Amordazar

Autor: Gabriel Sanz

Bienvenidos a De(s)generando el género.

DE(s)GENERANDO EL GÉNERO nace de la necesidad de aunar esfuerzos para lograr la Igualdad de género. El nombre no es casual, sino que se enraíza en el fin que perseguimos: degenerar los conceptos que inundan las consideraciones de género para llegar a deshacerlo, desgenerarlo, y despojarlo de todos estereotipos y mandatos que marcan “el deber ser”en función del sexo con el que nacimos. Nos definimos como feministas, porque creemos que la única forma de vivir en un mundo más justo se relaciona con la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres. Creemos que la educación e información, son la herramienta que nos permitirá vivir en la diversidad, la pluralidad y tolerancia humana. Tenemos la convicción de que esto es posible, y por eso armamos este BLOG , el cual dividimos en secciones que nos parecen de interés para quien quiera acercarse a la temática y estar actualizad@. Las sección “Reseñas”, haremos un breve análisis de distintos títulos de libros y películas que abordan la temática . En las “noticias destacadas”, exponemos los sucesos más relevantes e inauditos, con un pequeño análisis de las mismas. En la agenda, publicamos los eventos relacionados con la temática. En los links de interés, aquellos enlaces que creemos interesantes. Y en la página principal habrá una producción nuestra sobre diversos temas. Todas estas secciones, las vamos a actualizar semana a semana, ya que creemos que la Igualdad y la concientización, es un camino de todos los días.

martes, 7 de julio de 2015

Crónica de una muerte evitable




Marisa se levantó esa mañana y no sabía que iba a morir. Sus vecinxs -que ya habían escuchado gritos en su casa muchas veces-, tampoco, pero lo habían vaticinado más de una vez: “en cualquier momento la mata”, “un día de estos vamos a tener que llamar a la policía”, “cuando alguien haga algo va a ser tarde”. Rodolfo, tampoco sabía que ese era el día en que cometería un femicidio.
Marisa se levantó como todas las mañanas con el cuerpo cansado, abatida, y con poco tiempo para desayunar. Se cambia rápido mientras tiende la cama, y corre a la cocina a tomar tres mates con Rodolfo. Él -que tenía la costumbre de levantarse más temprano para leer el diario - le reclama que nunca se hace el tiempo para desayunar con él y hacer el amor. Marisa se siente cansada, trabaja hasta las 8 de la noche y se hace cargo además de las tareas domésticas. Siente su cerebro comprimido y comparte este sentimiento con Rodolfo. Él, argumenta que la ama, la extraña y la necesita ; que por eso le pide que haga un esfuerzo y se levante antes. Que entiende su cansancio pero que piense también en él , y que está seguro que ese ratito les va a hacer bien a los dos. Marisa asiente, se siente culpable frente al reclamo de Rodolfo y para evitar que se ponga a gritar y a revolear objetos, le promete que la mañana siguiente intentaría tener más tiempo para desayunar juntos y hacer el amor. Mañana siguiente que nunca llegará porque esa noche Marisa va a ser asesinada por Rodolfo y los vecinos finalmente, van a llamar a la policía...cuando sea tarde.
Marisa sale hacia su trabajo bajo el cálido sol de Abril. Camina 3 cuadras hasta la parada del colectivo que la lleva desde Paternal al centro de la Ciudad de Buenos Aires. Marisa es arquitecta y tiene un estudio con un amigo de toda la vida, el único que logró mantener pese a los celos de Rodolfo. Hace tiempo que quiere separarse, pero no pude hacerlo. No le sale. Se siete culpable. Siente miedo. Por momentos se siente manipulada, ahogada. Por otros vuelve a creer, y asume como propias las frases que hasta el cansancio Rodolfo le ha repetido: que nadie la va a amar como él, que sin él no es nada, que él sin ella no es nada, que no puede tirar toda una historia juntos por la ventana así nomás, que él es el único que le dice la verdad y que el resto de personas la usan, que siempre la va a proteger y que van a llegar a viejitos juntos.
Cuando sale del trabajo para su casa, Marisa tenía 37 llamadas perdidas de Rodolfo y otros tantos mensajes de él preguntándole que hacía, donde andaba, que la extrañaba, que le responda, que si estaba muy ocupada con Javier -su amigo-, que si no le contestaba iba a ir a buscarla al trabajo, que estaba preocupado, que lo llame, que lo llame ya, que le estaba haciendo enojar, que porque le hacía eso... Marisa suspira y decide caminar una cuadra y llamar a Rodolfo. Antes de llegar a la esquina él la intercepta, la agarra del brazo, le grita, le dice que quien se creía que es para no contestarle, ella se intenta soltar, forcejean, él la suelta. Marisa no sabía que iba a morir. La gente que pasó por al lado y no intervino tampoco. Rodolfo pensaba que que si Marisa estaba con Javier, no lo iba a poder soportar y era capaz de cualquier cosa.
Se sientan en el colectivo sin hablarse ni mirarse. El viaje continúa en silencio. Un silencio pesado, denso, de ultratumba. Marisa miraba a la ventana. Rodolfo la miraba a ella. No podía sacarle los ojos de encima. Pensaba que ella era sólo de él, que no iba a permitir que esté con nadie, que si se confirmaban sus sopechas era capaz de matarla y matarse, que ella era lo más importante de su vida. Ella, se sentía desmoronada y no podía pensar en nada.
Llegaron a su casa. La calle estaba quieta. Rodolfo saca su llave para abrir, sin mirarla. En medio del silencio de siesta de pueblo, suena el celular de Marisa. Atiende, y dice “después te llamo”. Rodolfo sólo escuchó eso. Marisa fue la última voz amigable que escuchó en su vida.
Rodolfo la agarró del brazo y la metió para adentro. Le gritó. Le dijo “puta”, “¿¿quién es tu macho??”, “¿¿por quién te haces coge??r”, “inservible”, “basura”, “no servís para nada”, “hija de puta”, “pelotuda”, “ya vas a ver...” y primero revoleó su celular, la tiro al suelo, le pegó, la desnudó, olió su ropa interior, la dejó afuera sin ropa, la entró a la fuerza, la violó, no la vio, no la escucho... y la mató.
Todxs sabían que podía pasar, pero nadie dijo nada. Nadie quiso meterse “porque era un tema de ellxs”.
Lxs vecinxs llamaron a la policía, pero ya era tarde. Rodolfo quiso esconderse pero no pudo. Él dijo entre lágrimas que no sabía que había hecho. Marisa, no dijo más nada. Se levantó esa mañana, sin saber que iba a morir en manos de su pareja.


Julieta Evangelina Cano y Maria Laura Yacovino