jueves, 7 de marzo de 2013

8 de marzo. Día Internacional de la Mujer


Si viviéramos en una sociedad igualitaria, no tendría sentido hacer referencia al día de hoy: no existiría un Día Internacional de la Mujer, porque no habría necesidad de visibilizar a este 50% de la población. ¿Pero que paso un 8 de Marzo? ¿En que año?  ¿Cuál fue el lugar de las mujeres en la historia? ¿Cual era el panorama socio-histórico en ese entonces?. En este post, haremos un recorrido por las relaciones de género en distintos períodos históricos, hasta llegar al 8 de Marzo de 1975.

Desde tiempos inmemoriales, quienes han construido la historia, es decir, los hombres, nos han transmitido y enseñado, nos han educado en ciencia y religión, sobre la base de la inferioridad femenina, no porque seamos inferiores, sino porque los dadores de valor, infravaloraron el papel otorgado a la mujer. La sexualidad, la política, la religión y la familia son espacios que la mujer no ha podido transitar libremente.

Naturalización de las relaciones sexuales: Parece ser una constante que cuando una sociedad vive en sexo de manera natural, las mujeres suelen tener más libertad. Pero cuando es considera como malo, o como pecado, se le acusa a la mujer ser la provocadora del mismo, y por lo tanto, la causante de un mal. Esta tesis de la relación de vivir el sexo como algo natural y la consecuente libertad y mejor posicionamiento femenino se puede observar en la cultura Sumeria (antes de ser invadidos por acadios, babilonios y semitas) y también en Esparta. Y es por ello que se observa que cuando el sexo es pecado, se le exige a la mujer una frigidez en las relaciones sexuales hasta con su propio esposo (al que siempre está sometida), para que cumpla adecuadamente con su rol de género, como por ejemplo la mujer romana que debía de seguir el ejemplo de la Casta Lucrecia, ya que ese era el rol de género elaborado por los hombres romanos de la época (final de la monarquía).

Mujer con poder: administración de bienes, herederas. Las guerras prolongadas representaron para la mujer un avance en  su situación y rol social. Cuando se sucedieron las largas guerras de la civilización romana (en el crecimiento de la República,  en la expansión imperial y en la edad media durante las cruzadas -guerra santa- europeas) ante la ausencia masculina, las mujeres empezaron a administrar los bienes del matrimonio, a heredar grandes sumas de sus padres y a poder disponer de ellas. Incluso también, en esta época se habla de una tendencia  a la infidelidad, al adulterio, que no es un dato menor en la historia de la autonomía femenina. Por supuesto que antes cada paso que podía dar una mujer, las normas patriarcales eran reelaboradas para sustraerles cualquier tipo de poder y libertad de acción. Por citar un ejemplo, en la República Romana, la ley Vasconia les impedía heredar a las mujeres, o en el  imperio romano (s. XXXI aC. –V dC) cuando el emperador Cesar Augusto dicta las leyes Julia Adulteris, Julia de Maritandi Ordinibus con el fundamento de proteger a la institución familiar y recuperar los valores tradicionales, que se veían amenazados por la creciente libertad femenina y la ausencia masculina.

Mujer y su participación en los rituales religiosos de la comunidad: Una parte vital de la comunidad son los ritos religiosos. A lo largo de esta historia de las relaciones de género pudimos observar que cuando a una mujer se la deja participar de los mismos, su situación social se acerca más a la igualdad que en ninguna otra. Tengamos en cuenta que durante mucho tiempo la segregación religiosa llegó hasta el límite de no dejar entrar a los templos a las mujeres o tocar elementos sagrados. Pero en la civilización sumeria no sólo había divinidades femeninas, sino que también tenían un principio femenino de la creación (Nammu como gran diosa madre creadora del universo y contenedora de los mundos; Innana, diosa por excelencia de la cultura sumeria) y las mujeres eran sacerdotisas, prostitutas sagradas –semidiosas- que vivían en los templos. Es importante resaltar que la cultura semita que absorbió la mitología sumeria la reelaboró de manera patriarcal, negándole a la mujer cualquier lugar.
La alta Edad Media, es otro período donde las mujeres pudimos tener cierta presencia religiosa. Si un hombre casado decidía convertirse en sacerdote, su esposa podía asumir el rol de Abadesa de convento mixto o diaconisa, presbítera u “obispa” (así llamadas a las esposas castas de los conversos sacerdotes que se dedicaban a ayudarlos). Es importante destacar que esta situación parte de una decisión tomada por el hombre que las afectaba inevitablemente, no era una decisión libre de ellas; aun así consiguieron cierto poder. Por supuesto que la Cúpula de la Iglesia no tardó en prohibir los conventos dúplices y así, cualquier autoridad religiosa que pudiera tener una mujer sobre cualquier hombre religioso. Y no sólo las despojó de este poder, sino que a  estas esposas se las recluyó forzadamente en conventos.

