Amordazar

Autor: Gabriel Sanz

Bienvenidos a De(s)generando el género.

DE(s)GENERANDO EL GÉNERO nace de la necesidad de aunar esfuerzos para lograr la Igualdad de género. El nombre no es casual, sino que se enraíza en el fin que perseguimos: degenerar los conceptos que inundan las consideraciones de género para llegar a deshacerlo, desgenerarlo, y despojarlo de todos estereotipos y mandatos que marcan “el deber ser”en función del sexo con el que nacimos. Nos definimos como feministas, porque creemos que la única forma de vivir en un mundo más justo se relaciona con la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres. Creemos que la educación e información, son la herramienta que nos permitirá vivir en la diversidad, la pluralidad y tolerancia humana. Tenemos la convicción de que esto es posible, y por eso armamos este BLOG , el cual dividimos en secciones que nos parecen de interés para quien quiera acercarse a la temática y estar actualizad@. Las sección “Reseñas”, haremos un breve análisis de distintos títulos de libros y películas que abordan la temática . En las “noticias destacadas”, exponemos los sucesos más relevantes e inauditos, con un pequeño análisis de las mismas. En la agenda, publicamos los eventos relacionados con la temática. En los links de interés, aquellos enlaces que creemos interesantes. Y en la página principal habrá una producción nuestra sobre diversos temas. Todas estas secciones, las vamos a actualizar semana a semana, ya que creemos que la Igualdad y la concientización, es un camino de todos los días.

lunes, 24 de junio de 2013

Acoso sexual y acoso por razón de sexo: formas de control del espacio público


La irrupción en el ámbito público
No es una novedad teórica que las mujeres estuvimos relegadas al espacio privado durante mucho tiempo, y cuando decimos mucho, estamos deciendo que recién a partir del siglo XX la situación empezó a revertirse, por lo menos del lado occidental del mundo. Nuestra irrupción en el mercado laboral fue, en un principio, tímida: sólo se nos era permitido trabajar en determinados espacios, que poco a poco fueron ampliándose, muy a pesar de algunos y algunas.
Esta realidad trajo aparejadas la aparición de nichos laborales para mujeres, trabajos feminizados, techo de cristal y un montón de otros conceptos más que están intimamente relacionados con el fenómeno del trabajo femenino. En este post nos dedicaremos a describir brevemente dos fenómenos que también aparecieron cuando la mujer irrumpe en el espacio público, tradicionalmente masculino: el acoso por razón de sexo y el acoso sexual, conductas ambas que no son otra cosa que formas de control de la circulación del espacio público por parte de los varones.

Acoso por razón de sexo
En el ámbito laboral, la ley 26.485, entre las conductas que constituyen violencia laboral, determina: “asimismo, (la violencia laboral) incluye el hostigamiento psicológico en forma sistemática sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral.”

¿Qué conductas pueden configurar este hostigamiento psicológico que describe la ley? Pues bien, enumeraremos algunos, de acuerdo a DIANA SCIALPI:
  • Se restringe la autonomía de la trabajadora
  • No se le transmiten informaciones útiles para la realización de su tarea
  • Se cuestionan sistemáticamente todas las decisiones.
  • Se le critica su trabajo injusta o exageradamente.
  • Se le retacea el acceso a útiles de trabajo.
  • Se le dan permanentemente tareas nuevas
  • Se le dejan de asignar tareas que le incumben normalmente
  • Se le asignan sistemáticamente tareas inferiores o superiores a su competencia
  • Se le presiona para que no haga valer sus derechos
  • Se le asignan contra su voluntad tareas peligrosas
  • Se le asignan tareas incompatibles con su salud.
  • Se le ocasionan daños en el puesto de trabajo
  • Se le asignan tareas que deliberadamente son imposibles de ejecutar
  • Sus superiores o colegas no le hablan
  • Se mantiene con la persona sólo comunicación por escrito
  • Se rehúye el contacto visual
  • Se la aparta físicamente de los demás
  • Se ignora su presencia.
  • Se le impide que hable con otr@s
  • Se utilizan frases despreciativas para descalificarla
  • Se apela a gestos para menospreciarla (suspiros, miradas)
  • Se hacen correr rumores
  • Se le atribuyen problemas psicológicos
  • Se burlan de alguna discapacidad o atributo físico, se la imita o caricaturiza
  • Se le critica su vida privada
  • Se la hace objeto de mofa relativa a sus orígenes o a su nacionalidad
  • Se atacan sus creencias religiosas o convicciones políticas
Téngase siempre presente que estas conductas tienen una única finalidad: lograr la exclusión de un espacio que, de acuerdo al criterio de algunos, no le pertenece.
Rita Segato define a la violencia moral como "todo aquello que envuelve agresión emocional, aunque no sea ni conciente ni deliberada. Entran aquí la ridiculización, la coacción moral, la sospecha, la intimidación, la condenación de la sexualidad, la desvalorización cotidiana de la mujer como persona, de su personalidad y trazos psicológicos, de su cuerpo, de sus capacidades intelectuales, de su trabajo, de su valor moral. Y es importante enfatizar que este tipo de violencia puede muchas veces ocurrir sin cualquier agresión verbal, manifestándose exclusivamente con gestos, actitudes, miradas.  La conducta opresiva es perpetrada en general por maridos, padres, hermanos, médicos, profesores, jefes o colegas de trabajo."

