Rosa
Montero en su libro “La Loca de la Casa” se pregunta “¿Como
nos sentimos de verdad las mujeres, en lo mas hondo, frente a la
maternidad y la no maternidad? ¿Que mitos, que sueños y que miedos
se ocultan ahí, y como podemos expresarlos?” (2005:164).
La
respuesta no es fácil, ya que tomar distancia y pensar la maternidad de manera teórica, presenta grandes resistencias: nos interpela a
todxs más no sea como hijxs. Sin embargo, creemos que es necesario rever que representaciones sociales conlleva este concepto ya que es
un vértice donde se articula el patriarcado. Siempre es interesante
volver sobre las representaciones sociales: estas organizan el
pensamiento social y dan referencias sobre el comportamiento de la
vida cotidiana, incidiendo en la formación del proceso identitario
que confirma la representación social. Con respecto a la maternidad,
la operación simbólica que la atraviesa hace que la capacidad de
procrear de la mujer sea interpretada como LA cualidad femenina; esta
representación es incorporada en nuestra subjetividad como certeza y
el deseo de maternar se produce como proyecto que da sentido a la
vida, confundiendo un rol con el ser.
Pensemos
sino en la primera menstruación, proceso biológico que -entre otras
cosas- nos habilita para ser madres. Cuando una joven tiene su
primera menarca se dice “se hizo señorita o mujer”, ¿es que
antes no lo somos? ¿acaso las mujeres menapáusicas no son mujeres?
¿ y las mujeres trans? Ser madres para el imaginario colectivo, nos
define como mujeres completas; pese a los años de feminismo, muchas
personas siguen pensando que ser mujer y no ser madre es tener algo
pendiente.
Esta
posición materna dificulta mucho la salida del círculo de la
violencia, ya que la mirada patriarcal la articula de manera
complementaria con la paternidad. Pareciera que tener un/a hijx gesta
automáticamente un padre y una madre con funciones naturales. La
función de la madre en tanto cuidadora predilecta se sostiene en el
mito del instinto materno, que instala la creencia de que tener la
capacidad de procrear (entre otras muchas capacidades claro, aunque
el foco patriarcal este puesto acá) imprime en nosotras una tendencia
natural a ser madres, cualidad que como dijimos tiñe la feminidad.
Desde esta perspectiva no nos sorprende escuchar que muchas mujeres
víctimas de violencia refieran que “no quiero ser mala madre y que
no vean a su padre” (cuando hablamos de varones que violentan
directa o indirectamente tanto a la mujer como a los hijos Ver
entrada: Niñxs testigos de violencia= niñxs víctimas/ en situación de violencia ), “me quedé por mis hijxs”, mujeres que soportan
la violencia de lxs hijxs (porque lxs chicxs muchísimas veces
reproducen la violencia aprendida), todas actitudes que confirman el imaginario de la mujer/madre abnegada/sumisa/comprensiva y que las
expone muchas veces a situaciones de alto riesgo.
Pensar
la maternidad con perspectiva de género, permite ver que para llegar
a esas graves situaciones de violencia hay en la antesala un sin fin
de pre-conceptos que establece que la maternidad es protección,
solidaridad, abnegación y amor incondicional, en complementariedad (paradójicamente una complementariedad excluyente) con una paternidad
caracterizada por la autoridad, la ley, la rigidez, la virilidad y el
ser proveedor. Siguiendo esta línea, pensar la maternidad desde la
perspectiva de género, también nos habilita a pensar en otras
maneras de paternar, más en contacto con las nuevas masculinidades
(ver Masculinidad hegemónica y patriarcal ¿qué mecanismos actúan para que la sociedad la sostenga?), en la cual no se asocie la paternidad con la
virilidad y la hombría. Y para la mujer que desea ser madre,
implica corrernos del lugar de madres silenciadas por un/a hijx-falo
que nos completa y es de nuestra propiedad.
