La relación entre las mujeres y el placer, por varios motivos, siempre fue complejizada.
En primer lugar, porque el placer para nosotras estaba vedado: no debíamos sentir
placer so pena de ser consideradas desviadas y amorales. Ni siquiera podíamos
acceder el placer en el marco de la única relación sexual que se nos permitía,
que era el matrimonio debidamente consagrado.
El acto sexual para nosotras era un sacrificio que debíamos hacer para el goce del
colectivo de varones, representada en la figura del marido. Se trataba de “servir”
al otro.
En un segundo momento, se habilita el placer femenino pero se trataba de un placer
femenino construido a la imagen y semejanza del placer masculino, es decir, nosotras
teníamos que gozar y disfrutar con lo que ellos gozaban y disfrutaban, lo que significaba
poner nuestro cuerpo a su disposición, reforzando además el mandato de la
heterosexualidad obligatoria.
Esta propuesta es lo que convirtió a la vagina en nuestro principal centro de placer,
porque es funcional al modelo de sexualidad y genitalidad masculino, precisamente
porque es el órgano en donde el varón puede satisfacerse sexualmente penetrando.
En la década de los ´70, la Rivolta Femminile del feminismo italiano de la diferencia,
reivindicaba a la mujer como sujeto de placer y sujeta deseante. El deseo aparece
como autónomo, propio de cada mujer y no subordinado a los deseos masculinos.
De hecho, las italianas visibilizan que el único órgano humano que existe sólo
destinado al placer, sin ninguna otra función, era el clítoris, y construyen a la mujer
clitoriana, aquella que goza por si misma, aquella que se lo permite, aquella que
no necesita de un-otro para experimentar el placer, aquella que se permite
experimentar .
La historia del placer femenino cuenta con siglos de negación, invisibilización y condena
de la mujer que siente placer y de la mujer que quiere sentir placer.
Siglos de condenar las relaciones no-heterosexuales y la experimentación en soledad.
Pero esos tiempos, al menos en occidente, están llegando a su fin.
Gracias a las luchas que las mujeres que nos preceden, es que
hoy estamos recuperando nuestro cuerpos para nosotras mismas, y con él viene adosado
el placer y el deseo. O quizá, recuperando el placer y el deseo,
también recuperamos el cuerpo.
Porque no pensamos al cuerpo como algo que nos pertenece por ser nuestra
propiedad privada. Nosotras somos nuestros cuerpos.
Son tiempos en donde nos permitimos la exploración, en donde nos permitimos encontrar
con qué y con quién(es) disfrutamos, donde nos permitimos no definirnos, sino devenir.
Son tiempos en los que no pedimos más permiso.
Colaborando con una amiga feminista que tiene un microemprendimiento dedicado al
placer femenino, un sex shop con mirada feminista, les invitamos a todas las personas
ADULTAS [por una cuestión legal, mayores de 18 años]
a visitar su página web que aquí abajo les dejamos sororamente.
Abrazo feminista, hasta que sea ley!
Julieta Evangelina Cano
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