Nuestra legislación interna no tiene receptada la figura del acoso por razón de sexo como tal. Sí tenemos otras herramientas para combatir este flagelo: la ley 23.592 de 1988 penaliza los actos discriminatorios, y lo hace de esta manera: “Quien arbitrariamente impida, obstruya, restrinja de algún modo menoscabe el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales reconocidos en la Constitución Nacional, será obligado, a pedido del damnificado, a dejar sin efecto el acto discriminatorio o cesar en su realización y a reparar el daño moral y material ocasionados. A los efectos del presente artículo se considerarán particularmente los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos” (artículo 1º)
La ley 25.013 de 1998 introduce en su artículo 11 la figura del despido discriminatorio por razón de raza, sexo o religión: "Será considerado despido discriminatorio el originado en motivos de raza, nacionalidad, sexo, orientación sexual, religión, ideología, u opinión política o gremial". Aunque en la ley se establece que la prueba estará a cargo de quien invoque la causal, en un reciente fallo de la Sala Primera de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, aplicando el principio de prueba dinámica, se invirtió la carga de la prueba, dado que es muy difícil para una trabajadora demostrar que fue discriminada, y por este fallo, ahora le conrresponde al empleador demostrar que no fue discriminada. El fallo en cuestión es: “P.M.A. C/ S A L.N. S/ DESPIDO”, contra el diario La Nación del 18/02/2013, y es realmente recomendable su lectura, ya que es la primera vez que leemos que, aplicando la ley nacional 26.485 se condena por violencia de género en el ámbito laboral.

Acoso sexual
Una vez más, y de manera inexplicable, tenemos que decir que nuestra país no cuenta con la figura penal del acoso sexual. Esto es grave no sólo por no penalizar la conducta, sino porque cada cual puede entender cosas distintas ante la expresión “acoso sexual” de mayor o menor gravedad, cayendo en el artículo 119 del código penal que establece una pena para quien "abusare sexualmente (actividad sexual sin consentimiento) de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción." El problema es determinar qué es abusar sexualmente de alguien, y qué conductas pueden integrar ese abuso.
Para evitar este divagaciones en cuanto a ello, es necesaria su tipificación penal. Nosotras, para definir el acoso sexual, vamos a referenciarnos con unas pautas que dictó la Organización Internacional del Trabajo: para que haya acoso sexual deben integrarse tres elementos:
1. un comportamiento de carácter sexual
2. que no sea deseado
3. y que la víctima lo perciba como un condicionante hostil para su trabajo, convirtiéndolo en algo humillante.
Según una investigación de la Secretaría de la Mujer de UPCN, desarrollada en 1994, se determinaron diferentes grados de acoso sexual:
Nivel 1) Acoso leve, verbal: chistes, piropos, conversaciones de contenido sexual.
Nivel 2) Acoso moderado, no verbal y sin contacto físico: Miradas, gestos lascivos, muecas.
Nivel 3) Acoso medio, fuerte verbal: Llamadas telefónicas y/o cartas, presiones para salir o invitaciones con intenciones sexuales.
Nivel 4) Acoso fuerte, con contacto físico: Manoseos, sujetar o acorralar.
Nivel 5) Acoso muy fuerte: Presiones tanto físicas como psíquicas para tener contactos íntimos.

