sábado, 21 de diciembre de 2013

Apuntes sobre el rol de las mujeres en la producción de arte literario


La mujer, tal como es, es un individuo
completo: la transformación no debe producirse
en ella, sino en cómo ella se ve dentro del
universo y en cómo la ven los otros
Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel, 1972, p. 49

Si partimos de la idea (errónea a nuestro modo de ver) de que el arte es una entidad autopercibible por su sola condición de ser arte, y que lxs seres humanxs poseemos una cualidad para poder detectarlo, puro y limpio de cualquier funcionalidad, despojado de adjetivos calificativos, efectivamente esta cuestión deja por fuera las condiciones históricas que realmente hacen a que una obra determinada de la literatura, pintura, escultura, etcétera, sea considerado - o no - arte.
Esta concepción del arte ha respondido a la pregunta ¿por qué determinado sector de la población no produjo arte durante un determinado lapso de tiempo? con la sola idea de la creación artística como una especie de don de la humanidad que beneficia a unos pocos. La elección del masculino para designar a los productores del arte no es inocente, ni pretende ser genérico, el “unos pocos” marca que sólo los varones pudieron acceder durante mucho tiempo a ser considerados productores de arte, que además está determinado porque alguien/algunos y con menos frecuencia algunas, deciden qué es considerado arte. Podemos concluir, aunque no sea una novedad, que durante mucho tiempo a las mujeres se les ha negado voz, en el más amplio de los sentidos. 
¿Influyen las relaciones de poder en la producción de arte? De acuerdo a la concepción de Schucking, sí, precisamente, las relaciones de poder determinan lo que es arte y lo que no. ¿Por qué la literatura femenina estuvo muy ausente de este campo? ¿Es que no existía literatura escrita por mujeres o había una decisión deliberada para ignorarla, o incluso suprimirla? 
Si autores que marcaron y aún marcan el pensamiento occidental construyeron una femineidad subalterna, como Aristóteles, que consideraba a la mujer como “el defecto, la imperfección sistemática respecto a un modelo” -el masculino-; Santo Tomas de Aquino, quien opinaba que “la mujer necesita al marido no sólo para la procreación y la educación de los hijos, sino también como su propio amo y señor, pues el varón es de inteligencia más perfecta y de fuerza más robusta, es decir, más virtuosa"; o Rousseau, que aún hoy se sigue leyendo gracias a su construcción sobre el contrato social, y que en su obra “El Emilio o De la Educación” escrita en 1762 fundamentaba la división sexual del trabajo en detrimento de la mujer y también era de la idea de que las mujeres no tienen la misma capacidad de uso de la razón que el hombre, por ello deben dedicarse, casi exclusivamente, a complacerlo. Así las cosas es innegable el afán por construir a la mujer como inferior, incapaz por ello de producción artística.

Picasso, Mujer escribiendo, 1934.

La importancia de la literatura escrita por mujeres no se relaciona con un esencialismo ingenuo, sino más bien con la necesidad de que encuentren un lugar las voces de la mitad de la población, que podamos conocer cuál es su particular visión de los acontecimientos, cómo vivieron y viven, cómo percibieron y perciben, cómo valoraron y valoran la realidad que las rodea.
En 1848, se celebró en Seneca Falls, Estados Unidos, la primera Convención sobre los derechos de las mujeres, dando origen así al incipiente feminismo estadounidense. El resultado de la misma fue la Declaración de Seneca Falls, que en su apartado 13 establecía que “el varón ha procurado, por cuantos medios tuvo a su alcance, destruir la confianza de la mujer en sus propias capacidades, disminuir el respeto por sí misma y hacerle aceptar el vivir una vida de dependencia y servidumbre”. 
Si tenemos en cuenta que el arte es una manifestación humana, es lógico relacionar que los varones siempre tuvieron privilegios en relación con la manifestación de sus ideas, en contraposición de la no-voz que tuvieron las mujeres. Sin  embargo, tal y como lo señala Virginia Woolf, las mujeres sí han sido objeto de representación artística e incluso en pleno siglo XX, la abrumadora mayoría de los libros escritos sobre mujeres respondían a una autoría masculina.
La literatura tiene la virtualidad de dar voz a quienes no la tienen, aunque para las mujeres, tampoco la literatura les aseguró ese espacio, porque también fueron excluidas de este campo artístico, o muchas veces invisibilizadas sus producciones y aportes a la literatura.
Es muy útil para entender la ausencia de la mujer en la autoría de las producciones de arte, el ejemplo que da Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia sobre una imaginaria hermana de William Shakespeare, a la que nombra Judith. Esta comparación resulta maravillosamente ilustrativa de por qué cree la autora que las mujeres no están visibles en la historia de la humanidad, y particularmente en la rama de la literatura, y esa no-presencia se relaciona con el rol que se les asignó socialmente, que las alejaba indefectiblemente de las actividades públicas ejercidas por los hombres. Con esto nos demuestra que la mayoría de las veces no hace falta tener talento, porque la sociedad no da lugar a que ese talento se manifieste. La ausencia de educación, la analfabetización de muchas mujeres, la naturalización de una inferioridad construida culturalmente, las condiciones materiales de existencia determinaron que las mujeres puedan o no producir literatura, se las deje o no producir literatura.
Al respecto de Judith, Virginia nos cuenta que, reaccionando contra una boda que no le apetecía, “Hizo un paquetito con sus cosas, una noche de verano se descolgó con una cuerda por la ventana de su habitación y tomó el camino de Londres. Aún no había cumplido los diecisiete años. (…) Se colocó junto a la entrada de los artistas; quería actuar, dijo. Los hombres le rieron a la cara. (…) Judith no pudo aprender el oficio de su elección. ¿Podía siquiera ir a cenar a una taberna o pasear por las calles a la medianoche?” (2008:36). Esta imagen es confirmada por Dora Barrancos cuando nos dice que “las funciones fundamentales de la maternidad y el cuidado de la familia, que se creían constitutivos de la esencia femenina, la eximían del ejercicio de otras responsabilidades. Estas tareas eran incompatibles con las rudas responsabilidades “de la cosa pública”, cosa de hombres” (Barrancos, 2007:11)

Es tan patente la exclusión de las mujeres para producir arte, que cuando éstas comenzaron a escribir firmando con nombres de mujeres (no es novedad que muchas lo hicieron firmando con nombre de varón, por requerimiento editorial como, entre otras, Charlotte, Emily y Anne Bronte; Eduarda Mansilla, Emma de la Barra de Llanos en Argentina), cuando las mujeres se incorporaron masivamente al género literario, se creó una nueva categoría para éste, denominándose literatura femenina, como si fuera un tipo diferente de literatura. De acuerdo a ello, pensar en mujeres literatas nos exige pensar en la literatura como categoría dividida: literatura por un lado, y literatura escrita por mujeres por otro.
En el ámbito nacional, si pensamos un instante en quiénes son los referentes de la literatura argentina, enseguida se nos vienen nombres como Borges, Cortázar, Bioy Casares, Ernesto Sábato seguidos por Roberto Arlt, Horacio Quiroga, Enrique Molina, Leopoldo Lugones, e incluso podemos llegar hasta los primeros exponentes como Esteban Echeverría, José Hernández , Ricardo Güiraldes, y Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, “La familia del Comendador” escrita por Juana Manso en 1854 puede considerarse la primera novela escrita y publicada por una mujer o por un varón en el país. En consonancia con lo expresado por Carla Lonzi: “La mujer ha tenido que sufrir su condicionamiento al ser reconocida como principio de inmanencia, de quietud, y no como otro modo de trascendencia que ha permanecido reprimido, a instigación de la supremacía del hombre. Hoy la mujer enjuicia” (1972:53).

