Amordazar

Autor: Gabriel Sanz

Bienvenidos a De(s)generando el género.

DE(s)GENERANDO EL GÉNERO nace de la necesidad de aunar esfuerzos para lograr la Igualdad de género. El nombre no es casual, sino que se enraíza en el fin que perseguimos: degenerar los conceptos que inundan las consideraciones de género para llegar a deshacerlo, desgenerarlo, y despojarlo de todos estereotipos y mandatos que marcan “el deber ser”en función del sexo con el que nacimos. Nos definimos como feministas, porque creemos que la única forma de vivir en un mundo más justo se relaciona con la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres. Creemos que la educación e información, son la herramienta que nos permitirá vivir en la diversidad, la pluralidad y tolerancia humana. Tenemos la convicción de que esto es posible, y por eso armamos este BLOG , el cual dividimos en secciones que nos parecen de interés para quien quiera acercarse a la temática y estar actualizad@. Las sección “Reseñas”, haremos un breve análisis de distintos títulos de libros y películas que abordan la temática . En las “noticias destacadas”, exponemos los sucesos más relevantes e inauditos, con un pequeño análisis de las mismas. En la agenda, publicamos los eventos relacionados con la temática. En los links de interés, aquellos enlaces que creemos interesantes. Y en la página principal habrá una producción nuestra sobre diversos temas. Todas estas secciones, las vamos a actualizar semana a semana, ya que creemos que la Igualdad y la concientización, es un camino de todos los días.

lunes, 26 de mayo de 2014

El poder el miedo



Miedo a denunciar, miedo a irse, miedo a quedarse, miedo a que le hagan algo a lxs chicxs, miedo a lo que lxs hijxs piensen, miedo a que la familia se entere, miedo a salir a la calle, miedo a la represalias, miedo a hacer algo, miedo... miedo.. miedo...
En las trayectorias de mujeres en situación de violencia de género, el miedo aparece como una emoción que por momentos toma toda la experiencia y paraliza, inmoviliza, anula. ¿De que miedo hablamos? ¿No es acaso el miedo una especie de alarma? La función primordial del miedo es ponernos alerta psicológica y fisiológicamente frente a la existencia de un peligro, para superar la amenaza y conserva la vida. Podríamos tildar esto como un respuesta instintiva. En las situaciones de violencia de género el miedo no siempre funciona así, sino como mecanismo de control  inhibitorio de las conductas motoras y subjetivas, lo cual deja a las mujeres que atraviesan dichas situaciones frente a un peligro constante que a veces no logran dimensionar.
Frente a esto, es interesante pensar que “esperamos encontrar” al estar con una mujer víctima de violencia. O mejor dicho, pensar que implica ser una mujer víctima. No siempre las mujeres que atraviesan esta situación se presentan como la “buena víctima”i , es decir, envueltas en llanto, reflexivas, pidiendo ayuda y permeables a nuestra ayuda “salvadora”ii, (al respecto puede verse la entrada Representaciones distorsivas sobre la mujer víctima/ en situación de violencia).  Por el contrario, muchas veces nos encontramos con una mujer que justifica y minimiza, que no parece pedir ayuda, que no puede registrar el miedo y el peligro; con un relato desafectivizado, sin posibilidad de pensar alternativas a la situación, y con un arrasamiento subjetivo alarmante. O incluso mujeres víctimas enojadas con el sistema público, con las personas que quieren ayudarla, con sus familiares e incluso con nosotras. ¿Es menos víctima por eso? Claro que no, lo que las convierte en mujeres víctimas es estar en una posición de inferioridad respecto de un otro varón que la somete, aísla, culpa y violenta de las formas más variadas, y quedando atrapadas en un miedo que las paraliza física y psíquicamente.
El miedo parte de las amenazas explícitas e implícitas y provoca la inhibición y la restricción de la libertad. Ese miedo que silencia, plaga la historia de estas mujeres. El quiebre de esta ausencia de palabra y asumir su posición de víctimas respecto de ese otro que las violenta permite sortear el mecanismo de defensa de la negación (que es parte del círculo), y empezar a darle estatuto a lo vivido como “parte” de una trayectoria y no como un todo, abriéndose la posibilidad a otra escena que la reconecte con la vida. Identificarse con la figura de la víctima funciona como momento necesario para reconocerse en su realidad y transformar el sufrimiento en fuerza liberadora.
Cuando poco a poco se puede ir poniendo en palabras, el miedo es traído a la conciencia y el registro del peligro empieza a operar como señal de alarma; con el tiempo cuando el miedo se va transformando y puede ser enfrentado, provoca en la mujer su fortalecimiento y la posibilidad de reconstruir su vida, cambiando el silencio por una narrativa en torno al conocimiento de sus derechos.
Pero esto es un proceso y la temporalidad es totalmente singular... Reconocerse como sujeta de derecho, implica tomar conciencia de que la persona que supuestamente se “eligió” como compañero, la des-sujeto de sus derechos y de sí mismas; y esto sumado a las estrategias de los agresores para socavar la autoestima de la mujer minando su vida de amenazas y aislándola, dificulta mucho este reconocimiento de lo propio.
Sin embargo, a partir del registro de la situación, del pedido de ayuda y de la búsqueda de un límite externo se empieza a abrir una grieta que marca un precedente para la subjetividad de la mujer. La denuncia, sea ésta seguida de una medida de protección y una decisión firme de salir de la situación, o solo quede en una denuncia, se ancla en los límites internos que esa mujer comienza a construir para poner fin a la violencia. Esa denuncia, anuncia algo diferente al sobreponerse a la vergüenza que muchas veces impidió que realice ese acto.
Cuando una mujer se anima a denunciar, hay un velo que se cae y le permite ver que con ese varón no puede llegar a ningún acuerdo porque él se seguirá sintiendo su dueño. Empieza a entender que la cosmovisión de la vida de ese varón siempre la dejará en una situación de opresión. Empieza a aceptar que mentirle a sus hijxs pintándole un padre que en realidad no existe, no los protege de nada y le dificulta más el paso por esa situación que obviamente para ellxs también es compleja. De a poco comienza comprender que la opción más saludable para ella y sus hijxs (si los hubiera) es enfrentarlo pero a través de la movilización de los recursos que existen en defensa de las mujeres. 
Y sin darse cuenta, empieza a sentir la libertad de caminar por la calle...
.... de elegir
....de llegar tranquila a su casa
....de disfrutar con amigxs 
....de reirse con sus hijxs y familiares
....de no sentir culpa
....de dejar de tener vergüenza 
..... y de que el miedo constante, sea un recuerdo.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino


i Que esta expresión no sea tomada de forma literal: nos referimos a la víctima que circula en las representaciones sociales.

ii Decimos “salvadora” ironicamente, refiriendonos a aquellxs personas que cabordan a una persona víctima desde esa posición.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Ecofeminismo indígena latinoamericano

Como continuación de la entrada "Ecofeminismo una primera aproximación"  queremos seguir profundizando en esta línea, pero adentrándonos en el feminismo latinoamericano en una de sus vertientes de orígen indígena. Debemos entender al ecofeminismo latinoamericano como un producto diferente, con las características propias de nuestra región, y no como una mera trasposición de una doctrina generada en el norte, ya que cuando esta filosofía llego a nuestra tierra decididamente se vio influenciada por el contexto histórico y social de nuestra américa (Lamus Canavae, 2009: Lértora Mendoza, sin fecha). Entre las representantes de esta corriente se puede citar a Ecofeministas latinoamericanas como Ivonne Gebara en Brasil, Rosa Dominga Trapazo y el colectivo Talitha Cumi en Perú, Safina Newbery y el colectivo Urdimbre de Aquehua en Argentina, Mary Judith Ress en Chile, García Pujol y el colectivo caleidoscopio en Uruguay y Gladys Parentelli, Rosa Trujillo y el colectivo Gaia en Venezuela (Santana Cova, 2000).

La consiga “lo personal es político” que moviliza al feminismo desde las décadas de los ´60 y ´70, no solo impregna el ecofeminismo, sino que también, y en palabras de la autora Lamus Canavae:

Las feministas latinoamericanas (…) redefinen y amplían las nociones dominantes de lucha revolucionaria, al exigir también la revolución en la vida cotidiana, afirmando que una transformación social radical debe abarcar cambios no sólo en las relaciones de clase sino también en las del poder patriarcal, cuestionando con ello las formas autoritarias de hacer política, de la izquierda masculina.  (Lamus Canavae, 2009:6).

Es importante entender las características propias de este movimiento en Latinoamérica, que Celina Lértora Mendoza caracteriza como con un perfil propio, definido por  “la revaloración de las cosmovisiones autóctonas (antiguas) y el énfasis en la praxis deliberación”. En cuando a la primera de las dos características del ecofeminismo local, la autora enfatiza que: “la desacralización de la tierra, así como la marginación de sus sacerdotisas, produjeron un cambio en la percepción de la naturaleza, y un modelo de acción de tipo depredatorio y explotador”.