Es
decir que no preguntarnos por la maternidad invisibiliza por lo menos
dos limitaciones: por un lado excluye simbólicamente de la “identidad
femenina” a aquellas mujeres que no desean ser madres dificultando
la asunción de este no-deseo; y por otro establece un deber ser
“buena madre”, que incide en la vida cotidiana. Resaltamos en
este punto la limitación laboral. Durante mucho tiempo el único
deseo legítimo para la mujer fue la maternidad, por lo que ésta
quedaba excluída de muchos circuitos de saber y poder (y si queremos
ir un poco más profundo, ni siquiera este único espacio que se nos
permitió vivir con libertad ya que los partos -como mencionamos en
la entrada Violencia Obstétrica, Violencia invisible - son también digitados por el saber
médico-hegemónico-patriarcal). Hoy ya en Siglo XXI la mujer ha
ingresado masivamente al mundo laboral, lo cual ha empezado a
resquebrajar la solidez de la representación mujer/madre. Sin
embargo la herencia patriarcal hace que la mayoría de las mujeres se
hayan doblegado, y cumplan las funciones domésticas y también las
propias del ámbito público.
Desde
nuestra postura, no negamos lo maravilloso de dar vida, ni que exista
una elección legítima de ser madre. Solo queremos poner en cuestión
la maternidad en tanto muchas veces queda articulada a un supuesto
deseo, pero que responde en realidad a una de las tantas maneras de
dominación masculina, acompañada por la alienación del deseo
propio y una gran cuota de culpa. El género en su definición más
elemental de relación desigual, se hace evidente aquí cuando
pensamos como es adjetivada una mujer que no ha tenido hijxs y como
un varón: en nosotras la carga negativa es mucho mayor, nuevamente.
Julieta
Evangelina Cano y María Laura Yacovino
Bibliografía:
Fernandez, A.M.: "La mujer de una ilusión". Paidós. 1996
Montero, R: "La casa de la Loca". Buenos Aires, Suma de Letras, 2005. 1° Edición.
Villamizar, Y.: ¿Es lo mismo ser mujer que ser madre? . En Ética: Masculinidades y Feminidades. Parte II.: Mujeres, Representaciones y Empoderamiento. UNC 2000.
Excelente! Me gustó mucho!
ResponderEliminarYo tengo 49 y decidí no tener hijos. No me lo perdonan. Pero no me lo perdonan las mujeres. Te acusan en silencio. No los hombres, sino las mujeres. No debe ser casual que muchas de ellas sean sido madres por mandato, y sus hijos... bien infelices. Pero no se lo podés decir porque enseguida te tratan de enferma. En Argentina, especialmente, es patética la obsesión por la genitalidad de la mujer, la conejita obsesionada con las marcas, el formato de "la colita" y un montón de ridiculeces y prejuicios machistas que en el exterior ya están muertos y enterrrados. Lo de la maternidad es otra. Pero veo que acá mucho debate no se armó...
ResponderEliminarcualquier cosa me avisan :D
saludos
sandra
sandra!! tengo 35 años, soy madre pero tengo amigas que no desean tener hijos y se animan a contarme sobre la mirada inquisidora de la sociedad en general. qué rabia me da! coincido con la obsesión argentina por poner a la mujer como objeto sexual. por suerte hay mujeres que rompen estereotipos! espero que poco a poco las mujeres y los varones (ellos tb víctimas del patriarcado.. ) podamos vivir en un mundo igualitario
EliminarSí, es un garrón viste... sobre todo cuando te encontrás alguna (vos no sos de ese tipo, evidentemente) que te suelta: "Si fueras madre sabrías..." El otro día sin ir más lejos, fui al dentista y `porque me hizo doler el idiota va y me suelta: "¿Decime una cosa! ¿Vos sos madre?" Como me quejé, dio por hecho automáticamente que madre no debo ser. Automáticamente me catapultó al rol de mujer incompleta, y para colmo quejica y por lo tanto inmadura -una niña. bah-, ya que sólo una madre puede ser lo bastante madura como para soportar cualquier tipo de dolor sin quejarse. Gran valor el machito. Por supuesto, me buscaré otro dentista jajaja...
EliminarCon una amiga escribimos un artículos sobre la experiencia de no-maternidad.Narrar la ambivalencia desde el cuerpo: diálogo sobre nuestras propias experiencias en torno a la
ResponderEliminar“no-maternidad” http://revistas.ucm.es/index.php/INFE/article/viewFile/43890/41488