Según la autora Lea Fletcher la irrupción de las mujeres en la vida literaria del país tiene su explosión después de que se generalizara la instrucción escolar, a partir de 1823 (Fletcher, 2007). “La quena” escrita en 1845 por Juana Manuela Gorriti se considera el puntapié inicial de la tradición narrativa femenina argentina. Además, la autora señala la trascendencia de la obra en cuestión para provocar un cambio del statu quo cuestionando la dependencia femenina y la toma de conciencia que las responsabilice para la participación en la esfera pública. Estratégicamente, la obra se dirigía a las mujeres.
Aunque Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla de García, Josefina Pelliza de Sagasta y Clorinda Matto de Turner son señaladas por Dora Barrancos como las precursoras de la narrativa argentina (2007), hay muchos nombres de mujeres en la literatura de  nuestro país que son desconocidos para el grueso de la población: Margarita Rufina Ochagavía quien fuera la primera en escribir sobre prostitución. Mercedes Rosas de Rivera (M. Sasor), la hermana de Juan Manuel de Rosas, escribió dos novelas, en una de las cuales se aborda el tema de arriesgarse a subvertir el rol asignado por las mujeres en esa época (Maria de Montiel- 1861). Rosa Guerra, Margarita Práxedes Muñoz y Lola Larrosa de Ansaldo fueron mujeres que escribieron y publicaron durante el siglo XIX en nuestro país (Fetcher, 2007).
No es la intención de esta entrada nombrarlas a todas, pero sí repensar la literatura nacional desde otro lugar y contestarle a quienes pensaron en el arte como algo por fuera de las condiciones históricas de la humanidad, atravesando la literatura por la categoría género. 
Es interesante la reflexión que hacen las mujeres, a través de la literatura, de su condición de subordinación y la necesidad de revertir esta situación, de ubicarse como sujeto histórico al lado del varón. ¡Cuánta reflexión nos habríamos perdido si las mujeres no tomaban la pluma entre sus manos! Virginia Woolf lo postula como una obligación de las mujeres: hay que escribir para lograr la emancipación. No podemos estar más de acuerdo, ya que seguimos en la construcción de una igualdad material, real; y por ello es necesario que la voz de las mujeres se escuche, y se lea la de aquellas que ya no están pero dieron el primer paso en la narrativa femenina y argentina. Las condiciones materiales de existencia condicionan las producciones de arte, y en este momento florecen las obras escritas por mujeres, debemos aprovechar la coyuntura y convertirla en una estructura. 

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía
BARRANCOS, Dora (2007) Mujeres en la sociedad argentina. una historia de cinco siglos, Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
CALVERA, Leonor, (1990) “Mujeres y feminismo en la Argentina” Grupo Editor Latinoamericano, Argentina.
CROCE, Benedetto (1913) «Lección primera: ¿Qué es el arte?», en Breviario de estética. Traducción de José Sánchez Rojas. Colección Austral. Madrid, Espasa-Calpe, 1985. 
FLETCHER, Lea , (2007) Narrativa de mujeres argentinas : bibliografía de los siglos XIX y XX / edición literaria a cargo de Lea Fletcher - 1a ed. - Buenos Aires: Feminaria Editora, 2007.
LONZI, Carla (2004) Escupamos sobre Hegel. Rivolta Femminile, Milan, 1972.
SCHÜCKING, Levin Ludwig (1923) El gusto literario. Capítulos 1-2. Traducción de Margit FrankAlatorre. Primera edición en español corregida y aumentada. México-BuenosAires, Fondo de Cultura Económica, 1950.
WOOLF, Virginia (2008) “Una habitación propia”, Seix Barral Biblioteca Formentor, Barcelona, España.

jueves, 12 de diciembre de 2013

El sentimiento de culpa: Un instrumento político

En esta entrada pretendemos preguntarnos cuál es el lugar del sentimiento de culpa en las mujeres en general, y cual es su consecuencia en aquellas que estan siendo víctimas de violencia por el hecho de ser mujeres. Las diversas culturas han creado distintos instrumentos legales y simbólicos para sostener el statu quo y darle a la sociedad cierto “orden” -arbitrario, claro-. Lo aceptado y esperado vs. lo pecaminoso y delictivo marcan dos esferas que atraviesan la historia de lxs humanxs. Transitar por lo no aceptado tiene sus consecuencias: castigo y culpa. El castigo tiene más que ver con el miedo, pero la culpa se instala como un sentimiento mucho más profundo, que se arraiga en el ser cotidiano y que implica una manera -culpógena y por ende penosa, dependiente y autopunitiva- de ESTAR en el mundo.

¿De donde viene esta culpa? El sentimiento de culpa proviene de la diferencia que se registra entre lo que hago/soy y lo que debo hacer/ser. Esto último está compuesto por todas las identificaciones familiares y mandatos que nos constituyen de manera inconsciente. Como ya hemos desarrollado en distintas entradas, en el caso de las mujeres hay una fuerte presencia de mandatos de como debe ser una mujer: principalmente buena madre y buena esposa. Esto es corroborado en los dichos de muchas mujeres quienes se autoinculpan de todo lo que pasa a su alrededor: de trabajar y de dejar a lxs hijxs, de llegar “fuera de horario” a su casa, del fracaso de la relación, de provocar el enojo de su pareja...en síntesis de TODO. En el caso de las mujeres víctimas de violencia, la culpa asume un lugar protagónico -y de encierro-, y se apoya en una amalgama en la cual la mujer internaliza la culpa, y el varón la deposita siempre en el afuera: la familia, lxs amigxs, el trabajo, el estudio, las mujeres.

La socialización diferencial tiene su importante injerencia al propiciar la construcción de la identidad femenina en base a ciertos roles que implican anteponer las necesidades de lxs otrxs a las propias. Como se expuso en la entrada sobre El Amor Romántico, el amor es para las mujeres una renuncia personal, una entrega total, un infravalorar el deseo propio lo cual provoca entre otras cosas, la dependencia y la sumisión. Cuando aparece en una mujer algo de lo singular, de lo propio y de su deseo que no necesariamente coincide con la vida “adaptada” que viene viviendo, la culpa aparece como mecanismo que cual brújula, marca el camino que se DEBE seguir. Es interesante notar, como este sentimiento genera una repetición improductiva y autopunitiva que no permite movimientos propositivos sino de retroceso. El terreno de la culpa, es como un gran piso cubierto de pegamento que en apariencia nos permite movernos lánguidamente ensayando hipótesis, pero que en realidad nos mantiene estancadxs.

Del discurso de las mujeres a las cuales escuchamos, la maternidad es lo que les ocasiona más culpa y angustia. Tanto por demasía o por falta (de atención, de tiempo, de afecto), lxs hijxs siempre son una excedencia inabarcable que constantemente está pidiendo más... y una buena madre “tiene” que suplir esa demanda. Parte de nuestro trabajo con estas mujeres, es que puedan empezar a preguntarse que es ser una madre para ellas, y que puedan poner en jaque las certezas que las culpabilizan y atan. ¿Pero porque está tan arraigada? Porque la imagen de “cuidadora” y de “al servicio de”, se interioriza con los modelos identificatorios de madres/abuelas/profesoras/otras significativas que transmiten desde siempre que la imagen de una buena mujer tiene determinadas características, y no responder a ese ideal materno/femenino/social tiene consecuencias a nivel social y repercute en la subjetividad. ¿De que manera? Angustia, ansiedad y desgano son tres de los muchos síntomas por los cuales se manifiesta aquello que no se puede decir. En este punto, la culpa es también un mecanismos de autocastigo que enmudece las voces de muchas mujeres que quieren alzar su voz.