La situación de abundancia de recursos naturales en los países latinoamericanos han sido utilizados de manera estratégica por los países industrializados, trayendo como resultados la “deforestación, degradación de los suelos, contaminación del aire, tierra y aguas, pobreza, desempleo y subempleo” (Santana Cova, 2000:37-38) etcétera. Las consecuencias de este aprovechamiento desmedido que se traduce en explotación. Fue la reacción de los y las ambientalistas y los movimientos sociales de mujeres (Santana Cova, 2000), y la particularidad de estos últimos es que ha constituido un espacio de acción política sui generis para las mujeres, que además “ha planteado nuevos espacios en lo privado, lo doméstico y lo comunitario, y formas alternativas con contenido político, muchas de las cuales tienen un carácter subversivo ante las prácticas tradicionales“ (Lamus Canavae, 2009:7).

Las luchas indígenas han sido protagonistas en las contiendas medioambientales en América Latina, muchas veces como parte de su demanda por la autonomía (Svampa, 2010). Y las mujeres han sido particularmente activas y críticas al respecto, tal como lo señala Francesca Gargallo (2014) en relación con su participación en la Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra en Cochabamba en 2010, de donde surge el Pronunciamiento del feminismo comunitario:

Las Feministas Comunitarias denunciaron la reducción de la Naturaleza a su función reproductora y el intento falsamente indigenista de coaligar a la Madre Tierra en una relación monógama y heterosexual con el Padre Cosmos. Radicalizaron su feminismo comunitario desde una perspectiva ecofeminista y su ecofeminismo desde una lectura de la economía del cuerpo y la tierra, postulando la absoluta no-propiedad de ambos: como Pachamama la tierra no puede pertenecer ni a un conjunto de personas que se dicen comunidad, sino que la comunidad existe en cuanto está y comparte su ser con la Pachamama (Gargallo, 2014:186).

Aunque dicho pronunciamiento es contundente respecto del aprovechamiento de los recursos naturales en pos de un desarrollo del cual nunca son beneficiarias, es común que sean las mujeres las protagonistas de revueltas y protestas en relación con la cuestión medioambiental .Como ejemplos citados por la autora, se pueden presentar: “Las mujeres purépecha del Municipio Autónomo de Cherán, que en abril de 2011 encabezaron la revuelta contra los talamontes que acosaban su comunidad, agrediendo sus bosques y amenazando la pureza de sus aguas (…) Asimismo, las mujeres zapotecas de Teitipac, en los Valles Centrales de Oaxaca, cuando en febrero de 2013, junto con los hombres de su comunidad, decidieron en Asamblea General expulsar a la compañía minera Plata Real, (…) por la contaminación generada en sus mantos freáticos durante los trabajos de exploración en su territorio, me insistieron que no puede haber libertad para ellas si el agua está contaminada para sus hijos. Las inmensas torres de los molinos de viento de las compañías eólicas transnacionales, también han despertado el enojo de las mujeres zapotecas“ (Gargallo, 2014:12-13).

Innumerables denuncias existen sobre la violencia de Estado que ejercen los países sobre sus poblaciones originarias cuando: “defienden el agua, el aire, la tierra, el subsuelo como elementos sagrados de la vida” adquiere relevancia la categoría de “territorio cuerpo-tierra" según la cual ”resulta evidente que defender un territorio ancestral de la minería sin defender a las mujeres de la violencia sexual es una incoherencia” (Gargallo, 2014:13). En la misma línea, se entiende que la lucha ambiental de las mujeres está ligada también a una crítica a la división sexual del trabajo que jerarquiza las relaciones en base al género:

Este punto es fundamental si consideramos que muchas veces en los discursos sobre el buen vivir, en un esencialismo cultural, se termina atribuyendo a las mujeres indígenas el papel de guar¬dianas de su cultura, vistiendo traje tradicional, mientras que los hombres occidentalizan su aspecto para migrar a las ciudades. Esto sin que paralelamente se asuma el compromiso político de criticar todo aquello que al interior de las culturas produce des¬igualdades de género. (Aguinaga et al, 2012:68)

El ecofeminismo latinoamericano se ve influenciado fuertemente por la cosmovisión holista indígena que logra interconectar a todos los seres con la Naturaleza (como entidad) en donde cada uno tiene un rol y un papel concreto que jugar y que resulta clave para entender el reclamo por el equilibrio ambiental (Santana Cova, 2000).

