de las mujeres, no es más que una estrategia del patriarcado para separarnos, y que sólo la sororidad que podemos construir entre nosotras nos va a permitir dar muchos pasos hacia adelante y ninguno hacia atrás. La sororidad es el "pacto político de género entre mujeres que se reconocen como interlocutoras. No hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad de cada una. Está basado en el principio de la equivalencia humana" (1).
Se propone entonces, siguiendo a Marcela Lagarde, una identificación estratégica con el ser mujer pero incorporando las demás categorías que nos constituyen como personas. Esto no debe servir para diferenciarnos y separarnos como mujeres, sino para entender que no hay UNA mujer, y que no resulta lo mismo ser blanca, de clase media y heterosexual que indígena, desocupada e inmigrante. La complejización de la categoría mujeres nos debe servir para plantear políticas más eficaces que prevengan, sancionen y erradiquen las violencias contra las mujeres y garanticen el efectivo goce de los derechos humanos de las mismas.
Abogamos por la constitución de una ciudadana activa, que marche en las calles, que produzca investigaciones, que redacte y promulgue leyes. Creemos que todas las acciones son complementarias y no excluyentes, y todas necesarias para lograr la equivalencia humana. Hasta que la igualdad no sea un hecho, es perentorio utilizar todos los carriles disponibles para lograrlo, y no creer que los medios que utilizamos tienen que enfrentarnos, ya que todas buscamos una sociedad justa en donde el ser mujer no constituya un factor de riesgo.
Les dejamos un video de una conferencia de Marcela Lagarde que resulta muy inspiradora al respecto, extraída de e-mujeres.net (cleckeen sobre la imagen de Marcela)


 http://e-mujeres.net/ateneo/marcela-lagarde/videos/conferencia-nicaragua



Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

(1) Extraído de "La política feminista de la sororidad" de Marcela Lagarde, disponible en  http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1771

lunes, 7 de julio de 2014

La forma de explotación hacia la mujer más antigüa del mundo...


El pacto original en tanto un contrato social como sexual:
es sexual en el sentido patriarcal -el contrato establece
que los varones tiene  derecho sobre las mujeres-
y también es sexual en el sentido de establecer
el acceso de los hombres al cuerpo de las mujeres.
El contrato  original crea lo que se podría
llamar siguiendo a a Adrienne Rich,
la ley del derecho de los varones al sexo” (Pateman, Carol, 1998, p2)


En esta entrada, expondremos ideas que compartimos sobre una temática siempre álgida: la prostitución. Tal vez este haya sido el tema que más haya dividido las aguas en el feminismo principalmente en relación a la existencia o no de consentimiento y libertad de elección de una mujer que se encuentra en situación de prostitución. Frente a esto y para intentar aportar alguna diferencia, tomamos la recomendación de Beatriz Gimeno de trascender los motivos personales y singulares de esas mujeres, para centrarnos en la institución prostitucional y el papel que juega hoy en el patriarcado y a los que intereses sirve.
Creemos que la prostitución pone en juego las estructuras de poder, de género y sexual. La existencia misma del sexismo es lo que permite que los hombres se aseguren sin ningún reparo ético, el acceso al cuerpo de las mujeres. La prostitución instituida, no hace más que perpetuar y reforzar los roles de género desiguales. ¿Porque sino,  es una “opción económica” principalmente para mujeres?