El matrimonio como una institución de dominación del hombre para con la mujer. Quizá este sea el tema más álgido de toda la historia de las relaciones de género. El matrimonio siempre fue funcional a la supremacía masculina sobre la mujer. Las exigencias de virginidad, castidad, la desigual penalización del adulterio, la demonización del placer en las relaciones sexuales entre esposos, la naturalización de los malos tratos y la violencia física, fueron todos componentes del matrimonio que se mantuvieron estables a lo largo del tiempo, en las distintas culturas y en las distintas épocas.
La mujer podía ser de dos maneras, o bien casta y casi frígida, siendo esto lo ideal (ya que se creía que así se prevenía el adulterio) o bien prostituta y deshonrosa. La mujer era casada –ya que no elegía libremente con quien- desde muy pequeña (por ejemplo en Grecia a partir de los 14 años, en Roma a partir de los 9) para evitar que llegaran al matrimonio con experiencia alguna (a diferencia de las Espartanas que se casaban después de los 24 años). Su rol de género en general, fue el doméstico, de crianza de los hijos y de cuidado del hogar. Es palpable la diferencia entre hombres y mujeres: éstas solían casarse cuando llegaban a la pubertad, mientras que los hombres lo hacían ya en una edad madura para la esperanza de vida de la época, en torno a los treinta años, a lo largo de casi toda la historia.
Durante casi todo el imperio romano existió el derecho a divorciarse. Primero como un derecho privativo de los hombres (que podían alegar magia, infidelidad o fabricación extra de llaves del hogar), pero en la República se extendió el derecho a la mujer (quien obviamente lo perdía todo al divorciarse: casa, hijos); pero cuando Luis el Piadoso asume el mando del Imperio, cede ante las presiones de la Iglesia Católica que había legitimado el gobierno de su padre, Carlomagno, y abole el mismo. Esta prohibición del divorcio vuelve a significar para las mujeres, un sometimiento extremo a la voluntad del marido, ya que no tiene elección.
Fue una constante en la historia de las relaciones de género que las mujeres no tuvieran autoridad alguna, y los hijos fueron considerados durante mucho tiempo como propiedad del padre (siguiendo la doctrina aristotélica). Y por supuesto, aunque la exigencia del matrimonio monogámico se aplicaba a ambos componentes del matrimonio, al hombre se le permitió durante mucho tiempo poseer concubinas, a la mujer no.
La condición jurídica de la esposa desde el principio de la historia hasta a la edad media (siempre dentro de nuestro recorrido, y exceptuando a la mujer espartana) se equiparaba a la de una menor. Toda su vida, debía permanecer bajo la autoridad de un tutor: primero su padre, luego su marido, bajo la tutela de su hijo si era viuda o su más próximo pariente. Los matrimonios no eran fruto de una relación privada hombre-mujer, sino una transacción masculina, un contrato entre el padre de la novia y su futuro marido.
La institución de la dote fue muy importante en el periodo estudiado, y se consideraba el aporte de la mujer a la sociedad conyugal. Consistió generalmente y en todas las épocas en dinero, cuyo usufructo administraba el marido.  El padre entregaba a la hija junto con una dote, y ésta pasaba de la casa paterna a la casa del marido, propiciando con ello el orden ciudadano: la herencia y los hijos legítimos.

Mujer y la actividad pública: No debería llamarnos la atención que en este recorrido histórico que se inicia en la prehistoria, y hasta el fin de la edad media, el hombre siempre estuvo relacionado con lo público y con su rol de productor, y la mujer estuvo recluida a lo doméstico y a su rol de reproductora.  Ni siquiera la mujer espartana, que sabemos que tuvo un estatus que no fue reproducido por ninguna otra cultura en el periodo referido, tuvo mejor suerte al respecto. Las mujeres espartanas  tampoco podían participar de los órganos de gobierno, ni acceder a cargos públicos ni intervenir en reuniones de los hombres, ni en el ejército. Así la mujer, no solo fue relegada del ámbito público, sino que fue recluida al ámbito privado, doméstico: responsable única del hogar y de los niños.