Las ideas de buena vida para las mujeres pensadas en las comunidades indígenas actuales, que son presentes y modernas, incluyen las ideas de economía comunitaria, solidaridad femenina, territorio cuerpo, trabajo de reproducción colectivo y antimilitarismo. Se sostienen en la resistencia a la privatización de la tierra y desembocan en la crítica a la asimilación de la cultura patriarcal de las repúblicas latinoamericanas y sus leyes, centradas en la defensa del individuo y su derecho a la propiedad privada. Así confrontan lo que subyace en el capitalismo monopólico hegemónico, eso es, la difusión ideológica de que el capitalismo se impondrá en cada rincón del mundo, apropiándose de todas las tierras comunales e imponiendo una única economía salarial del trabajo (Gargallo, 2014:25).

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía
  • Aguinaga, Margarita et al (2012) “Pensar desde el feminismo: Críticas y alternativas al desarrollo” en Lang, Miriam y Mokrani, Dunia (Comps.) Más allá del desarrollo, Quito, Ecuador, Fund. Rosa Luxemburgo / Abya Yala.
  • Gargallo, Francesca (2014) Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra américa. Editorial Corte y Confección, Ciudad de México. (Edición digital). 
  • Lamus Canavae, Doris “Localización geohistórica de los feminismos latinoamericanos” Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Vol. 8, Núm. 24, 2009. Universidad Bolivariana. Chile
  • Lértora Mendoza, Celina “Ecofeminismo latinoamericano”, en Biagini, Hugo y Roig, Arturo (Dirs.) Diccionario del Pensamiento Alternativo II disponible en http://www.cecies.org/articulo.asp?id=387 (recuperado el 15/12/2013).
  • Santana Cova, Nancy (2000) “El Ecofeminismo Latinoamericano. Las Mujeres y la Naturaleza como Símbolos” en Revista Cifra Nueva N° 11. Trujillo Venezuela: ULA –NURR- CDCHT. pp. 39-48. Disponible en http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/18839/2/articulo5.pdf (recuperado el 15/11/2013).
  • Santana Cova, Nancy (2005) Los movimientos ambientales en América Latina como respuesta sociopolítica al desarrollo global. Espacio Abierto [online], vol.14, n.4 [cited  2014-01-23], pp. 555-571.
  • Tardón Vigil, María (2011) “Ecofeminismo. Una reivindicación de la mujer y la naturaleza” El Futuro del Pasado: revista electrónica de historia, Nº. 2, 2011 (Ejemplar dedicado a: Razón, Utopía y Sociedad), págs. 533-54.

martes, 6 de mayo de 2014

Cuando la ignorancia no es ingenua: precisando términos


El concepto “género” ha tenido una gran difusión en las últimas décadas. Sin embargo en su reproducción se le ha dado diversos usos, no siempre correctos. Aún sigue siendo común escuchar por ejemplo la afirmación: “pero algunos varones también sufren violencia de género”. Algo similar sucede con la definición de “feminismo”: existen personas que creen que el Feminismo es “el machismo pero al revés”.
Como ya hemos postulado en la entrada "Reflexiones sobre el uso de lenguaje", el lenguaje construye realidad y por tanto, así como lo que no se nombra no existe, no es lo mismo decir una cosa que otra. Como el título adelanta, nosotras creemos que este mal uso no es inocuo y azaroso. Creemos que responde en un nivel latente a las resistencias instaladas que el sistema patriarcal ha desarrollado a lo largo de la historia. Es por eso que en esta entrada nos proponemos definir dos términos de uso cotidiano: género y feminismo.