Cuando una mujer se aparta del sistema cultural que la define la culpa aparece como un objeto facilitador de la sumisión, conviertiéndose en un sentimiento insoportable y angustioso que inscribe que eso que se ha hecho está mal. Es decir la culpa, ya no es solo un mecanismo psicológico, sino también un instrumento político.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino






Bibliografía:
VI Congreso Estatal Isonomía sobre igualdad entre mujeres y hombres.  "Miedos, culpas, violencias invisibles y su impacto en la vida de las mujeres: a vueltas con el amor.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Reflexión crítica sobre la mediación y violencia contra las mujeres: razones para su prohibición


La ley 26.485 en su artículo 28 in fine prohíbe cualquier tipo de audiencias de mediación y conciliación. Es sabido que quienes están a favor de esta prohibición se basan en que la igualdad es una condición sine qua non para una mediación eficaz, y la situación de violencia(s) contra la(s) mujer(es) se origina en una situación de desigualdad histórica y estructural entre varones y mujeres. La desigualdad de partida que presentan las partes en estos casos obstaría someter cualquier problemática, aun las derivadas del derecho de familia, al proceso de mediación. (1)
Otra razón para adherir a la prohibición se relaciona con la influencia del estrés post traumático en una víctima de este tipo de violencia(s), presentándose con frecuencia sintomatología relacionada a lo que los especialista denominan “Síndrome de Estocolmo Doméstico” o "Sindrome de Indefensión Aprehendida", situación  que es considerada como provocadora de un consentimiento viciado por parte de la mujer a acceder al proceso de mediación. Es de importancia recalcar que uno de los principios que rigen la mediación es el de la voluntariedad. Otro gran motivo para estar a favor de la prescripción legislativa se relaciona con la necesidad de protección de la mujer víctima: como un proceso de mediación se basa en la cercanía de las partes, puede poner en peligro la seguridad física y psíquica de la mujer que ha sido víctima (2).
Si bien hay doctrina que se muestra a favor de una matización de los casos de violencia contra la mujer (3), y establece que bien podrían algunos de ellos de menor entidad resolverse dentro de este ámbito -evitando así todo lo que lleva aparejado la jurisdiccionalidad-, e incluso existe quienes dicen que el proceso de mediación puede favorecer al establecimiento de una situación de igualdad entre los mediados, ya que es una forma de respetar la autonomía de la mujer (negarle el acceso al proceso de mediación sería una medida paternalista y que la re-victimiza) (4), nosotras consideramos que hay una importante razón (además de las expuestass en los primeros párrafos) que se puede enunciar para reforzar la prohibición legal.
La mediación es un medio de solución de conflictos, un mecanismo “alternativo al judicial, caracterizado por la intervención de una tercera persona (mediador) cuyo objetivo es facilitar la avenencia y solución dialogada entre las partes enfrentadas, tratando de lograr que éstas logren una solución satisfactoria y voluntaria al conflicto, pero nunca ofreciéndola o imponiéndola”(5). Dos de los principios que rigen la mediación son los de confidencialidad y el de inmediatez, este último está determinado por la condición de que las partes y el mediador programen un número de sesiones  a las que van a concurrir los tres juntos, para encontrar la solución al problema cara a cara. 
Consideramos que este carácter de resolución privada del conflicto puede ser contraproducente al momento de analizar el mensaje que se puede enviar a la sociedad. El sometimiento a mediación de este tipo de cuestiones puede tender a invisibilizar el conflicto y su gravedad.
Aunque somos conscientes de que la jurisdiccionalización debe utilizarse en última instancia, en el tema puntual de la violencia contra la mujer es indudable que el valor simbólico que los tribunales tienen y el mensaje que envía a la sociedad es poderoso, sobre todo el que se trasmite al varón maltratador (y a toda la sociedad): el cese de la impunidad que había rodeado a este tipo de conductas se ha terminado. Quizá el resolver de la cuestión en el ámbito privado podría diluir el mensaje tan importante que representa la punibilidad de una conducta que la sociedad considera, o debe empezar a considerar, como intolerable. 

Obviamente entendemos que sin educación que acompañe, el mensaje puede no permear en las capas sociales, pero aun así creemos que estamos en una instancia en que todos los pasos deben darse hacia adelante en pos de visibilizar este flagelo.
Es por ello que consideramos que no solamente no se dan los presupuestos de base para una mediación como la igualdad real entre las partes, sino que también si operara la mediación en este tipo de conflictos quizá representaría una vuelta a recluir esta situación al ámbito doméstico, en el cual estuvo enclaustrado mucho tiempo y el cual fue funcional para el mantenimiento del statu quo de supremacía del varón sobre la mujer. Cuando desaparezca la desigualdad estructural que genera la violencia contra la mujer, van a desaparecer las objeciones a la utilización de la mediación como procedimiento eficaz. Cuando desaparezca la desigualdad estructural, no necesitaremos que el derecho envíe mensajes de ningún tipo a la sociedad, a los maltratadores y a las mujeres víctimas, mientras tanto, consideramos adecuada la prohibición de la ley 26.485, la prohibición de la suspensión del juicio a prueba (desarrollada jurisprudencialmente siguiendo a Belem do Para) y en estos los mismos términos, la supresión de la figura del avenimiento del Código Penal que funcionaba como instancia conciliadora entre una víctima de violación y su agresor. ¿Qué tipo de libertad para consentir puede operar en este tipo de situaciones en donde con una mirada, la mujer ya sabe todo lo que le puede pasar si no actúa como es esperado?

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

(1) De acuerdo: DEL POZO PÉREZ, Marta “¿Es adecuada la prohibición de mediación del art. 44.5 de la ley orgánica 1/2004?”, en MARTÍN DIZ, Fernando  (Coord.) La mediación en materia de familia y derecho penal. Estudios y análisis. Ed. Andavira Editora, Santiago de Compostela, 2011.
(2)  Se desarrolla esta objeción en:  DELGADO ÁLVAREZ, Carmen y SÁNCHEZ PRADA, Andres, “La inviabilidad de la mediación en violencia de género: claves psicológicas” en MARTÍN DIZ, Fernando  (Coord.) La mediación en materia de familia y derecho penal. Estudios y análisis. Ed. Andavira Editora, Santiago de Compostela, 2011.
(3) Conforme: MANZANARES SAMANIEGO, José Luis,  Mediación, reparación y conciliación en el derecho penal, Ed. Comares, Granada, 2007.
(4) De acuerdo: ESQUINAS VALVERDE, Patricia, Mediación entre víctima y agresor en la violencia de género, Ed.Tirant lo Blanch, Valencia, 2008.
(5) MARTÍN DIZ, Fernando, “Mediación en materia de violencia de género: análisis y argumentos” en Tutela jurisdiccional frente a la violencia de género: aspectos procesales, civiles y penales, Lex Nova, Valladolid, 2009, pág. 671.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Día Internacional de la eliminación de la Violencia contra las mujeres

La lucha contra la violencia hacia las mujeres y trabajar por una sociedad igualitaria es para nosotras eso que Galeano dice de la utopía: “aquello que está en el horizonte”. Nosotras como much@s varones y mujeres en el mundo, emprendemos acciones cotidianas de lucha y resistencia contra una cultura que ha invisibilizado a la mitad de la humanidad: las mujeres. Esta lucha se la debemos a todas aquellas mujeres y varones que dieron su vida por una mayor igualdad, y gracias a quienes hoy podemos estar aquí nosotras escribiendo y ustedes leyendo (y escribiendo).

La violencia contra las mujeres ha sido y es una de las violencias más invisibilizadas. Esto se ve reflejado en ciertas posiciones individuales que niegan su existencia y en cuestiones más globales como la falta de recursos y políticas que protejan a las mujeres. Por debajo, circula la creencia de que las mujeres son objeto de propiedad de los varones y desde allí se legitima la violencia en todas sus expresiones (física, psicológica/verbal, ambiental, sexual, económica y simbólica): si el poder es masculino, el poder sancionador también. Instalado el miedo, se asegura su dominación y reproducción de generación en generación: “a los varones hay que entenderlos”, “no le respondas que es peor”, “vos también le llevás la contra” fueron la regla y NO la excepción de dichos que nuestras madres y abuelas nos han transmitido. Sin embargo, ha habido voces transgresoras que defendieron con tenacidad el derecho a una ciudadanía plena de todas las mujeres y que sentaron las bases de lo que hoy conocemos como Teoría del Género. Esto ha permitido que se reconozca el carácter estructural de la violencia de género, transformando lo que se consideró un hecho privado a algo público y político. Porque la violencia de género nos compete a tod@s.

Pese a los avances, las noticias no dejan de hablar de mujeres asesinadas por sus parejas. Y no podemos pensar que esos varones femicidas son la patología, porque salimos a la calle y cada falta de respeto a nuestra individualidad y autonomía, cada palabra lasciva sobre nuestro cuerpo, cada chiste basado en que somos mujeres, cada “apoyada” en el transporte público (y perdón si suena grosero, pero no hay palabra que describa mejor ese acceso socialmente aceptado al cuerpo femenino) y cada cartel sobre mujeres prostituidas en privados, nos recuerda que el patriarcado existe, que las violencias contra las mujeres son coherentes con esta organización social y esas mujeres acalladas nos ponen en posición de lucha de nuevo. Y sabemos del riesgo que corremos: much@s nos tildan de fundamentalistas, de exageradas, de ser demasiado libres... Y eso es un riesgo de muerte en las sociedades machistas; que hoy 25 de noviembre conmemoremos el Día Internacional de la lucha contra la Violencia de Género, tiene que ver con esto.

