jueves, 24 de julio de 2014

Sororidad y falsas antinomias dentro del feminismo


La frase “divide y reinarás” nos resuena en la cabeza, sobre todo por su aplicabilidad. Cuando se recorre la historia del feminismo, se pueden ver las disputas al interior del movimiento. Al feminismo se lo ha acusado de ser blanco, de clase media, heterosexual, convirtiéndose en hegemónico, y quienes denuncian tienen razón. El movimiento feminista debe reconocer las particularidades de todas las mujeres a las que representa: no es lo mismo ser blanca de clase media y heterosexual, que negra, lesbiana y pobre. Tampoco es lo mismo ser una mujer urbana que ser indígena y vivir en el campo. Y no es lo mismo ser joven que vieja, ni es indiferente tener o no alguna discapacidad, mucho menos ser una mujer trans. Si no estamos todas incluidas en el movimiento se producen escisiones, la búsqueda de espacios propios que enriquecen al movimiento, pero en algún aspecto creemos que debilitan la lucha, y esto es porque creemos que podemos construir un movimiento que nos incluya a todas.
Esto no es una acusación a las mujeres que necesitan que se reconozcan sus particularidades y, en función de ellas, sus demandas, sino todo lo contrario: abogamos por un feminismo inclusivo, que reconozca las diferencias al interior, pero que articule al exterior para que no estén las mujeres indígenas reclamando solas, las lesbianas reclamando solas, las transgénero reclamando solas, sino todas juntas. El creer que esto que planteamos es una utopía es olvidar que, el propio feminismo ha conceptualizado al “enemigo principal” y este no es otro que el patriarcado instaurado por el sistema sexo-género.
El patriarcado nos oprime a todas, aunque no a todas por igual. El movimiento feminista debe tener siempre presente las marcas de subalternidad que nos cruzan a cada una de nosotras y solidarizarse con la situación particular que atravesamos, para así tener presente que todos los medios son válidos para luchar contra la opresión, presión que es distinta si se conjuga el "ser mujer" con categorías como la clase, etnia, nacionalidad, marginalidad, pobreza, etcétera.
Otro tema se relaciona con los modos que tenemos de demandar y construir. Si decidimos hacerlo a través del trabajo en las instituciones, esta bien. Si decidimos hacerlo a través de marchas callejeras y escraches, también está bien. Esto no se trata de ser las institucionalizadas, las autónomas o “ni las unas ni las otras”, se trata de darse cuenta que todos los medios son complementarios, no tienen por qué excluirse entre si. Si luchamos por lo mismo: los derechos humanos de todas las mujeres. También planteamos lo mismo acerca de la lucha feminista desde la academia o desde las calles: no tiene por qué presentarse como antinomias sino como diferentes formas de abordar una problemática que se enriquecen mutuamente, y que se necesitan mutuamente: la praxis y la reflexión pragmática.
No hay que olvidar que lo más hermoso del feminismo es rebelar que aquello que nos enseñaron cuando nos empujan a desconfiar de las mujeres, no es más que una estrategia del patriarcado para separarnos, y que sólo la sororidad que podemos construir entre nosotras nos va a permitir dar muchos pasos hacia adelante y ninguno hacia atrás. La sororidad es el "pacto político de género entre mujeres que se reconocen como interlocutoras. No hay jerarquía, sino un reconocimiento de la autoridad de cada una. Está basado en el principio de la equivalencia humana" (1).
Se propone entonces, siguiendo a Marcela Lagarde, una identificación estratégica con el ser mujer pero incorporando las demás categorías que nos constituyen como personas. Esto no debe servir para diferenciarnos y separarnos como mujeres, sino para entender que no hay UNA mujer, y que no resulta lo mismo ser blanca, de clase media y heterosexual que indígena, desocupada e inmigrante. La complejización de la categoría mujeres nos debe servir para plantear políticas más eficaces que prevengan, sancionen y erradiquen las violencias contra las mujeres y garanticen el efectivo goce de los derechos humanos de las mismas.
Abogamos por la constitución de una ciudadana activa, que marche en las calles, que produzca investigaciones, que redacte y promulgue leyes. Creemos que todas las acciones son complementarias y no excluyentes, y todas necesarias para lograr la equivalencia humana. Hasta que la igualdad no sea un hecho, es perentorio utilizar todos los carriles disponibles para lograrlo, y no creer que los medios que utilizamos tienen que enfrentarnos, ya que todas buscamos una sociedad justa en donde el ser mujer no constituya un factor de riesgo.
Les dejamos un video de una conferencia de Marcela Lagarde que resulta muy inspiradora al respecto, extraída de e-mujeres.net (cleckeen sobre la imagen de Marcela)


 http://e-mujeres.net/ateneo/marcela-lagarde/videos/conferencia-nicaragua



Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

(1) Extraído de "La política feminista de la sororidad" de Marcela Lagarde, disponible en  http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1771

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