Cuando hablamos de género, la mayoría estamos de acuerdo que se referencia a un hecho descriptivo sobre las diferencias entre varones y mujeres. Lo que no siempre queda tan explícito es que el género también hace referencia a una dimensión evaluativa que es consustancial a la anterior, y que nos pone en el terreno de la jerarquía. Como señala Carmen Delgado “de las dos nociones implícitas en el término, la de división y la de jerarquía, se hace hincapié solamente sobre la división” (p.59). Es decir que cuando hablamos de género, no podemos olvidarnos que es un concepto relacional entre dos partes diferentes, en la cual una está valorada por sobre la otra. Esta es la definición de género desde su origen, por lo cual si se la tiene en claro, la afirmación de “hay varones que también sufren violencia de género” cae por si misma, ya que una de las condiciones para padecerla sería pertenecer al grupo oprimido y esto sabemos que históricamente no ha ocurrido. Por ende, un varón puede sufrir violencia, pero no violencia de género. Carmen Delgado utiliza una analogía para explicarlo: así como no diremos que la clase alta sufre discriminación de clase ya que en el concepto de clasismo está incluida la dimensión evaluativa de jerarquía, conceptualmente tampoco podemos decir que el sexo históricamente privilegiado sufre violencia de género.
Referirnos a violencia de género o a desigualdad de género implica que hay un grupo que ESTRUCTURALMENTE tiene una posición jerárquica sobre otro. Y lo resaltamos, porque no hablamos de individuos concretos sino de grupos de pertenencia. Vale la aclaración, ya que es frecuente que cuando se tratan estos temas en foro de debates o capacitaciones, la primera reacción sea por ejemplo, “yo a mis hijxs nos los críos así”, “de chiquita yo jugaba con varones, a mi no me lo prohibieron”, o “ahora los varones lloran”... Más allá de nuestra opinión personal sobre estas “actitudes igualitarias”, es bueno remarcar que por supuesto que hay excepciones que confirman la regla, que no negamos que haya varones que sufran algún tipo de violencia, pero que estructuralmente aún hoy la posición superior la sigue teniendo el grupo conformado por los varones... y sino a los informes los remitimos.
En síntesis, mirar/hablar/analizar/vivir con perspectiva de género, es visibilizar que la particularidad de la diferencia entre varones y mujeres es que se ha construido como una desigualdad. Esto implica que desde que nacemos se nos socializa como varones o como mujeres habilitando ciertos espacios ventajosos para unos y desventajosos para las otras, y que a partir de aquí construimos nuestra identidad y subjetivamos el mundo en base a esta matriz relacional que nos ubicará en posiciones de dominadores o de subordinadas.

El feminismo es el movimiento social y teoría política que vino a develar estas inequidades. Si bien el concepto de género nace con Stoller para el abordaje del entonces (mal) llamado “trastorno de la identidad”, el género como categoría de análisis es una de las contribuciones más importantes del feminismo.
Definir el feminismo no es tarea fácil ya que existen varias corrientes y entre ellas hay diferencias (Ver entrada Feminismo Segunda Ola). Pese a las singularidades, el leit motiv que atraviesa y es compartido por todas las corrientes es la lucha contra el sexismo en todos los terrenos y en todas las relaciones de poder (jurídico, socioeconómico e ideológico). Tomando la definición de Marcela Lagarde El feminismo constituye una cultura que, en su globalidad, es crítica de un sujeto social -las mujeres-, a la sociedad y la cultura dominantes, pero es mucho más: es afirmación intelectual, teórica y jurídica de concepciones del mundo, modificaciones de hechos, relaciones e instituciones; es aprendizaje e invención de nuevos vínculos, afectos, lenguajes y normas; se plasma en una ética y se expresa en formas de comportamiento nuevas tanto de mujeres como de hombres”. Con esto queda claro que el feminismo no es un movimiento contra el varón, y que busca dominarlo; un movimiento de tal características sería el hembrismo(macho/hembra) que se define como “conjunto de actitudes y comportamientos que rebajan la dignidad del hombre marginándolo y despreciándolo frente la mujer, por el mero hecho de pertenecer al sexo masculino”. El feminismo al definirse antisexista (discriminación por razón de sexo), no incluye al hembrismo ya que -al igual que el machismo- se basa en le superioridad de un sexo sobre otro, y la base del movimiento feminista es la creencia de que la superioridad entre los sexos es construida y por tanto que hay una igualdad que es posible alcanzar. El feminismo no lucha contra “el varón” sino contra el patriarcado como sistema de creencias económico, político, jurídico, religioso, y contra su poder.