El asesinato de las hermanas Mirabal
Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron activistas políticas asesinadas y torturadas durante la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana. El 25 de Noviembre de 1960, estas tres mujeres que luchaban por la libertad política de su país, fueron brutalmente asesinadas por orden del dictador y sus cuerpos tirados al fondo de un acantilado de la costa Dominicana. (les recomendamos el libro "En el tiempo de las mariposas" de Julia Alvarez que narra su historia)
En honor a estas ellas, en 1999 las Naciones Unidas aprueban la fecha 25 de Noviembre como conmemoración del Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer.

Gracias a los informes del Observatorio de Femicidios de Argentina “Adriana Zembrano” es posible estimar que cada 30 hs en nuestro país, una mujer es asesinada en manos de una ex pareja, pareja o familiar, generalmente en respuesta al deseo de independencia de la mujer. Ayer 24 de Noviembre, 53 años después del asesinato de las hermanas Mirabal, se cometieron dos femicidios: Silvana Gofier (50 años) y Valeria Gofier (22 años) fueron asesinadas por violencia sexista. ¿Qué más se necesita para que toda la sociedad comprenda que tod@s somos responsables de la eliminación de este flagelo? Es importante entender que esta lucha no debe estar solo en mano de mujeres y ONGs, sino que todos y todas debemos ser parte de este cambio. Es necesario que tod@s aquell@s que no se acercan a la perspectiva de género por desconocimiento, sepan que no se trata de una competencia entre varones y mujeres (como comúnmente se intenta difamar), sino de revertir un orden que históricamente fue desigual y desventajoso para la mitad de la humanidad. A nosotras el feminismo no nos enseñó a odiar a los varones por ser varones; simplemente nos enseñó a ponerle forma, palabra y sentido a una lucha -antes solitaria- de búsqueda de equidad. Nos enseñó a posicionarnos como las mujeres que no nos enseñaron a ser; nos abrió los oídos a una multiplicidad de voces que suenan por los costados, por los centros, por las grietas; nos evidenció que cada día tenemos que revisar nuestras posturas porque somos hijas de una cultura machista; nos posibilitó pensarnos profesionalmente en lugares cotidianos de frustración pero de pequeños y grandes avances; nos mostró que el cambio es posible si la militancia es cotidiana, en cada espacio, en cada lugar y de variadas maneras; nos hace sentir tristeza con las historias cotidianas de mujeres maltratadas, alegría por cada avance legislativo y por cada derecho conquistado, e impotencia por la ineficacia de algunas políticas públicas y polític@s; nos permitió tener sororidad con otras mujeres.

A tod@s aquellas personas que están pres@s del sistema patriarcal, les decimos que aquello que no quieren ver, les está costando vida y derechos a muchas mujeres. Y a tod@s aquell@s que como nosotras hacen que el 25 de Noviembre sea una lucha cotidiana, y a las mujeres que en este momento están siendo maltratadas, controladas, celadas, manipuladas, violadas, golpeadas y bastardeadas, les decimos que es posible decirle BASTA a la violencia de género, que no estamos solas, y que, como dijo Rosa de Luxemburgo “Quien no se mueve, no siente las cadenas”.

Abrazo feminista.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Compartimos algunos videos en relación al día de hoy.















lunes, 18 de noviembre de 2013

Educar en igualdad: contenidos mínimos para trabajar con niñxs y adolescentes

Si entendemos que la violencia contra la mujer está anclada en una estructura de desigualdad avalada por siglos de historia, sabemos que muchas de las medidas que implementemos para erradicarlas serán paliativas, a menos que intervengamos allí donde puede provocarse un cambio real, efectivo y a largo plazo, como es en la educación.
La ley 26.485 dispone en su artículo 11, inciso 3 a que le corresponde al Ministerio de Educación de la Nación “articular en el marco del Consejo Federal de Educación la inclusión en los contenidos mínimos curriculares de la perspectiva de género, el ejercicio de la tolerancia, el respeto y la libertad en las relaciones interpersonales, la igualdad entre los sexos, la democratización de las relaciones familiares, la vigencia de los derechos humanos y la deslegitimación de modelos violentos de resolución de conflictos”.
Su decreto reglamentario Nº1011/2010, establece en relación con este artículo que: “Los contenidos mínimos curriculares de la perspectiva de género deben estar incluidos en todos los niveles y modalidades educativas y en todas las instituciones, ya sean de gestión estatal, privada o cooperativa.  A los efectos del diseño de la currícula se entiende que el ejercicio de la tolerancia, el respeto y la libertad en las relaciones interpersonales, se relaciona con el tipo de vínculo que se promueve en el ámbito educativo entre mujeres y varones, la asignación de espacios a unos y otras, las expectativas de aprendizaje y la desarticulación de estereotipos de género en las prácticas concretas”

¿Cuáles son las temáticas que creemos debieran estar incluidas en la formación de lxs futurxs ciudadanxs de nuestro país para que la igualdad real y efectiva entre mujeres y varones se convierta en un hecho a partir de una socialización secundaria con perspectiva de género? De acuerdo a las temáticas que venimos trabajando a lo largo de este año y retomandolo, creemos que hay ciertas temáticas que deben estar incluidas en la agenda educativa.

1.- Desigualdades de género. Análisis de las desigualdades establecidas socialmente y los estereotipos de género como modelos limitadores del potencial de cada unx de nosotrxs. Sabemos que para prevenir la violencia, que es una vulneración de los derechos humanos de las mujeres, es esencial comprender que ésta se origina en una desigualdad histórica y estructural entre mujeres y varones, en donde se le ha dado al sexo masculino preeminencia sobre el femenino; generando una consciencia de organización jerárquica entre éstos. Esta organización jerárquica establece relaciones de dominación y de respectiva sumisión entre varones y mujeres es la que debemos deconstruir a partir de la educación, empezando por la desnaturalización de los estereotipos de género que esencializan lo que significa ser varón y ser mujer y que legitiman el uso de la violencia “correctiva”.

2.- Maltrato hacia las mujeres: mitos y realidades. Este contenido es imprescindible para desmitificar las creencias que tenemos sobre los orígenes de la violencia. Es muy importante trasmitir que una relación de pareja violenta no necesariamente se debe a que el maltratador es un adicto a las drogas o el alcohol, o que tenga problemas psicológicos, o que sea una cuestión de pasar por un mal momento en la relación, o que se deba a que el varón haya pasado por situaciones violentas en la infancia. Estas causas representan el mínimo porcentaje en causas de violencia de género, y es en realidad la sensación de la superioridad masculina y la cosificación de la mujer como objeto de la propiedad del varón, lo que genera violencia de género. No hay que perder de vista que el varón que maltrata puede ser un varón encantador y abstemio.
(Ver entrada: del amor y otros demonios, derribando mitos y el poder del mito... )
 Una de las cuestiones a trabajar con lxs adolescentes es la problemática del maltrato en la pareja, y cómo prevenirlo. Es importante analizar el ciclo de la violencia descrito por Leonore Walker en 1979 y las consecuencias que ellos puede traer, como la indefensión aprehendida o el síndrome de Estocolmo Doméstico. El ciclo de la violencia (1) se da en tres fases: Fase de tensión creciente: Las tensiones se construyen, se manifiestan de forma específica como determinadas conductas de agresión verbal o física de carácter leve y aisladas, a partir de pequeños incidentes: sutiles menosprecios, insinuaciones, ira contenida, fría indiferencia, sarcasmo, largos silencios, demandas irracionales. La mujer va adoptando una serie de medidas para manejar dicho ambiente y adquiriendo mecanismos de autodefensa psicológicos de anticipación o evitación de la agresión. Las acciones van dirigidas a un objetivo: desestabilizar a la víctima. 2. Fase de agresión aguda: La explosión y la agresión se caracteriza por una fuerte descarga de las tensiones que el maltratador ha ido provocando durante la primera fase. El agresor pasa a la acción. Una mayor capacidad lesiva distingue a este episodio de los incidentes más o menos frecuentes ocurridos durante la primera fase. 3. Fase de calma, amabilidad y afecto, arrepentimiento o luna de miel: Se caracteriza por una situación de extrema amabilidad y conductas “cariñosas” por parte del agresor (atenciones, regalos,...). Es una fase en la que se produce la victimización completa de la mujer, y que actúa como refuerzo positivo para el mantenimiento de la relación. El agresor muestra su arrepentimiento y realiza promesas de no volver a llevar a cabo algo similar. 4. Reanudación del ciclo: Con el paso del tiempo la fase de luna de miel se va haciendo más breve y las agresiones son cada vez más graves y frecuentes, lo que disminuye los recursos psicológicos de las mujeres para salir de la espiral de la violencia.¿Por qué es importante para una mujer conocer este ciclo? Porque es la única forma en que ella se concientice que la fase de arrepentimiento o luna de miel es simplemente un momento intermedio entre la agresión y la reanudación del ciclo.
 