El cliente
La prostitución está diseñada por y para varones; por lo tanto las relaciones prostituyentes que establece se asientan sobre las relaciones de dominación que la cultura y la costumbre legitima. El consumo de prostitución no remite a situaciones de anormalidad, sino que es una práctica institucionalizada. ¿No es acaso “ir de putas” uno de los rituales de iniciación sexual más difundido entre varones?.
Como ya sabemos, lo discursivo es la base sobre la cual se sostienen las prácticas sociales. El discurso patriarcal es el que regula esta práctica, presentándola como un intercambio en el cual el varón es un receptor pasivo de una oferta que está allí, antes, desde siempre, ocultándose de esta manera el rol protagónico que tiene la demanda. Esta visión es totalmente coherente con una sociedad patriarcal que concibe al varón como sujeto del poder y del placer, y a las mujeres como objetos al servicio del placer, las miradas, la palabra masculina. Como plantea Chejter “La violencia de la explotación sexual está enmascarada en una relación contractual entre sujetos supuestamente iguales “ (p.11). Este “supuestamente” iguales, nos ayuda a pensar porque estos varones no se hacen ningún planteamiento de este tipo cuando están con una mujer a la cual consideran -como mínimo en ese momento- de su pertenencia y dominio. Ese "supuestamente iguales", crea una ficción que borra cualquier planteamiento ético ya que relativiza la situación, al adjudicar a las mujeres la libertad de convertirse en objetos. Reconocer que se está pagando por una persona genera malestar, culpa ambigüedad, incomodidad...
Para pensar este intrincado tema de la oferta y la demanda, compartimos las palabras de Chejter ya que aportan mucha claridad: “Sin demanda no existiría oferta de cuerpo para usos sexuales, y tampoco esa demanda tendría posibilidades de subsistir sin una tácita aceptación del derecho de los varones a convertir a semejantes en no sujetos, es decir, en meros objetos de goce sexual, por más que la socialización de este intercambio se legitima a menudo como un  intercambio de placer por dinero. Pensarlo como  un “intercambio entre iguales” constituye notoriamente una ficción que naturaliza y reproduce las prácticas” (p11).

El sexo y lo político
Focault nos permitió pensar a la  sexualidad como construcción discursiva entre la economía del poder y los placeres del cuerpo. El sexo no está ajeno al sistema político de turno ya que éste tiene también su política sexual. Coincidimos con Beatriz Gimeno que plantea que pensar la prostitución solamente desde un punto de vista individual, es consecuente con el sistema neoliberal en el que estamos inmersos, En contra de lo que pretenden hacernos creer, la prostitución de hoy día no tiene mucho que ver con el sexo sino que utiliza un producto que se vende muy bien, el sexo, para sostener y reforzar una institución que tiene que ver con muchas cosas: con las migraciones globales, con el capitalismo, con el patriarcado en su fase neoliberal, con la pobreza, con la feminización de la misma, con una determinada construcción de la sexualidad, con una determinada construcción de las subjetividades, con la construcción de las categorías de género, con el feminismo…la prostitución es todo eso y más”.
Frente a las conquistas del feminismo que arroja luz sobre las desigualdades de género y la masculinidad tradicional, y la recuerpación de espacios de poder que eran patrimonio exclusivo de los varones, la prostitución se convierte en el espacio seguro en el que el machismo logra desplegar su performance de relaciones de género jerarquizadas: los varones clientes/prostituyentes no compran solo un cuerpo, sino también una fantasía de dominio.

Palabras finales..
Para terminar queríamos compartir la sinopsis que aparece en la contratapa del libro “Lugar común, la prostitución” de Silvia Chejter (el cual recomendamos), ya que nos parece que invita a la reflexión:
“Prostituir es un verbo que habitualente se conjuga con un sujeto trastocado. Cuando se dice una mujer se prostituye, ¿que se está diciendo?. ¿Se dirá acaso que el esclavo, se esclaviza o que el obrero se explota a sí mismo?. Cuando un varón paga por sexo, prostituye. El sujeto es el prostituyente llamado -en el lenguaje mercantil travestido que se utiliza- cliente, usuario consumidor. Las personas que son objeto de la accion prostituyente son personas prostituidas. No es posible que alguien se prostituya a sí misma. El trastocamiento del lenguaje se manifiesta tambien cuando un proxeneta se convierte en empresario de la noche, una mujer o persona prostituida en trabajadora del sexo o prestadora de servicios sexuales y el mundo prostibulario en merado del sexo”.
Estamos convencidas que la prostitución sexual no es -como se dice comunmente- el trabajo más antiguo del mundo, en todo caso es la forma de explotación hacia la mujer más antigüa del mundo.
Bibliografía:

miércoles, 25 de junio de 2014

La construcción de la masculinidad y su vinculación con la violencia. Ajustándose a los mandatos