Teniendo claro que es género y que es feminismo, estamos en condiciones de poner ambos términos en relación. Como enunciamos líneas arriba, la utilización del género como categoría de análisis ha sido uno de los mayores aportes del feminismo, ya que ha permitido visibilizar muchas de sus dimensiones. Compartimos la sistematización que hace al respecto Susana Gamba (2008) sobre el género:

  • Es una construcción social e histórica (por lo que puede variar de una sociedad a otra y de una época a otra);
  • es una relación social (porque descubre las normas que determinan las relaciones entre mujeres y varones);
  • es una relación de poder (porque nos remite al carácter cualitativo de esas relaciones);
  • es una relación asimétrica; si bien las relaciones entre mujeres y varones admiten distintas posibilidades (dominación masculina, dominación femenina o relaciones igualitarias), en general éstas se configuran como relaciones de dominación masculina y subordinación femenina;
  • es abarcativa (porque no se refiere solamente a las relaciones entre los sexos, sino que alude también a otros procesos que se dan en una sociedad: instituciones, símbolos, identidades, sistemas económicos y políticos, etc.);
  • es transversal (porque no están aisladas, sino que atraviesan todo el entramado social, articulándose con otros factores como la edad, estado civil, educación, etnia, clase social, etc);
  • es una propuesta de inclusión (porque las problemáticas que se derivan de las relaciones de género sólo podrán encontrar resolución en tanto incluyan cambios en las mujeres y también en los varones);
  • es una búsqueda de una equidad que sólo será posible si las mujeres conquistan el ejercicio del poder en su sentido más amplio (como poder crear, poder saber, poder dirigir, poder disfrutar, poder elegir, ser elegida, etcétera).




Al develar la complejidad del género en las relaciones entre varones y mujeres, el movimiento feminista ha conseguido cambios fundamentales para lograr la igualdad, como el derecho al voto femenino, a la educación, al acceso al trabajo, al uso libre de anticonceptivos, al aborto, a la libertad sexual, a posiciones políticas, a la eliminación de la tutela... En síntesis, a ir en pos de la libertad y la igualdad. Es importante no leer estos avances como exclusivos de las mujeres, dado que son conquistas que se han logrado para la humanidad en su conjunto ya que ser parte de una sociedad más digna e igualitaria, es un trabajo que nos compete e incluye a todxs. 

Para cerrar, quisiéramos compartir una reflexión de Marcela Lagarde sobre el feminismo (el subrayado es nuestro):
“El feminismo es una voz, es palabra diferente que nombra, enuncia, devela, analiza y duda, son nuevos valores y códigos éticos, y es hedonismo cuyas raíces tienden a la síntesis vital de lo físico, de lo afectivo, de lo intelectual y de lo erótico. El feminismo sintetiza la experiencia histórica de un género en la que cuerpo y mente, cuerpo y afectos, razón y afectos, no están separados: las mujeres somos nuestros cuerpos y nuestra subjetividad. El feminismo es, en esencia, política en acto. Es una crítica filosófica e ideológica a la cultura política autoritaria y al poder como dominio, y reivindica en acto el poder como derecho a existir, como afirmación de los sujetos por sí mismo. Como concepción del mundo inacabada y desigual de las mujeres, el feminismo es subjetivo porque expresa sujetos particulares incrédulas de la verdad, del dogma, de la perfección y de la objetividad. Es un conjunto de concepciones con distintos niveles de integración que siempre está por ampliarse; su condición es el cambio. El feminismo incide y surge de las formas diferentes de ser mujer, en cada mujer. De esta manera, el feminismo se perfila como alternativa a la cultura política porque, en contradicción con las teorías de la revolución, es una de esas revoluciones que en su permanente construcción - desconstrucción no estalla, no irrumpe: ocurre cotidianamente y en su devenir transforma a mujeres y hombres, a las instituciones, a las normas, a las relaciones; enfrenta y desacraliza los fundamentos de tabúes, así como los ritos y los mitos que hacen su representación simbólica. Desde su parcialidad, el feminismo anticipa la necesaria visión sobre la condición masculina que aún no emerge de los hombres, en tanto género que no puede reivindicarse más como estereotipo de lo humano”.


El feminismo ha sido y es una revolución que produjo profundas transformaciones sociales. El feminismo es una revolución pacífica que se gesta cada día. Tal vez sea la única revolución que sigue cobrando víctimas de un solo bando.



Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino






BIBLIOGRAFIA

-Delgado Carmen: La violencia de género entre jóvenes: Señales de alarma. Salamanca
-Gamba Susana: ¿Que es la perspectiva de género y los estudios de género?. Recuperado el 22/4/14. Disponible en http://www.mujeresenred.net/IMG/article_PDF/article_a1395.pdf
-Lagarde Marcela: Enemistad y sororidad: Hacia una nueva cultura feminista 
-VV/AA: Temario de Genero e igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Granada. Recuperado el 20/4/14. Disponible en http://www.granada.org/obj.nsf/in/FBOMMMP/$file/TemarioGrupos_C_y_%20D.pdf