A nivel de la provincia de Buenos Aires, existe la ley 12.764 que regula el acoso sexual pero sólo en el ámbito de la administración pública, y define el acoso sexual cómo:
"Se entiende por acoso sexual el accionar de los funcionarios y/o empleados públicos que valiéndose de su posesión jerárquica o de circunstancias vinculadas con su función, incurran en conductas que tengan por objeto cualquier tipo de acercamiento sexual no deseado por la persona a quien va dirigido, requerimiento de favores sexuales y cualquier otra conducta verbal o física de naturaleza sexual, cuando se da una o más de las siguientes circunstancias:
a) Cuando someterse a dicha conducta se convierta de forma implícita o explícita en un término o condición de empleo de una persona.
b) Cuando el sometimiento o rechazo a dicha conducta por parte de la persona se convierte en fundamento para la toma de decisiones en el empleo o respecto del empleo que afectan a esa persona.
c) Cuando esa conducta tiene el efecto o propósito de interferir de manera irrazonable con el desempeño del trabajo de esa persona o cuando crea un ambiente laboral de abuso, intimidante, hostil u ofensivo".
Quizá esta tipificación provincial pueda guiar a una tipíficación nacional de este conducta que afecta de manera particularmente grave a las mujeres en sus ámbitos laborales y/o académicos.

Consideraciones finales
El acoso sexual y el acoso por razón de sexo son dos formas de control del espacio público por parte de los varones. Desde el “piropo” que puede decirte cualquier varón con el que te cruzás por la calle, hasta el acoso sexual en el trabajo que podés sufrir por parte de tu jefe o de un compañero de, no son sino formas de mostrarnos que ellos tienen la prerrogativa de controlar quién circula por el espacio público que tradicionalmente les perteneció con exclusividad. Y de hecho, tenemos tan naturalizadas estas formas de control, que nos es difícil percibirlo como tal.
Si nos detenemos un minuto a pensar en que, si nuestro jefe nos alaba sistemáticamente la belleza de nuestras piernas y solicita que nos vistamos más con faldas, eso, señoras y señores, es acoso, y es control. Muchas de nosotras no lo llegamos a percibir así porque aún sentimos que estamos de prestado en un ámbito que no nos es propio: el ámbito público, y un halago a nuestras piernas es lo más leve que nos podría pasar, por eso lo toleramos. Llevándolo al extremo, sería algo así como una especie de síndrome de Estocolmo laboral, es decir,  agradecer que no se nos excluya del espacio, y por ello tolerar lo intolerable.
Creemos necesario no sólo la respuesta legislativa-estatal en relación con esta temática, sino la concientización para desnaturalizar lo que durante mucho tiempo fue un derecho masculino: decidir quién circula y por cuanto tiempo por el espacio público, espacio de prestigio que se reservaron sólo para si. La igualdad es más que tener el derecho formal de trabajar en nuestra profesión, en también el derecho a no ser molestadas por ello.

Bibliografía:
  • SEGATO, Rita  “La argamasa jerárquica: violencia moral, reproducción del mundo y la eficacia simbólica del derecho”, en Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires, Prometeo-UNQ, 2003.
  • SCIALPI, Diana, “violencia en el trabajo. La incorporación del fenómeno a la agenda académica y pública. Aportes para su construcción como problema público y objeto de políticas públicas” en CORSI Y PEYRÚ (Comp.) Violencias sociales, Barcelona, Edit. Ariel, 2003.
  • Investigación de la Secretaría Gremial de la Mujer de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN. 1997) sobre acoso sexual femenino en el ámbito de la Administración Pública Nacional.


Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

lunes, 17 de junio de 2013

“Son aquellas pequeñas cosas...” Micromachismos de la vida cotidiana




Probablemente ningunx de lxs que esté leyendo este post ponga en duda que un golpe físico contra una mujer en base a su condición de tal, es violencia de género. Sin embargo hay muchas expresiones de la violencia machista que son menos evidentes y no por eso menos importante. Hablamos aquí de la violencia simbólica y los micromachismos.
Luis Bonino (1999) define los micromachismos como “... actitudes de dominación suave o de bajísima intensidad, formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. Son, específicamente, hábiles artes de dominio, comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente. Son de tipo “micro”-tomando un término de Foucault-, del orden de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia”. Serían aquellos comportamientos de la vida cotidiana que se enmarcan en una naturalidad tal, que los convierte en incuestionables. Están en un nivel más allá de la conciencia funcionando como dispositivos mentales automatizados en el proceso de “ser hombres” , y en su acción se expresa y reafirma la supuesta superioridad masculina y su contracara: la debilidad femenina.
Para poder entender este entramado, creemos interesante servirnos de la teorización de Bourdieu sobre la violencia simbólica y los habitus. Estos últimos son esquemas de pensamiento -por ende de acción- incorporados por las personas -agentes- a lo largo de su vida, y que generan prácticas acorde a dichos esquemas. El habitus es entonces un principio generador de determinadas prácticas las cuales dan origen a esos mismos habitus, debido a la permanencia en las posiciones que ocupamos en la estructura social.
Cuando estos esquemas o habitus refieren a una visión del mundo donde la desigualdad de género es constitutiva, ambos actores -dominado y dominador- se ubican en la posición que esa realidad determina, expresado en lo que conocemos usualmente como “violencia simbólica”. Esta es la violencia esencial que se perpetúa por medio de diversos procedimientos (como los micromchismos) para sostener el modelo de Machismo Hegemónico configurando un espacio común en que los agentes sociales se encuentran en una relación de reconocimiento.
Creemos que este es el punto que hace que los micromachismos tengan esta cualidad de “micro”, de invisibles: al reconocernos varones y mujeres dentro del idioma de ese habitus, nada de estos pequeños comportamientos resultan ego-distónicos, y por lo tanto no aparece -al menos en una primera instancia- la posibilidad de interrogarse.
Es importante recalcar esto, ya que si bien ha habido muchos avances hacia la igualdad de género erradicar estas conductas es tremendamente complicado. Existen muchas resistencias que quieren disfrazarse de discursos políticamente correctos, pero que encubren esta desigualdad. Por ejemplo, no es exótico escuchar que alguien -el o ella- diga que “es muy compañero, porque la “ayuda” en todo”, como si ese todo que (se refiere a lo doméstico) sería patrimonio de la mujer.

Ahora bien, si son tan invisibles, ¿como darnos cuenta cuales son esas actitudes micromachistas que responden al sistema patriarcal?. Luis Bonino (1999) hace una clasificación de los micromachismos, la cual pasamos a reproducir:

