jueves, 6 de junio de 2013

La violencia masculina ¿demasiada testosterona?

Es bien sabido que el género es una construcción sociocultural, por medio de la cual se asignan a hombres y mujeres determinados comportamientos, sentimientos y actitudes que deben interiorizarse e interpretarse a la perfección si es que quieren pertenecer a la sociedad que los dicta. Siguiendo a Chicano Jávega, el género se define como un “… conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un proceso histórico que se desarrolla a diferentes niveles …” (1)
Así como el género es una construcción social, hay muchas otras "verdades" que vienen siendo repetidas desde antaño- e incluso con pretensión científica-, que el última instancia no son otra cosa que construcciones sociales. Cualquiera de nosotr@s por ejemplo, habrá escuchado muchas veces sobre la insaciable apetencia sexual de los hombres: tal es la intensidad de este "impulso natural" que no pueden contenerse frente a una propuesta de este tipo o incluso frente a lo que les dicta el cuerpo, aún cuando no haya consentimiento de parte de la mujer. Esto que paradójicamente adjudica una actitud irracional a seres que son el paradigma de la racionalidad desde la Ilustración, no es otra cosa que un mito, una construcción social , una forma de justificar muchas conductas inapropiadas y otras aberrantes frente a sus propios ojos.

También hay pretensión de cientificidad en aquellos que pretenden justificar la violencia masculina en un componente biológico. ¿Puede la testosterona (2) condicionar las relaciones entre hombres y mujeres? Hay estudios científicos que revelaron que la mayor presencia de testosterona  puede estar asociada a mayor nivel de agresividad (3).  Pero también hay estudios que revelan la fuerza de las construcciones sociales al respecto. Margaret Mead (4) , a partir del estudio de tres sociedades de Nueva Guinea, llegó a la conclusión que el sexo no era condicionante del rol que asumían los hombres y las mujeres en la sociedad. El rol pasivo y hogareño de las mujeres, y el rol agresivo y belicoso de los hombres, no está determinado en nada por ser mujeres o por ser hombres, sino que era básicamente producto de la socialización.
Los resultados de sus estudios indicaron que los Arapesh (primera comunidad analizada), poseían tanto  hombres como mujeres un temperamento pacífico, y ambos desarrollan una personalidad que nosotros llamaríamos “maternal” en lo relativo al cuidado de los niños y “femenina” en los aspectos sexuales  y ninguno de los dos hacían la guerra; entre los Mundugumor, pasaba lo contrario: tanto hombres como mujeres eran de temperamento bélico, y por último entre los Tchambuli los hombres se acicalaban y usaban su tiempo en arreglarse mientras las mujeres trabajaban y eran prácticas: allí la mujer es la que domina, ordena y es fría emocionalmente, mientras que el hombre se muestra sometido y dependiente, exactamente lo contrario a las sociedades occidentales a las que estamos acostumbrados actualmente (5).

Por las conclusiones a las que llegó Mead, podríamos decir que el componente biológico es casi nulo a la hora de determinar las asignaciones de género, siendo éstas el resultado casi excluyente de una decisión racional sobre qué se espera de los hombres y de las mujeres en cuanto al rol que cumplen en la actualidad. No es posible fundar las respuestas agresivas en una constitución fisiológica-genética. A responder agresivamente se aprende, y a no hacerlo también. Este post es un pequeño nuevo aporte al debate sobre la violencia y pone a su disposición argumentos también científicos para desmitificar la naturaleza masculina como una naturaleza agresiva, partiendo de la base también que lo que se entiende por "naturaleza" también es una construcción social, pero eso es para otro debate. Lo importante es que si la respuesta agresiva es una construcción social, un mandato de la masculinidad hegemónica, se puede deconstruir.




Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino
Notas:
(1) CHICANO JÁVEGA, E. “Comparencia ante la comisión de Trabajo y Asuntos Sociales celebrada el día 19 de julio de 2004” en Diario de Sesiones del Congreso de Diputados, 64, 2004, pp. 35-49.
(2) “La testosterona es una hormona esteroide del grupo andrógeno y es encontrada en mamíferos, repitles, aves, y otros vertebrados. En los mamíferos, la testosterona es producida principalmente en los testículos de los machos y en los ovarios de las hembras, aunque pequeñas cantidades son secretadas por las glándulas suprarrenales. Es la hormona sexual principal masculina y esteroide anabólico.” Definición de wikipedia, recuperado el 10/10/2011.
(3) En esta línea Elena López García “La figura del agresor en la violencia de género: características personales e intervención” , http://www.papelesdelpsicologo.es/vernumero.asp?id=1160, recuperado el 10/10/2011.
(4) MEAD, Margaret, Sexo y Temperamento en Tres Sociedades Primitivas, Buenos Aires : Paidós, 1972.
(5) Ver: http://ranchitoborracho.wordpress.com/sexo-y-temperamento-en-tres-sociedades-primitivas/; http://es.wikipedia.org/wiki/Margaret_Mead.

2 comentarios:

  1. No estoy para nada de acuerdo con tú articulo, la suma de muchas circunstancias puede llevar a la violencia de género, pero es mas fácil para un hombre con testosterona alta perder los papeles en una disputa que a otro que tenga el nivel de hormona mas bajo, es una realidad con la que hay que contar, como las mujeres que tiene un nivel mas alto de dicha hormona son mas irascibles y tienen menor control emocional.
    A todo eso hay que sumarle el sistema patriarcal, y tenemos una bomba andante, ojala probaran a bajar los indices de la hormona a violentos, violadores y demás depredadores, a ver que pasaba, seguro que las cifras cambiaban, pero como el tema afecta al pene como que va a ser que no.

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  2. Y al final... Cuales son los niveles de testosterona de los grupos analizados?

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