jueves, 11 de abril de 2013

Serlo, parecerlo. ¿padecerlo?. La transexualidad en los tiempos del machismo.





Este post pretende ser un acercamiento a la realidad transexual cuestionando los estereotipos que marginan y deshumanizan una realidad compleja. No hablaremos de prostitutas, ni pelucas fucsias, ni tacones, ni divas del espectáculo. Hablaremos de seres humanos que en una realidad plagada de silencios, construyen su identidad y su vida en pequeñas luchas cotidianas. Si el grito es la manifestación del dolor agudo, el silencio suele ser la respuesta más frecuente al dolor crónico” (Quinceno, 2008, citado en Becerra, 2010).
La transexualidad como objeto de estudio es relativamente nuevo. No fue hasta el siglo XX que la comunidad científica y principalmente la científicos y terapeutas, se han ocupado de ella (Hernández, Rodríguez y García-Valdecasas, 2010). En la actualidad a la luz de los estudios de género, este tema ha cobrado un renovado interés ofreciendo una mirada alternativa al discurso médico imperante. Sin embargo aún hay un gran desconocimiento sobre la realidad transexual como vivencia personal, lo que provoca ciertas limitaciones en los profesionales al momento de tratarla o teorizarla (Fernández Rouco, 2011)
Desde la modernidad, en occidente interpretamos al mundo de una manera dicotómica: Naturaleza y cultura. Esta misma matriz divide la existencia en dos categorías humanas: mujeres y hombres. A partir de esta diferencia sexual se dicotomiza también la construcción simbólica de lo que es ser masculino y femenino (Rubin, 1989; citado en Lamas, 1986), y se establece la creencia de que las diferencias entre lo femenino y lo masculino pertenecen a la naturaleza humana a la par que se instala una estructura binaria de género que organiza el mundo social y los cuerpos (Bourdieu, 1998). Esta segmentación adquirió un carácter androcéntrico-jerárquico que se naturalizó (Becerra, 2009) y fueron los estudios feministas los que develaron el efecto sobre el condicionamiento hacia las mujeres. Sin embargo la incómoda relación entre feminismo y personas transexuales, produjo un menor estudio de esta influencia en las personas transexuales (Gimeno, 2007).
El género no solo se instala marcando los ideales de hombre y mujer, sino que también establece los mecanismos que aseguran que las personas adquieran estas conductas y las características esperadas (Bergero, 2008). De esta manera la maquinaria patriarcal, pone en funcionamiento la división entre lo normativo y lo no-normativo con consecuencias para quienes no se definan dentro de lo esperable (Missé y Solá, 2009). L@s transexuales al no tener una identidad de género normativa, pareciera que no entran completamente en la categoría de personas (Becerra, 2010).
Otra de las dificultades que produce la rigidez de los roles de género es el aislamiento social producto de la transfobia. Los estereotipos construídos en el imaginario colectivo y la falta de conocimiento sobre esta problemática, provocan actitudes discriminatorias hacia los transexuales en distintos ámbitos sociales como por ejemplo la escuela y el trabajo (Godás, 2006). Esto provoca en muchos casos aislamiento social, disminución de autoestima y actitudes violentas sobre el propio cuerpo. Es notable que la mortalidad por suicido sea mayor en l@s transexuales que en la población en general.
Pero las diferencias no se dan solo entre “transexuales y población en general” (como si se pudiese hacer una distinción tal). En una cultura como la nuestra que valora lo masculino por sobre lo femenino, pasar de una posición masculina a una femenina tiene connotaciones negativas y es castigado (Garaizabal, 1998). Las mujeres transexuales sufren mayores grados de exclusión y violencia social (Hurtado, Gómez y Donat, 2007). Vaya paradoja, que en la realidad transexual (plagada de luchas) ser invisible se convierte en una virtud; los hombres transexuales son quienes la poseen, y eso les posibilita una vida con menos presión que a las mujeres transexuales. Ellas catalogadas como ridículas y asumiéndose ellas mismas de esta forma, atraviesan en su entorno relacional mayores situaciones de maltrato. Esto dificulta el logro de la identidad de género, ya que solo se la adquiere auténticamente al ser significad@s por otros y al reconocerse y expresarse dentro de un idioma reconocible (Gagné y Tewksbury, 1998). Las consecuencias que acarrea este rechazo será un acotamiento en las oportunidades de vida, menor adaptación social, escolar y laboral, que conlleva en muchos casos a que la única oportunidad de vida sean trabajos marginales y peligrosos como la prostitución (Hurtado et. al., 2007).
Adherimos a la afirmación de Bergero (2008) de que gran parte del sufrimiento transexual, se debe al rechazo que reciben por parte de la sociedad. En un entorno menos transfóbico y sexista, creemos que las personas transexuales podrían sentirse reconocid@s; y más allá de que se realicen o no la operación de reasignación sexual la relación con su propio cuerpo podría ser menos problemática. No nos olvidemos que en el imaginario y en los papeles, la transexualidad esta incluida dentro del Manual de Trastornos Mentales (DSMI IV), y la modificación del cuerpo aparece como la salida más propicia. Podemos ver en clave foucaltiana, que estamos hablando del control social sobre los cuerpos. El cuerpo transexual por representar una fisura en el binomio sexo-genero, será castigado y tendrá que heterosexualizarse a través de la reasignación sexual para lograr una mejor calidad de vida.
En este sentido, las personas transexuales son la punta visible del iceberg de un sistema coercitivo que disciplina los cuerpos y las identidades. Pero en ese iceberg está la sociedad en su conjunto influenciada por el cumplimiento de ciertos comportamientos en función del sexo al que pertenecemos. Las personas transexuales nos demuestran que “hay vida” más allá de las categorías hombre y mujer: en sus luchas diarias, internas y externas, buscan definirse permanentemente como “persona” y no solo adherirse a las categorías de hombre o mujer
Como feministas, nuestro leit motiv es desandar los caminos de los roles de género para propiciar la emergencia de identidades singulares y contribuir a una sociedad más igualitaria donde la experiencia de cada persona tenga el mismo valor que la de cualquier otra. Porque, como afirma Gayle Rubin, “una revolución feminista completa no liberaría solamente a las mujeres: liberaría a la personalidad humana del chaleco de fuerza del género” (Rubin 1975 p.80; citado en Becerra, 2010).


Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

BIBLIOGRAFIA
-Becerra, A. (2009) Tacones, siliconas, hormonas y otras críticas al sistema sexo-género.
Feminismos y experiencias de transexuales y travestis. Revista Colombiana de Antropología, 45 (1), 119-146
-Becerra, A. (2010) Tacones, siliconas, hormonas. Teoría Femininista y experiencias trans en Bogotá. Trabajo de grado para obtener el título de Magister en Estudios de Género. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
-Bergero M.T. , Asiain V. S., y Gorneman S. I., Giraldo A. F. , Lara M. J, Esteva I, y Gómez B. M., (2008) Una reflexión sobre el concepto de género alrededor de la transexualidad. Revista Asociación Española de Neuropsiquiatría, 28 (101), 211-226
-Bourdieu, Pierre (1998) La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2000
-Fernández Rouco, N.(2011) Necesidades, calidad de vida y salud psicológica de las personas transexuales, Tesis Doctoral, Universidad de Salamanca.
-Gagné P. y Tewksbury, R. (1998) Conformity Pressures and Gender Resistance Among Transgendered Individuals. Social Problems. 45(1),. 81-101
-Garaizabal, C. (1998) La transgresión del género. Tansexualidades: un reto apasionante. En Transexualidad, transgenerismo y cultura. Antropología, identidad y género. Nieto, J.A.
Madrid: Talasa
-Gimeno, B (2008) Transexualidad y feminismo: una relación incómoda. En Actas del IV
congreso Isonomía sobre Identidad de género vs. Identidad sexual. Universidat Juanme i Barcelona.
-Godás S. T., (2006) Repercusiones personales, familiares, sociales y laborales de la
transexualidad. Cuadernos de Medicina Psicosomática 78. 21-23
-Hernández, G. M., Rodriguez, M.G. Y García-Valdecasas, C. J. (2010) Género y sexualidad: consideraciones contemporáneas a partir de una reflexión en torno a la transexualidad y los estados intersexuales. Revista Asociación Española de Neuropsiquiatría. 30(105), 75-91.
-Hurtado, F., Gómez, M., Donat, F. (2007). Transexualismo y Salud Mental. Revista de
Psicopatología y Psicología Clínica. 12(1), 43-57
-Lamas, M (1986) La antropología feminista y la categoría género. Revista Nueva Antropología .8(30), 173-198.
-Missé, M. y Solá, M. (2009) La lucha trans por la despatologización, una lucha transfeminista. Ponencia de las Jornadas Feministas Estatales. Granada, 2009

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