La Revolución Francesa va a ser un punto nodal en la historia de las mujeres, ya que la gran actividad que estas tuvieron fue inversamente proporcional a los logros conseguidos. La Ilustración fue un movimiento del siglo XVIII en el cual “la razón” fue la protagonista absoluta del progreso humano. Sin embargo, a pesar de que todos los humanos poseemos del don de pensar, grandes ilustrados de este movimiento siguieron excluyendo a la mujer de la democracia, de lo público y legitimaron el patriarcado, como Hobbes, Locke y Rousseau. Del otro lado, hubo autores como François Poulin de la Barre entendió que el “espíritu de la razón no tiene sexo”, o como el Marqués de Condorcet quien escribió sobre la admisión de las mujeres en el derecho a la ciudadanía, como contestación a la ley electoral de 1790.

La Revolución Francesa ilusionó a las mujeres, quienes fueron una parte vital de la misma y participaron activamente en ella. Ante esta perspectiva, las mujeres empezaron a demandar más presencia en la vida pública. Ilustradas y aristocráticas,  usan sus influencias políticas, adquiridas en gran parte por la existencia de “Salones Literarios” que anfitriaban y a los que asistían grandes pensadores y gente poderosa de la época, pero aún asi se las excluyó: en 1790 se redacta la ley electoral que las discriminó. Un movimiento racionalista es condición sine qua non para la ampliación de derechos de las mujeres y la redefinición de las relaciones de género, pero no es condición suficiente per se. Los ilustrados no niegan que quienes hagan uso de la razón tengan derechos, lo que niegan es que la mujer tenga capacidad de razonar.
Las adversidades y las características particulares de esta época en Francia hizo que algunas mujeres reaccionaran: Olimpia de Gouges (escribe en 1791 la “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”), Théroigne de Méricourt, Claire Lacombe entre otras declaradas revolucionarias y feministas , y por ello han debido pagar el precio.

A finales del Siglo XIX y principio del XX, tras años de invisibilización y sujeción,  el feminismo empieza a emerger.  En 1900 en París ya se reclamaba en derecho al voto femenino, aunque antes en 1848, cuando se produce en Estados Unidos la  Declaración de Séneca Falls, las mujeres empiezan a luchar por una verdadera democracia que las incluya. La lucha por el voto femenino fue larga y el reconocimiento de la mujer como igual costó, pero el reclamo conjunto en distintas partes del mundo (París, Londres, Washington, etc.), posibilitó un gran avance:  antes de la primera Guerra Mundial solo podían votar las mujeres en Nueva Zelanda (1893), Australia (1902), Finlandia(1906), Noruega (1913) y Dinamarca (1908, solo las mayores de 25 años que pagaran impuestos); para 1923 ya eran 25 los países que tenían igualdad de sufragio.

Este entrecruzamiento entre la I Guerra Mundial, la lucha por el sufragio y la Revolución Rusa, son el contexto que atraviesa la emergencia del 8 de Marzo. Con una fuerte presencia de la Liga Nacional de Mujeres Sindicalistas (fundada en 1903), un día como hoy, de 1908, las mujeres del Partido Socialista Norteamericano instauran unas jornadas de reflexión llamadas “Woman´s Day”, con el objetivo de hacer propaganda a favor del sufragio femenino, de los derechos laborales de las mujeres y contra la esclavitud sexual.
Un año después, en Nueva York, el Comité Nacional del Partido Socialista Norteamericano, recomienda instaurar el último domingo de febrero día de la lucha en favor del sufragio femenino, bajo el nombre de Woman´s Day. En 1910, en Dinamarca, se realiza Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de carácter internacional y se propone “El Día de la Mujer”, en homenaje a las mujeres norteamericanas que proclaman los derechos de la mujer.
A partir de aquí, el día de la mujer queda instaurado de manera “informal”, pero con gran presencia en distintas partes del mundo. Con una expansión cada vez mayor, y frente a la caída de gobiernos totalitarios que en general reprimían estas manifestaciones, en 1975 La Asamblea General de las Naciones Unidas, establece formalmente el 8 de Marzo, como día Internacional de la Mujer. Y es eso lo que estamos conmemorando este día, un día para reflexionar el rol que tuvo y tiene la mujer en la historia, y la necesidad de que la igualdad entre mujeres y hombres deje de ser una consigna bonita y pase a ser una realidad efectiva.
Para despedirnos les recomendamos un video que pueden ver en el siguiente link: http://www.youtube.com/watch?v=ZFSknVsXF68 que ilustra un poco los avatares del día 8 de marzo con claridad y sencillez.
Hasta la victoria siempre!


Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

2 comentarios:

  1. Muy bueno chicas, es interesante y además se vincula con la historieta de Mafalda que tienen más arriba en cuanto al rol de la mujer en la historia. El video también esta muy bueno!

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