3. Mitos sobre el amor romántico. Pretender llamar la atención sobre los distintos mitos sociales que hay sobre el amor, todos igual de dañinos y todos favorecedores de la violencia en la pareja, otorga las herramientas para analizar cuánto suscribimos a esos mitos.
Es importante reflexionar sobre lo imposible que se torna construir una relación igualitaria si estamos esperando que el varón nos rescate de nuestra cotidianeidad (mito del príncipe azul); o lo difícil que se vuelve vivir una relación de pareja con independencia si estamos esperando a ese ser casi mágico que nos complete porque andamos por el mundo amputadas (mito de la media naranja). Lo esencial es saber que en una relación hay dos personas que deciden compartir y acompañarse, y que no se vuelven por ello una sola persona. Hay otros mitos igual de dañinos: el mito de que el estado ideal es el del matrimonio, y es una meta a conseguir, puede generar que nos conformemos con cualquier tipo de relación para llegar a nuestra meta, con todos los riesgos que ello implica, siendo el más evidente el de la infelicidad. Otro de los mitos del estilo “quien bien te quiere te hará llorar” (ver entrada Porque te quiero te aporreo...) evidencian que no puede haber un concepto más erróneo en una relación de pareja. Evidentemente este mito es el resultado de la necesidad de justificar el por qué la persona que creemos amar puede hacernos daño, y con este mito terminamos legitimando esa práctica. El 70 % de las canciones “de amor” hablan de amores torturados, dolientes, abandonados. Con sólo pensar un momento debemos ser capaces de reflexionar críticamente y darnos cuenta que eso no es amor. El amor es compartir, es soñar, es disfrutar, es elegir todos los días a esa persona para que nos acompañe y acompañarlx. El amor no es llanto, y eso es lo primero que tenemos que entender. Si tu pareja te hace llorar, mejor estar sola y libre para encontrar a esa persona con la cual reir.

4.- Sexualidad en igualdad.
Abordar la necesidad de un disfrute de nuestra sexualidad deshaciéndonos de los condicionantes impuestos por los estereotipos de género. Es imprescindible tratar cuestiones relacionadas con la diversidad sexual, identidad sexual, orientación sexual y práctica sexual. ¿Cómo ha influido el sistema patriarcal en la definición de sexualidad? Pues simplemente ha determinado cuáles son las prácticas sexuales aceptadas y la orientación sexual “legítima”. Esta serie de determinaciones ha limitado históricamente a los varones y a las mujeres, sobre todo en la posibilidad de elección de su vida sexual. Si un varón o una mujer se desvía de lo socialmente aceptado, debe atenerse a las consecuencias: juzgamiento y al ostracismo.
Puntualmente, la socialización se da en clave heterosexual, como lo natural, correcto y saludable. Y en el caso de la mujer, los estereotipos de género promueven para las éstas actitudes de sumisión ante la sexualidad del varón como figura de poder y autoridad.

 En en tratamiento de estos cuatro ítem, es necesario abordarlos de una manera integral, y desde todas las ópticas posibles. Para lograr la deconstrucción de la desigualdad, proponemos trabajar con diferentes herramientas como
el análisis de los cuentos, de las producciones cinemátográficas y de los medios de comunicación.

a. Los cuentos. Hay que tener en cuenta que los mismos son un elemento de socialización que nos influye desde muy temprana edad, y debemos promover e incentivar su análisis crítico, y adoptar nuevos cuentos para trasmitir otros valores; debemos pensar qué tipo de valores estamos trasmitiendo hoy, y si se condicen con la sociedad que queremos para mañana.
Los cuentos contados de forma ilimitada en la infancia, pueden condicionar las visiones sobre el amor y la relación de pareja ideal, y curiosamente todos los cuentos clásicos plantean la situación de una mujer pasiva y sumisa que espera que venga un varón que la rescate: la cenicienta, Blancanieves, la bella durmiente, Rapunzel, etcétera; todas ellas cumplieron el mismo rol y trasmiten a las niñas y a los niños esta vocación femenina por esperar quien nos rescate de las hermanas malvadas, de la muerte, del sueño eterno, de la prisión, de un dragón, o de cualquier cosa que evidentemente las mujeres no pueden enfrentar por si mismas. Es hora que empecemos a elegir cuidadosamente los cuentos que vamos a empezar a contar, y que éstos presentes a las mujeres como seres capaces y no como seres expectantes.
b. El cine. Al igual que los cuentos, el cine es un elemento socializador. Una de las características de la información que no llega a través de los medios audiovisuales, debido a la cantidad de estímulos que provocan en un ser humano, es que provocan en el receptor pasividad frente a la información recibida. Es importante que desarrollemos una mirada crítica de aquella información que ingresa a nuestra esfera privada de manera irreflexiva. La mayoría de las películas de hoy son protagonizadas por varones o muestran a las mujeres en roles estereotipados. Debemos estar atentos a la información que recibimos, porque la forma más usual de interiorizar y naturalizar los comportamientos es de forma inconsciente. 

c. La Música. El Arte, como manifestación humana construye e instituye subjetividades individuales y colectivas (Zátonyi, 2002) , portando valores simbólicos estéticos, éticos y sociales, propios de un tiempo y un espacio delimitados. “El concepto de mundo que van construyendo los adolescentes depende de distintas variables que constituyen sus propias historias personales, y entre estos factores podemos distinguir que la música que ellos escuchen en un momento determinado va a provocar percepciones precisas en relación con la construcción de la realidad que ellos vayan realizando (…) La música se convierte de algún modo, para los jóvenes en un discurso coherente, en una instancia de reforzar creencias y posturas frente al mundo" (Domínguez y Otrxs, 2006). Trabajar con el género desde la música, implica verla en su vertiente transmisora de estereotipos y mitos que se cristalizan luego en creencias y argumentos justificatorios sobre a violencia machista. La escucha de (cierta) música -como cualquier otro lenguaje-, habilita prácticas en la vida de las personas que reproducen las desigualdades de género.

d. Medios de comunicación. Es imprescindible que analicemos aquella información que recibimos generalmente de manera irreflexiva y pasiva. Los medios masivos de comunicación son transmisores de valores, ideales y modelos de conducta, y es necesario que nos sentemos a reflexionar sobre qué modelos estamos recibiendo en forma de bombardeo a través de los mismos, y cuáles son sus consecuencias, con una perspectiva de género. Por poner un ejemplo, las publicidades nos muestran generalmente a varones y mujeres en una situación estereotipada (los productos de limpieza van dirigidos a la mujer, ya que según el mandato tradicional es ésta la que se encarga de los quehaceres domésticos; los desodorantes para varones nos convierten a todas en objetos sexuales) y en una hora que miremos la televisión podemos recibir un sinnúmero de estos mensajes, por lo que es imprescindible que tengamos una visión crítica de los mismos.   
No hay que olvidar que desmontar los roles de género en la sociedad patriarcal en la que vivimos es un desafío abierto al orden de cosas imperantes en la sociedad, y ya es hora de hacerlo. Si realmente queremos vivir en una sociedad igualitaria, debemos empezar por educar en valores de igualdad, y hacernos cargo de ello como una sociedad responsable desde el principio, sólo así conseguiremos transformar la realidad y desterrar verdaderamente aquellas causas que originan la violencia contra las mujeres.