Según la definición de Connell, la masculinidad se define brevemente como: “…la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura” (1997:6). Cuando analizamos la influencia de la socialización diferenciada, y la cuota de responsabilidad de ésta en la violencia contra las mujeres, podemos observar claramente cómo el patriarcado ha repartido arbitrariamente derechos entre los varones y obligaciones entre las mujeres. 

La construcción del sujeto masculino y de las masculinidades fue largamente estudiado por Connell (1997, 2006) quien da cuenta de cuáles son los roles y estereotipos asignados a los varones, qué se espera de ellos, y cómo se legitima un modelo hegemónico del ser masculino que no admite la diversidad. Connell reflexiona sobre esta construcción, que como todas ellas, siempre están atravesadas por otras categorías: clase social, etnia, la edad, la orientación sexual, etcétera, que producen, obviamente, masculinidades plurales y diversas:

… no hay sólo un modelo de masculinidad que funciona para todos los momentos y los lugares; existen diferentes culturas (algunas son bastante más pacíficas que otras) y los modelos de masculinidad cambian con el tiempo. En una misma sociedad, incluso en una comunidad o institución específica, existirán diferentes modelos de masculinidad, distintas formas reconocibles de "ser un hombre" (Connell, 2006:185).

imagen perteneciente a la página web: http://www.codajic.org/node/665

Estas masculinidades están ordenadas también jerárquica y excluyentemente  (Connell, 2006:186). La idea de esta entrada es explorar cómo se construye esa masculinidad hegemónica y qué otras masculinidades intenta forcluir, ya que la masculinidad no puede ser entendida como una posición fija, sino que está atravesada por categorías como la raza, etnia, clase social, la edad, la orientación sexual, etcétera  (Careaga, Sierra, 2006; Menjívar Ochoa, 2001). Esta entrada va en la línea de las entradas Masculinidad hegemónica y patriarcal y A propósito del día del padre... Al respecto Connell define la masculinidad hegemónica como “la configuración de práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres” (1997:12)

Los estudios sobre masculinidades ponen de resalto que ser varón, en primera instancia, es no ser mujer y alejarse lo más posible de lo femenino (Connell, 1997; Batres Méndez, 2009) y ser varón es ser heterosexual (Marzalli, 2006). Con ello podemos ver como la primer definición del ser varón es por la negativa, es precisamente no-ser. Esto conlleva que el varón siempre deba estar demostrando que efectivamente es varón, ya que esta categoría opera como una presunción iuris tantum que puede ser desvirtuada en cualquier momento y que por ello exige que sea reafirmada a cada instante (Odriozola Ezeiza, 2009).

En la realidad no todos los varones ejemplifican el modelo hegemónico, podríamos decir que sólo una minoría lo hace. La jerarquía relacionada con esta versión de la masculinidad es una fuente importante de conflictos y violencia entre los varones: cualquier cuestionamiento a la masculinidad de alguien ocasiona, con frecuencia, peleas y lesiones. El dominio sobre los varones homosexuales o considerados "afeminados" suele ejercerse con violencia, golpes, e incluso mediante asesinatos. La dominación puede también ser simbólica: las demandas de los varones jóvenes que se refugian en la violencia a menudo incluyen este tipo de acusaciones. La violencia racista muchas veces se mezcla con la exigencia de una virilidad superior y con la percepción de amenazas a la dignidad masculina surgidos de los problemas económicos, del desempleo y de una mayor complejidad social (Connell, 2006:186).