  • MICROMACHISMOS UTILITARIOS: fuerzan la disponibilidad femenina usufructuando y aprovechándose de diversos aspectos "domésticos y cuidadores" del comportamiento femenino tradicional. Caracterizados por su índole utilitaria, su efectividad está dada no por lo que se hace, sino por lo que se deja de hacer y que se delega en la mujer, que así pierde energía vital para sí.
    Algunos ejemplos son: la no responsabilización sobre lo doméstico (ya sea ninguna, la ayuda, o el ventajismo),y el aprovechamiento y abuso de las capacidades "femeninas" de servicio (la naturalización y aprovechamiento del rol de cuidadora , la delegación del trabajo del cuidado de vínculos y personas, los requerimientos abusivos solapados o la negación de la reciprocidad).
  • MICROMACHISMOS ENCUBIERTOS: abusan de la confianza y credibilidad femenina ocultando su objetivo. Se caracterizan por su índole insidiosa, encubierta y sutil, razón por la que son muy efectivos. Aunque el objetivo del varón que los ejerce es claro -dominio, imposición de las “verdades” masculinas y forzamiento de disponibilidad de la mujer para mantener las cosas en la dirección elegida por él-, éstos son ocultados tras "otras razones".  Estos Micormachismos son los más manipulativos, y por sus características de encubiertos, la mujer no suele percibirlos, aunque es “golpeada” psicológicamente por ellos con diversas intensidades.
    Algunos ejemplos son: la creación de falta de intimidad (comportamientos activos de alejamiento, con los que el varón intenta controlar las reglas de juego de la relación a través de la distancia: silencio, aislamiento y malhumor manipulativo, avaricia de reconocimiento y disponibilidad ), la seudointimidad y seudocomunicación (la comunicación defensiva-ofensiva, los engaños y mentiras, la actitud seudonegociadora),el paternalismo, las inocentizaciones (consistentes en declararse sin responsabilidades –es decir inocente-, en cuanto a la producción de disfunciones y desigualdades en lo cotidiano, tales como la inocentización culpabilizadora/condenatoria de la mujer o diversas formas de autoindulgencia y autojustificación -hacerse el tonto o el bueno, impericias y olvidos selectivos, minusvaloración de los propios errores, echar balones fuera-)
  • MICROMACHISMOS DE CRISIS: fuerzan la permanencia en el statu quo desigualitario cuando éste se desequilibra, ya sea por aumento del poder personal de la mujer, o por disminución del varón. El empleo de estos comportamientos tiene por objetivo evitar el cambio de statu quo, retener o recuperar poder de dominio, eludir el propio cambio o sosegar los propios temores a sentirse impotente, inferiorizado, subordinado o abandonado (que son los temores con los que los varones, desde la socialización genérica, suelen reaccionar ante las relaciones igualitarias con las mujeres) .
    Ejemplos de estos micromachismos son: el hipercontrol, el seudoapoyo, la resistencia pasiva, el refugio en la crítica al estilo "femenino" de reclamo, el prometer y hacer méritos, el victimizarse, el dar pretextos, o "darse tiempo" para el cambio.
  • MICROMACHISMOS COERCITIVOS: Sirven para retener poder a través de utilizar la fuerza psicológica o moral masculina. Su característica particular es que en ellos el varón usa la fuerza (no la física sino la moral, la psíquica, la económica o la de la propia personalidad) de un modo “directo”, para intentar doblegar a la mujer, limitar su libertad, expoliar su pensamiento, su tiempo o su espacio, y restringir su capacidad de decisión.
    Algunos ejemplos de esta categoría son: las coacciones a la comunicación , el uso expansivo – abusivo del espacio y del tiempo para sí, la insistencia abusiva para lograr fines , la apelación a la “superioridad” de la lógica "masculina"

    En la bibliografía, pondremos los artículos en los que puede consultarse más extensamente ejemplos de micromachismos. Creemos que la importancia de nombrarlos, radica en romper con el insidioso y silencioso influjo que poseen y que producen resistencias a la instalación material y efectiva de la igualdad entre varones y mujeres.



    Julieta Evangelina Cano  y María Laura Yacovino

    Bibliografía:
    -BONINO, Luis: MIcromachismos: La violencia invisible en la pareja. Disponible en http://www.joaquimmontaner.net/Saco/dipity_mens/micromachismos_0.pdf 
    -BONINO, Luis: Los Micromachismos (2004). Artículo de Revista La Cibeles, Madrid. Disponible en http://www.luisbonino.com/pdf/Los%20Micromachismos%202004.pdf 
    -BONINO, Luis: Micromachismos, El poder masculino en la pareja moderna. Disponible en http://vocesdehombres.files.wordpress.com/2008/07/micromachismos-el-poder-masculino-en-la-pareja-moderna.pdf 
                              
    -BOURDIEU, Pierre: Meditaciones Pascalianas, Ed. Anagrama, 1999.
    -BOURDIEU, Pierre: La dominanción Masculina, Paris. 1994

    -HERNANDEZ MORALES, Cesar: El lugar de la violencia simbólica en la teoría de Pierre Bourdieu


jueves, 6 de junio de 2013

La violencia masculina ¿demasiada testosterona?

Es bien sabido que el género es una construcción sociocultural, por medio de la cual se asignan a hombres y mujeres determinados comportamientos, sentimientos y actitudes que deben interiorizarse e interpretarse a la perfección si es que quieren pertenecer a la sociedad que los dicta. Siguiendo a Chicano Jávega, el género se define como un “… conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un proceso histórico que se desarrolla a diferentes niveles …” (1)
Así como el género es una construcción social, hay muchas otras "verdades" que vienen siendo repetidas desde antaño- e incluso con pretensión científica-, que el última instancia no son otra cosa que construcciones sociales. Cualquiera de nosotr@s por ejemplo, habrá escuchado muchas veces sobre la insaciable apetencia sexual de los hombres: tal es la intensidad de este "impulso natural" que no pueden contenerse frente a una propuesta de este tipo o incluso frente a lo que les dicta el cuerpo, aún cuando no haya consentimiento de parte de la mujer. Esto que paradójicamente adjudica una actitud irracional a seres que son el paradigma de la racionalidad desde la Ilustración, no es otra cosa que un mito, una construcción social , una forma de justificar muchas conductas inapropiadas y otras aberrantes frente a sus propios ojos.