                                                                               Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

Bibliografía
(1) Guía de Actuación ante el Maltrato Doméstico y la Violencia Sexual contra las Mujeres para Profesionales de los Servicios Sociales” Editado por el EMAKUNDE, INSTITUTO VASCO DE LA MUJER (VITORIA - GASTEIZ 2006), pág. 27-29.

(2)Ferioli, A., Manero, G., PArente, J. y Yacovino, L. (2013): "Adolescencia, música y género: Concurso Cantando con Equidad". POnencia presentada en el IV COngreso Internacional Violencia, Maltrato y ABuso "Criminología, victimología y género: Una triología compleja". Salud Activa, Buenos Aires.
(3)Domínguez Águila y Otrxs (2006): Sentido y significado de la música en adolescentes varones de un establecimiento de enseñanza media particular subvencionada de Concepción, Chile.(4)Zátonyi Marta (2002): Una estética del arte y el diseño de imagen y sonido. Nobuko. Buenos Aires.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Neomitos: nuevas formas de sexismo

Como anticipamos en la entrada sobre Los mitos de la mujer maltratada y sobre el maltratador, en esta ocasión vamos a ocuparnos de los denominados “neomitos”, que buscan mitigar los avances conseguidos para frenar la violencia de género. Estos neomitos siguen el mismo origen y finalidad que lo compartido en la entrada sobre posmachismos, es decir crear estrategias tras una apariencia de ruptura con las posiciones tradicionales, pero que en realidad mantiene las posiciones patriarcales. Se trata de mitos que niegan la existencia de la violencia de género, que la consideran una “creación exagerada” y de ventaja para determinadas mujeres que la utilizarían para perjudicar a los “pobres” varones.

Bien, empecemos con ellos:

-El Síndrome de Alienación Parental, más conocido como SAP.
El SAP es el credo de muchas asociaciones machistas quienes lo legitiman como una verdad científica. Su creador, A. Gardner (1985) lo considera como un síndrome que aparecería en algunxs hijxs de padres separados, quienes presentarían conductas de censura, critica y rechazo exagerado e injustificado hacia unx de sus progenitores. La causa sería que el/la progenitor/a “alienante” transforma la conciencia de sus hijxs para impedir y destruir el vínculo con el/la progenitor/a restante.
Cabe mencionar, que Gardner fue un habitual perito de parte contratado por los acusados de abuso, lo cual no es un dato menor ya que sus clientes le pagaban para demostrar que el abuso no había existido.
Esa primera definición del SAP aparentemente neutral, merece un análisis más profundo. Entre los indicadores y características que definen a este supuesto síndrome, el sesgo sexista aparece entre líneas. Hay un fuerte énfasis puesto en los derechos del padre, un posicionamiento del niñx como objeto pasivx y una madre convertida en victimaria.
Las desvalorizaciones en presencia de lxs hijxs son uno de los indicadores. Ahora bien, esta conducta es percibida como alienante en una sola dirección es decir, cuando es la madre quien insulta al padre. Es que claro, otro mito que se intercala acá es que la mujer es “más violenta psicologicamente, es más viva, más inteligente”, un concepto de inteligencia bastante sesgado y patriarcal, por supuesto. Otra conducta asociada al supuesto SAP es la de ridiculizar los sentimientos de lxs niñxs por el/la otrx progenitor/a. Esta conducta de ridiculizar los sentimientos de lxs hijxs, es ejercida típicamente por los padres en régimen de visitas; sin embargo a los fines de aplicar el criterio de “alienante” es adjudicada a la mujer. Parece que cuando la “alienación parental” aparece, los criterios probabilistas se invierten...
Otro de los supuestos indicadores es que el/la niñx no puede dar razones para justificar el rechazo por el padre. En primer lugar se nos ocurre pensar ¿en que lugar quedan lxs niñxs? ¿no es posible creer en su palabra? Las situaciones de violencia de la que muchxs chicxs son testigxs y por tanto violentadxs (Vease Niñxs testigos de violencia = niñxs víctimas / en situación de violencia) puede llevar a que simplemente no quiera ver a su padre violento. ¿Donde resuena ese rechazo para que sea interpretado como absurdo? Ensayamos como hipótesis que el modelo de familia tradicional que valora la revinculación a cualquier precio, tiene incidencia en esta situación. Este modelo que promulga al varón protector y propietario, a la mujer abnegada y a lxs niñxs obedientes y sin voz propia, evidencian que el SAP está atravesado por dos sistemas de creencias que se erigen en el orden patriarcal: el adultismo y el sexismo.

En síntesis, cuando se habla de SAP no se habla neutralmente de “progenitores” ni se contemplan ciertos factores que pueden ser causa de el rechazo de lxs niñxs: se esta hablando de "madres manipuladoras, perversas y malas, culpables de que sus hijxs no quieran ver a su padre" sin admitir que ta vez haya sido la conducta violenta y agresiva del padre la que haga inevitable el rechazo de esxs niñxs .
El Juez Carlos Rozansky opina que el S.A.P “es difícil desarticularlo, porque sólo se puede desarticular con cultura, conociendo de dónde viene, sabiendo quién elabora la teoría y por qué aplicarla acá no tiene nada que ver y es un mecanismo más de los utilizados para lograr impunidad”.
No debemos olvidar que el SAP no ha sido reconocido por ninguna asociación profesional ni aparece como una patología clínica en ninguno de los Manuales Médicos de enfermedades. Parecería que es una patología de los litigios patriarcales...

Denuncias falsas...

El mito de las denuncias falsas es muy frecuente e intenta acabar con la credibilidad de las mujeres víctimas de violencia de género que acceden al sistema judicial en busca de protección. La expansión de esta idea provoca que mucha gente crea que las mujeres realizan estas denuncias a fin de conseguir alguna ventaja en el divorcio. Este movimiento de difamación desacredita el discurso de la mujer, vulnerándola, golpeando nuevamente su autoestima, dejándola indefensa y descreída, mientras muchos violentos siguen gozando de su impunidad.
Los medios de comunicación tienen gran responsabilidad en diseminar esta idea al mal-informar sobre ciertas situaciones. Por ejemplo, que una mujer retire una denuncia, que se dicte un sobreseimiento o se archive el caso, no significa que la denuncia haya sido falsa: significa que no hubo pruebas suficientes para proclamar una condena. Esto mismo sucede frente a cualquier delito sin embargo no se trata de la misma manera...¿Se hace el mismo hincapié en si la denuncia es o no es falsa en un caso de violencia de género que en uno por robo?. El patriarcado nuevamente muestra la hilacha...

Las razones que llevan a que una mujer retire una denuncia (e inmediatamente se afirme que fue falsa) son varias: una necesidad económica (a causa de que por años el único ingreso o el mas fuerte fue el del varón y prefiere que trabaje para que la ayude a mantener a sus hijxs), una necesidad personal de que cese el maltrato pero no que el compañero vaya preso, un contexto que la culpabiliza, el cansancio por la violencia institucional (véase Elige tu propia aventura: Violencia Institucional ), entre otros. En síntesis, el mito de las denuncias falsas como otro mecanismo de la violencia de género busca desempoderar a las mujeres. (Los mecanismos de la violencia de género en la pareja)

Como expresa Miguel Lorente Acosta contestandole a una jueza de Barcelona, “La juez decana confunde lo invisible con lo inexistente. Lo invisible no se ve, pero está ahí. Así ocurre con la mayoría de los episodios de violencia contra la mujer. Una denuncia sobre un hecho invisible que no se pueda demostrar no significa que sea falsa, aunque el procedimiento judicial no pueda llegar a ninguna conclusión. Denuncias falsas se producen en todos los delitos sin que nadie haya salido a decirlo. Insistir en la «falsa moneda» es impedir que muchas mujeres puedan conseguir su libertad, y tranquilizar a quienes no quieren creer aquello que les incomoda.”