En el párrafo anterior podemos ver cómo se legitima la violencia como respuesta a cualquier intento de cuestionamiento de la masculinidad, y cómo el ser masculino implica de alguna manera el ser violento, desde los mandatos de la masculinidad hegemónica. En palabras de Odriola Ezeiza: “Nos han educado a sentir y pensar que nuestra hombría está en juego por esto mismo. Si cumplimos estos papeles se nos considera hombres de verdad; sino, el fantasma de la sospecha se cierne sobre nuestras mentes” (2009:5).

Además de la agresión como respuesta legitimada ante cualquier intento de menoscabar la masculinidad, hay otro sinfín de estereotipos de constituyen al sujeto varón: 

Los demás roles adjudicados a los hombres – tener que ser rígido, serio, vigoroso, valiente, mental, agudo, duro, fuerte, poco o nada sensiblero, sabelotodo,  autoritario, eficiente, el primero, el mejor, activo, decisivo, severo, independiente, siempre dispuesto, apuesto, conquistador, sexualmente activo, competitivo, público, protector, proveedor, productor...- vienen a sujetar el entramado del rol principal de oprimir a las mujeres (Odriozola Ezeiza, 2009:5).

Como la violencia es una forma legítima de respuesta ante actitudes que menoscaban la “dignidad del varón” (González Pagés, 2010) y como todo ser dotado de un aura de superioridad construida socialmente, no se cuestionó hasta hace muy poco tiempo el uso de esta violencia (Batres Méndez, 2009), mucho menos en relación con sujetxs consideradxs inferiores que vienen a poner en cuestión esta masculinidad. Aquí es cuando el ser mujer se constituye como una situación de riesgo, ya que cada vez que una mujer no se ajusta al estereotipo preparado de antemano para ella, de alguna manera cuestiona la superioridad masculina (ya que el estereotipo de la mujer es ser sumisa y sometida por el varón)  y este cuestionamiento se subsana con el empleo de la violencia.
A modo de conclusión y de acuerdo al autor González Pagés: 

Ejercer la violencia es una condición que se les impone a los hombres. Un elemento básico del proceso de construcción de la masculinidad y de las características que los han de definir como hombres en sí, varones hegemónicos. La palabra masculinidad ha sido elaborada históricamente bajo esos cánones y preceptos, por lo que solo nombrarla ya denota superioridad, fuerza y violencia. (González Pagés, 2010:47)

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía

  • Batres Méndez, Gioconda (1999) El lado oculto de la masculinidad/ San José, Costa Rica: ILANUD. Programa Regional de Capacitación contra la Violencia Doméstica.
  • Careaga, Gloria y Sierra, Salvador Cruz, (2006) “introducción” en Careaga, Gloria y Sierra, Salvador Cruz, (comps.) Debates sobre masculinidades, poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía, Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico, D.F. 
  • Connell, R. W. (1997) La organización social de la masculinidad en  Valdés Teresa y Olavarría, José (Eds.) Masculinidad/es. Poder y crisis, Nro. 24. (versión utilizada disponible en http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Connel.pdf  recuperada el 02/10/2013)
  • Connell, R.W. (2006) “Desarrollo, globalización y masculinidades” en Careaga, Gloria y Sierra, Salvador Cruz, (comps.) Debates sobre masculinidades, poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía, Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico, D.F. 
  • González Pagés, Julio César ( 2010) Macho, Varón, Masculino. Estudio de las masculinidades en Cuba. Editorial de la Mujer, La Habana.
  • Manzelli, Hernan,(2006)  “Sobre los significados de ser hombre en varones jóvenes en el área metropolitana de Buenos Aires”, Estudos Feministas, Florianópolis, 14(1): 219-242, janeiro-abril/2006
  • Menjívar Ochoa, Mauricio (2001) “Masculinidad y poder” Espiga 4 , Julio-Diciembre. Disponible en http://www.academia.edu/318152/Masculinidad_y_poder recuperado el 17/01/2014
  • Odriozola Ezeiza, Xabier (2009) Violencias masculinas: la legitimación de la violencia en la construcción de la identidad en los hombres