También hay pretensión de cientificidad en aquellos que pretenden justificar la violencia masculina en un componente biológico. ¿Puede la testosterona (2) condicionar las relaciones entre hombres y mujeres? Hay estudios científicos que revelaron que la mayor presencia de testosterona  puede estar asociada a mayor nivel de agresividad (3).  Pero también hay estudios que revelan la fuerza de las construcciones sociales al respecto. Margaret Mead (4) , a partir del estudio de tres sociedades de Nueva Guinea, llegó a la conclusión que el sexo no era condicionante del rol que asumían los hombres y las mujeres en la sociedad. El rol pasivo y hogareño de las mujeres, y el rol agresivo y belicoso de los hombres, no está determinado en nada por ser mujeres o por ser hombres, sino que era básicamente producto de la socialización.
Los resultados de sus estudios indicaron que los Arapesh (primera comunidad analizada), poseían tanto  hombres como mujeres un temperamento pacífico, y ambos desarrollan una personalidad que nosotros llamaríamos “maternal” en lo relativo al cuidado de los niños y “femenina” en los aspectos sexuales  y ninguno de los dos hacían la guerra; entre los Mundugumor, pasaba lo contrario: tanto hombres como mujeres eran de temperamento bélico, y por último entre los Tchambuli los hombres se acicalaban y usaban su tiempo en arreglarse mientras las mujeres trabajaban y eran prácticas: allí la mujer es la que domina, ordena y es fría emocionalmente, mientras que el hombre se muestra sometido y dependiente, exactamente lo contrario a las sociedades occidentales a las que estamos acostumbrados actualmente (5).

Por las conclusiones a las que llegó Mead, podríamos decir que el componente biológico es casi nulo a la hora de determinar las asignaciones de género, siendo éstas el resultado casi excluyente de una decisión racional sobre qué se espera de los hombres y de las mujeres en cuanto al rol que cumplen en la actualidad. No es posible fundar las respuestas agresivas en una constitución fisiológica-genética. A responder agresivamente se aprende, y a no hacerlo también. Este post es un pequeño nuevo aporte al debate sobre la violencia y pone a su disposición argumentos también científicos para desmitificar la naturaleza masculina como una naturaleza agresiva, partiendo de la base también que lo que se entiende por "naturaleza" también es una construcción social, pero eso es para otro debate. Lo importante es que si la respuesta agresiva es una construcción social, un mandato de la masculinidad hegemónica, se puede deconstruir.




Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino
Notas:
(1) CHICANO JÁVEGA, E. “Comparencia ante la comisión de Trabajo y Asuntos Sociales celebrada el día 19 de julio de 2004” en Diario de Sesiones del Congreso de Diputados, 64, 2004, pp. 35-49.
(2) “La testosterona es una hormona esteroide del grupo andrógeno y es encontrada en mamíferos, repitles, aves, y otros vertebrados. En los mamíferos, la testosterona es producida principalmente en los testículos de los machos y en los ovarios de las hembras, aunque pequeñas cantidades son secretadas por las glándulas suprarrenales. Es la hormona sexual principal masculina y esteroide anabólico.” Definición de wikipedia, recuperado el 10/10/2011.
(3) En esta línea Elena López García “La figura del agresor en la violencia de género: características personales e intervención” , http://www.papelesdelpsicologo.es/vernumero.asp?id=1160, recuperado el 10/10/2011.
(4) MEAD, Margaret, Sexo y Temperamento en Tres Sociedades Primitivas, Buenos Aires : Paidós, 1972.
(5) Ver: http://ranchitoborracho.wordpress.com/sexo-y-temperamento-en-tres-sociedades-primitivas/; http://es.wikipedia.org/wiki/Margaret_Mead.