Por lo expuesto, creemos importante que todxs estemos atentos a estos mitos desvalorizantes que circulan libremente entre nosotros, mientras muchas mujeres aún están encerradas en jaulas invisibles.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino




BILBIOGRAFIA


-AGUILAR, Lola, ESCUDERO, DE LA CRUZ Julia: La lógica del Síndrome de Alienación Parental de Gardner (SAP): «terapia de la amenaza». Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2008, vol. XXVIII, n.º 102, pp. 283-305, ISSN 0211-5735.
-BOSCH-FIOL, Esperanza y FERRER-PEREZ, Victoria : Nuevo mapa de los mitos sobre la violencia de género en el siglo XXI. Psicothema 2012. Vol. 24, nº 4, pp. 548-554
-CORSI, J. El “síndrome de alienación parental, o el peligro que entrañan las teorías pseudocientíficas como base de las decisiones judiciales”.
-PAZ RODRIGUEZ, Juan Ignacio: “El llamado Síndrome de Alienación Parental” en La valoración del daño en las víctimas de la Violencia de Género.
-ROZANSKY, Carlos A., “Las criaturas no pueden repetir situaciones sexuales no vividas”, Entrevista de Guillermo Berto, Diario Río Negro, Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina, Ed. Río Negro, 04-05-2008. Ver también: “Jornadas sobre el SAP”, Máster de Violencia de Género y Malos Tratos, UNED, Madrid, Mayo de 2010. 
-VV.AA.: Ivisibilización y Desprotección de las Victimas de Violencia de Género en los Puntos de Encuentro Familiar: Desmontando el SAP. 2009


martes, 5 de noviembre de 2013

Masculinidad hegemónica y patriarcal ¿qué mecanismos actúan para que la sociedad la sostenga?

Sabemos que las relaciones intergéneros a lo largo de la historia se dieron (y se dan) en un contexto de jerarquización, en donde aquellas personas pertenecientes o que ostentan el género masculino se sitúan por sobre aquellas que detentan el género femenino, en donde la organización social es binaria, y quedan fuera todas otras categorizaciones que no se correspondan con la dicotomía femenino/masculino. Esta construcción jerárquica es cultural (puede verse la entrada: "La inferioridad femenina: una construcción social") e implica que lo que queda fuera del binomio (construido) es rechazado y marginalizado por el pensamiento dominante.
Dijo Simone de Beauvoir: "no se nace mujer, llega una a serlo" (1981:13), y esta frase también podríamos aplicarla a lo masculino. La construcción de la masculinidad, al igual que de la feminidad heterodesignada -en los términos de Valcárcel- y hegemónica, está plagada de estereotipos que definen lo que es ser un "varón de verdad"; estereotipos que se encuentran tan naturalizados en nuestra organización social, que es difícil percatarse de su origen contruido. Intentaremos, como diría Hugo Huberman, "cuestionar lo obvio".


En primer lugar, podemos observar que lo masculino hegemónico se define por la negativa: ser un "verdadero" varón implica no ser mujer (y alejarse lo más posible de aquello considerado femenino), no ser un niño, y por supuesto, no ser homosexual. El ser masculino es un ser puesto a prueba constantemente, siempre tiene que demostrar que es "bien varón". Cualquier conducta, gesto o sentimiento que aflore y que lo aleje de ese mandato dominante, implica un esfuerzo mayor en demostrar la "verdadera" masculinidad. Observemos por ejemplo, qué sucede cuando un niño elige jugar con juguetes considerados de niña: un caos familiar se avecina porque el varoncito no está captando a qué orden de género pertenece... como si un juguete pueda definir su identidad...para algunxs, pareciera que así es. (Puede verse la entrada: ""Juguetes rabiosos: la odisea del día del "niño")

Además del "no ser", hay muchos otros "deber ser" que definen al varón siempre desde la masculinidad hegemónica. El ser varón implica ser, por lo menos, proveedor y protector. El "ser proveedor" se relaciona con el trabajo remunerado y ser el sostén del hogar. No se concibe que un "verdadero varón" no aporte al sostén económico familiar, y que no lo haga en una medida importante. Es por ello que cuando los varones sufren desempleo o ganan menos dinero que sus compañeras sienten su autoestima reducida, ya que la definición de su ser es proveer y no hacerlo, es un atentado a su propia identidad de varón. 
Por otro lado, el varón debe ser también protector: de su familia, de su esposa, de sus niñxs, de su casa. El ser protector nos habla de la otra cara de la misma moneda: la debilidad, inscrita en aquellxs que no son él: su mujer y sus hijxs. Si alguien es débil o vulnerable por definición, debe existir alguien que proteja. Podemos ver entonces, cómo los estereotipos de la masculinidad y de la feminidad se construyen vincularmente y en pares duales. Esto se ve claramente en la reticencia absoluta de muchos varones a ir al médico: el varón protege, no es protegido de él mismo.
Este estereotipo protector masculino se relaciona íntimamente con la violencia. El varón protector debe, si el caso lo requiere, responder las agresiones de manera violenta, porque es una respuesta que está legitimada para lo masculino. Como contraparte, si una mujer atenta contra el honor del varón, éste también se "encontraría legitimado" a responder violentamente. ¿y qué conductas que provengan de una mujer pueden atentar contra el honor masculino? La lista es larga, discrecional, mutable y adaptable a cada tiempo, lugar y caso en particular, y en lineas generales se desafía a lo masculino cuando no se cumplen con los estereotipos femeninos de la sumisión, dependencia, vulnerabilidad, etcétera. (Se pueden ver las siguientes entradas: "Porque te quiero te aporreo, mecanismos de la violencia de género en la pareja"; "Son aquellas pequeñas cosas... micromachismos de la vida cotidiana")
Además, al varón se le exige ser autosuficiente para ser adscrito a la categoría de varón. El varón no debe necesitar a nadie, el varón hegemónico se las arregla solito, ni siquiera  pregunta indicaciones sobre cómo llegar a un lugar si está perdido:  tardará más tiempo pero lo resolverá sin ayuda. 
Por último, el "verdadero varón" es heterosexual. Y en ese orden heteronormativo, el varón no puede controlar sus hormonas masculinas, por lo que se le justifica "consumir prostitución" o según el paradigma abolicionista "prostituir mujeres", infidelidades, e incluso violaciones, y si les resulta muy fuerte esta última observación, presten atención a las declaraciones del jefe del bloque de diputados kirchnerista en Santa CruzRubén Contreras, del 5 de septiembre de 2013. Tal y como dijimos en la entrada   "La trata de personas con fines de explotación sexual en Argentina tiene cara de mujer":

Creemos también que es importante la deconstrucción de mitos sobre la masculinidad que avalan estas prácticas que someten aún más a las mujeres (...) El que el varón tenga un apetito sexual insaciable es un mito que debe ser desechado de plano, porque ha justificado las aberraciones más imposibles: las violaciones y el abuso sexual, la esclavitud sexual en los contextos de conflictos armados y la prostitución de mujeres, entre otras. La masculinidad hegemónica y heterosexual nos hizo creer que los varones no podían resistir sin tener relaciones sexuales, cosa que no es cierto, y que además legitimó en las prácticas la total irrelevancia del consentimiento de la mujer para el acceso a su cuerpo. Hay que fomentar por ello la construcción de una masculinidad -o muchas- coherente con el respeto de los derechos del otro y de la otra.

Si podemos hablar de masculinidad hegemónica, es porque también estamos pensando en masculinidades subordinadas o subalternas que conviven con el modelo, pero desde una marginalidad más o menos relativa. Es importante que como sociedad nos cuestionemos que tipo de varones y qué tipo de mujeres estamos construyendo, porque la naturalización de los estereotipos de género que actualmente están en vigencia, justifican conductas violentas por un lado, y segregativas por otro, al no aceptar la diversidad. No hay una sola forma de ser varón o ser mujer, hay todas las que permitamos que haya. Los invitamos a profundizar en este tema, de la mano del cuadernillo sobre masculinidades: "Modelo para armar. Nuevos desafíos de las masculinidades juveniles" confeccionado por ONU Mujeres y la Campaña Lazo Blanco, entre otros.

