Imagen extraída de http://lkstro.com/tag/feminismos/page/2/
La frase “divide y
reinarás” nos resuena en la cabeza, sobre todo por su
aplicabilidad. Cuando se recorre la historia del feminismo, se pueden
ver las disputas al interior del movimiento. Al feminismo se lo ha
acusado de ser blanco, de clase media, heterosexual, convirtiéndose
en hegemónico, y quienes denuncian tienen razón. El movimiento
feminista debe reconocer las particularidades de todas las mujeres a
las que representa: no es lo mismo ser blanca de clase media y
heterosexual, que negra, lesbiana y pobre. Tampoco es lo mismo ser
una mujer urbana que ser indígena y vivir en el campo. Y no es lo
mismo ser joven que vieja, ni es indiferente tener o no alguna
discapacidad, mucho menos ser una mujer trans. Si no estamos todas incluidas en el movimiento se
producen escisiones, la búsqueda de espacios propios que enriquecen
al movimiento, pero en algún aspecto creemos que debilitan la lucha, y esto es porque creemos que podemos construir un movimiento que nos incluya a todas.
Esto no es una acusación a las mujeres que necesitan que se
reconozcan sus particularidades y, en función de ellas, sus
demandas, sino todo lo contrario: abogamos por un feminismo
inclusivo, que reconozca las diferencias al interior, pero que
articule al exterior para que no estén las mujeres indígenas
reclamando solas, las lesbianas reclamando solas, las transgénero reclamando solas, sino todas juntas. El creer que esto que planteamos
es una utopía es olvidar que, el propio feminismo ha conceptualizado
al “enemigo principal” y este no es otro que el patriarcado
instaurado por el sistema sexo-género.
El patriarcado nos oprime
a todas, aunque no a todas por igual. El movimiento feminista debe
tener siempre presente las marcas de subalternidad que nos cruzan a
cada una de nosotras y solidarizarse con la situación particular que
atravesamos, para así tener presente que todos los medios son
válidos para luchar contra la opresión, presión que es distinta si se conjuga el "ser mujer" con categorías como la
clase,
etnia,
nacionalidad,
marginalidad, pobreza, etcétera.
Otro tema se relaciona con los modos que tenemos de demandar y construir. Si decidimos hacerlo a
través del trabajo en las instituciones, esta bien. Si decidimos
hacerlo a través de marchas callejeras y escraches, también está
bien. Esto no se trata de ser las institucionalizadas, las autónomas
o “ni las unas ni las otras”, se trata de darse cuenta que todos
los medios son complementarios, no tienen por qué excluirse entre
si. Si luchamos por lo mismo: los derechos humanos de todas las
mujeres. También planteamos lo mismo acerca de la lucha feminista desde la academia o desde las calles: no tiene por qué presentarse como antinomias sino como diferentes formas de abordar una problemática que se enriquecen mutuamente, y que se necesitan mutuamente: la praxis y la reflexión pragmática.
No hay que olvidar que lo más hermoso del feminismo es rebelar que aquello que nos enseñaron cuando nos empujan a desconfiar de las mujeres, no es más que una estrategia del patriarcado para separarnos, y que sólo la sororidad que podemos construir entre nosotras nos va a permitir dar muchos pasos hacia adelante y ninguno hacia atrás. La sororidad es el "pacto político de género entre mujeres que se reconocen como
interlocutoras. No hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad
de cada una. Está basado en el principio de la equivalencia humana" (1).
Se propone entonces, siguiendo a Marcela Lagarde, una identificación estratégica
con
el
ser
mujer pero incorporando las demás
categorías
que
nos
constituyen como personas.
Esto
no
debe
servir
para
diferenciarnos y separarnos como
mujeres, sino para entender que no
hay UNA mujer, y que no resulta
lo mismo ser blanca, de clase media y
heterosexual que indígena,
desocupada e inmigrante. La complejización de la categoría mujeres nos debe
servir para plantear políticas más
eficaces que prevengan,
sancionen y erradiquen las violencias contra
las mujeres y garanticen el efectivo goce de los derechos humanos de las mismas.
Abogamos por la constitución
de
una
ciudadana activa, que marche en las calles, que produzca investigaciones, que redacte y promulgue leyes.
Creemos
que todas las acciones son complementarias y
no excluyentes, y todas necesarias para
lograr la equivalencia
humana. Hasta que la igualdad no sea un hecho,
es
perentorio
utilizar
todos
los
carriles
disponibles para lograrlo, y no creer que los medios que utilizamos tienen que enfrentarnos, ya que todas buscamos una sociedad justa en donde el ser mujer no constituya un factor de riesgo.
Les dejamos un video de una conferencia de Marcela Lagarde que resulta muy inspiradora al respecto, extraída de e-mujeres.net (cleckeen sobre la imagen de Marcela)
Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino
(1) Extraído de "La política feminista de la sororidad" de Marcela Lagarde, disponible en http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1771
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