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino

  • Beauvoir, Simone de, (1981) El segundo sexo, Ed. Siglo Veinte, Buenos Aires.
  • Connell, R. W. (1997) "La organización social de la masculinidad" Isis Internacional Ediciones de las Mujeres No. 24: 31-48.
  • Manzelli, Hernan (2006) “Sobre los significados de ser hombre en varones jóvenes en el área metropolitana de Buenos Aires” Centro de Estudios de Población – CENEP / Universidad de Buenos Aires, Estudos Feministas, Florianópolis, 14(1): 336, janeiro-abril/2006. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Femicidio: " Esas" muertes evitables

Cuando una sociedad se enfrenta cotidianamente al asesinato de mujeres no tiene sentido preguntar por qué un individuo mata a otro. La pregunta debe ser: ‘¿por qué los miembros de algunos grupos matan a los miembros de otros grupos?’ Cuando se trata de dar respuesta a esta pregunta es necesario interrelacionar los motivos con los actos violentos de los criminales y yuxtaponerlos con las estructuras sociales de determinada región y las diferencias de poder en la jerarquía del poder sexual” (Cameron, Deborah y Frazer, Nancy, 1987)

El término FEMICIDIO fue acuñado por Diana Russell y es definido como “el asesinato de mujeres por hombres por ser mujeres” (Russell, 2005:137). Esta construcción se hizo necesaria al notar que el asesinato de mujeres por el sólo hecho de serlo no era una actitud aislada, o un dato individual, sino que se daba de manera ahistórica y acultural en todas las sociedades del mundo, de una manera sistematizada y con un alto grado de impunidad para encontrar y penar a los responsables. El asesinato de mujeres, por su condición de mujeres no se percibía socialmente como un fenómeno al que debiera darse mayor trascendencia, hasta que las organizaciones de mujeres pusieron esta situación en la agenda internacional.

Esta visibilización, fue necesaria para mostrar la dimensión política de estos asesinatos de mujeres, que se sustenta en el control del patriarcado sobre el cuerpo, y en su capacidad punitiva sobre las mujeres. En este sentido la antropología sostiene que hasta las prácticas más ilógicas obedecen a ciertas lógicas que tienen y cobran sentido a partir del punto de vista de los actores sociales que las ejecutan.


Desenredando el vínculo


La proximidad afectiva de esta violencia le confiere una complejidad particular: el vínculo que se configura es de un “par desigual” donde el dominador disminuye al máximo el espacio con su objeto de dominación, haciendo que se pierda toda objetividad y posibilidad de salida. Si se nos permite el paralelismo, podríamos pensar que la homeostasis de este tipo de relaciones se da cuando la dominación es absoluta, y la decisión de la mujer de romper con esta siniestra situación de equilibrio, desorganiza el esquema vital de dominación del varón, que reacciona queriendo restablecer el equilibrio perdido. Como estamos hablando de relaciones “patriarcalmente coherentes” y desiguales, el modo de reaccionar es acorde con este panorama. De allí se desprende que el punto de riesgo máximo para la mujer sea cuando esta decide separarse o ya lo ha consumado: “La ruptura no deseada de la pareja desencadena en el hombre graves consecuencias de íntimo dolor y frustración” (Echeburua y De Corral, 2009:139).

La posesividad y control que ejerce el varón violento sobre la mujer, llega a su extremo máximo cuando se comete un femicidio: el “poder supremo” experimentado por el varón violento no sólo controla la vida sino la muerte de esa/s mujer/es. Frente a esta situación cada vez más recurrente, asoma ¿otra? escena que merece nuestra atención para visibilizarla y evitar que se justifique con argumentos posmachistas. ¿Que sucede cuando el violento luego del acto femicida, se suicida o intenta hacerlo?. Intentaremos ensayar una respuesta: los varones que ejercen violencia sobre las mujeres, son en principio grandes dependientes emocionales, están obsesionados por su mujer y no asumen la ruptura (Lorente Acosta, 2004). Desaparecido el objeto de control, objetivizado a su máxima expresión, denigrado y desaparecido, el acto femicidio/suicidio reproduce la unidad simbiótica de relación que el dominador impone a la víctima. No parecieran ser dos actos diferentes, sino uno solo.
Teniendo en cuenta que como expusimos, el mayor riesgo de la mujer se produce cuando aparece la posibilidad real de ruptura, se refuerza la idea de que el control es en el varón parte de su columna vertebral, y la posibilidad de ausencia del mismo, provoca la literalidad de una reacción desmedida: “si no sos mía, no sos de nadie”. Una vez más deben someterse a examen los mitos del amor patriarcal que justifican y promueven estas actitudes de “somos uno”, y la sensación de “falta de aire” cuando “el/la ser amado/a” no se encuentra a nuestra disposición.


Tipos de Femicidio


La imposición de este concepto es un acto de justicia para todas aquellas mujeres que han muerto en manos de varones por el hecho de ser mujeres, y que se ha pretendido encubrir de diversas maneras: suicidios, robos, emoción violenta, "crímenes pasionales". Contar con este concepto a visibilizado el carácter social y político de estas muertes totalmente evitables, producto de las relaciones de poder, dominación, privilegio y propiedad de los varón por sobre las mujeres.


La especificidad del término, ha producido una gran producción teórica en pos de un mayor conocimiento. Sin embargo, aún quedan mujeres muertas en actos femicidas que son silenciadas por caratulas de muerte que encubren la razón patriarcal que la sustentan. Es por esto, que compartimos los tipos de femicidios ya estipulados, y dejamos abiertas al final algunos interrogantes:


Femicidio íntimo
  • Son aquellos asesinatos cometidos por varones con quien la víctima tenía o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia, o afines a estas.
Femicidio no íntimo
  • Son aquellos asesinatos cometidos por varones con quienes la víctima no tenía relaciones íntimas, familiares, de convivencia, o afines a estas. Frecuentemente, el femicidio no íntimo involucra el ataque sexual de la víctima.
Femicidio vinculado
  • Con esta categoría se hace referencia a las acciones que indirectamente realiza el femicida, para consumar su fin: matar, castigar o destruir psíquicamente a la mujer sobre la cual ejerce la dominación. En esta categorización existen dos grandes grupos:
    -mujeres que fueron asesinadas “en la línea de fuego” de un hombre tratando de matar a una mujer. Este es el caso de mujeres parientes, niñas u otras mujeres que trataron de intervenir o que simplemente fueron atrapadas en la acción del femicida.
    -Personas con vínculo familiar o afectivo con la mujer, que fueron asesinadas por el femicida con el objeto de castigar y destruir psíquicamente a la mujer a quien consideran de su propiedad.


Como dijimos al inicio, existen otras situaciones que creemos que no se caratulan de femicidio, pero que están en estrecha relación con este: hablamos de la inducción al suicidio. Ana María Fernandez, postula en este sentido que la violencia de género sostenida en el tiempo puede generar estados depresivos. El arrasamiento subjetivo que provocan las situaciones de violencia, la descalificación constante, los insultos, el maltrato físico, el aislamiento, la violencia ambiental pueden facilitar y/o crear las condiciones para que una mujer se quiete la vida.
Contar con el término femicidio, abrió la posibilidad a pensar en estos casos invisibilizados por la contaminación de creencias patriarcales. Este concepto permite visibilizar el carácter social de esta violencia, y separarla de planteamientos individualizantes y patologizantes que terminan culpabilizando a las víctimas, desresponsabilizando a los violentos en base a causas externas (normalmente categorizados como locos y actores de cierta emoción violenta que los aliena en un momento determinado) y consideran estas muertes como algo privado causado por “problemas pasionales”. Como postula Ana María Fernandez, “lejos de ser expresiones inocentes, estas formas de referirse a esos asesinatos de mujeres perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, irracionales e inevitables como el amor, la pasión, la venganza, la humillación, el rechazo y que se ve sobrepasado por una situación que no puede controlar, justificando, consintiendo y a veces legitimando los crímenes”.

En el año 2012 hubo 255 femicidios. Esto es que 255 mujeres murieron por haber nacido bajo el género femenino en una cultura machista. Si a este número le sumamos la cantidad de suicidios inducidos en casos de violencia de género, asesinatos de mujeres que no terminan de esclarecerse, mujeres que desaparecen sin dejar rastro, las que mueren por abortos clandestinos, las que mueren por “accidentes domésticos” en un contexto de intensa violencia, las que son secuestradas con fines de explotación sexual o laboral, ¿cual sería la alarmante cifra que estaríamos manejando?

Julieta Evangelina Cano y María Laura Yacovino


BIBLIOGRAFÍA:

  • ATENCIO, G: FEMINICIDIO-FEMICIDIO: UN PARADIGMA PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
  • Cameron, Deborah y Frazer, Elizabeth, The Lust To Kill, Nueva York, New York University Press, 1987.
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